Años antes de efectuarse la colonización de José de Escandón y Helguera y formarse el Nuevo Santander, la región del Mante era una zona donde, debido a la casi completa desaparición de los huastecos septentrionales, los grupos nómadas habían sido atraídos por el vacío que éstos dejaron.
Tribus chichimecas como los janambres, deambulaban y hostilizaban a los pocos españoles que había en la región.
A pesar de ser la zona, frontera de guerra, el padre misionero de la villa de Valles venía por temporadas de año, dos y hasta tres, asistido de soldados; entrando hasta Tanguanchín, donde asistía tres o cuatro días, bautizando a los indios pequeños, administrando a la gente de razón y dando documentos a los demás y se volvía a ir.
Es probable que, en ese tiempo, un grupo de indios huastecos que aún sobrevivían en la zona se hayan bautizado.
Según la tradición oral de Antiguo Morelos, uno de ellos fue un jefe que recibió el nombre de Baltasar, congregándose con los suyos, según el propio Escandón, en la misión de Tula.
Es importante aclarar, que en Tula había ya misión antes de la colonización escandoniana, asistiendo en ella un padre franciscano, quien tenía a su cargo bastantes indios congregados.
Baltasar no duraría mucho en Tula, pues tiempo después, ignorando el motivo, este feroz guerrero abandonó dicha misión y se convirtió en un apóstata, que fue acogido por la tribu de janambres, dándole título de capitán.
Esta práctica era muy común en ese tiempo, pues en palabras del historiador Jofrak Rodríguez, los indios apóstatas se refugiaban en la janambrería aumentando su población.
José de Escandón relataría tiempo después, que desde muchos años antes de que él llegara a colonizar el Seno Mexicano, “vivía una ranchería de apóstatas huastecos en el Potrero de Tamatán, cuyo capitán se llamaba Baltasar”.
Sobre los potreros de Tamatán, José de Escandón diría:
“[…] a distancia como de cinco leguas de dicha ciudad [Santa Bárbara], donde juntan el rio Guayalejo y el Mantle formando una isla, que hasta aquí se ha nombrado el Potrero de Tamatán, tendrá una legua de largo y poco menos de ancho, de tierra muy fértil, con muchos plátanos, aguacates y variedad de frutas en la que no había entrado español por la profundidad de dichos ríos y no haberse descubierto vado en ellos.”
Según el historiador Jofrak Rodríguez, la ranchería comandada por Baltasar contaba en esos días con una población de 250 habitantes.
La influencia del indómito Baltasar se extendía a las regiones de los actuales municipios de Llera, Xicoténcatl, Ocampo, Mante, Antiguo y Nuevo Morelos, causando serios problemas a los pocos peninsulares que vivían en los alrededores.
Esto lo confirma en su libro sobre la conquista espiritual del Nuevo Santander, el padre Fidel de Lejarza, quien señala que los indios rebeldes de Tamatán y de la ranchería de Tetillas, merodeaban entre Tamaulipa la Vieja, villas de Llera, Santa Bárbara y Real de los Infantes.
Según José de Escandón, Baltasar y su gavilla encerraban los ganados y demás cosas que hurtaban, en la isla de Tamatán, satisfechos de que su guarida era impenetrable para los españoles, como habían experimentado muchas veces, pues los soldados acostumbraban perseguirlos, pero pronto se regresaban de su margen, pues tenían miedo cruzar las peligrosas aguas del río.
Debido a ello, los indios estaban muy engreídos en el lugar y eso le preocupó al Conde de Sierra Gorda una vez que se dispuso a colonizar la región.
Sobre si eran janambres o no los indios de Baltasar, el padre Simón del Hierro, quien acompañaba a Escandón en esos días, decía que los rebeldes de los pantanos de Tamatán si eran janambres, sin embargo, Stresser-Péan refiere que eran huastecos apóstatas, de los cuales, ningún otro documento hace mención.
A principios del mes de mayo de 1749, José de Escandón, que acababa de fundar la ciudad de Horcasitas, se enteró por parte del capitán Escajadillo, que una banda de janambres de los capitanes Baltasar, Antonio de Pachón y Guardado, acababan de apropiarse en la ranchería de Tetillas de 3,000 carneros de la hacienda de los padres carmelitas, habiendo dado muerte a un pastor.
Ante tales hechos, el mayordomo de la hacienda en su afán de recuperar el ganado, solicitó a la villa de Llera ayuda.
La respuesta del capitán José de Escajadillo fue brindarle “algunos pobladores, soldados e indios sumisos” para que apoyaran en el reparo de los estragos.
La compañía volante rastreó a los janambres y tuvieron un choque violento en donde pereció el mayordomo, un soldado miliciano y resultaron varios heridos.
Estos dos terminaron decapitados y solo dejaron los cuerpos junto a un “pedrero pequeño” que abandonaron los sobrevivientes en su huida.
Ante esto, el capitán Escajadillo organizó una campaña de 85 colonos y 30 pisones provenientes de Güemes, de Llera y de Jaumave. Incluso uno de los tres capitanes olives del presidio de Tancaxneque se ofreció a ir tras la ranchería de Baltasar, por tener conocimiento de aquellos terrenos.
José de Escandón agradeció el gesto del capitán, pero no accedió, pues deseaba dar a entender que a la hora que él quisiera los podía castigar con pocos de sus soldados.
Estaba Escandón poniéndose de acuerdo con sus capitanes sobre su plan de ataque, cuando ante él llegaron dos soldados que de Tanguanchín le conducían ocho caballos, quienes le informaron que cincuenta indios de la gente de Baltasar le habían quitado las bestias y los habían metido a nado a la isla de Tamatán.
Inmediatamente despachó la orden para que el capitán de la villa de Llera, José Escajadillo con treinta y cinco soldados del Jaumave, veinte de los suyos y treinta pobladores de la villa de Horcasitas, fueran a dar golpe a los janambres.
El problema era que ninguno sabia el lugar exacto donde se localizaba la guarida de apóstatas, porque el río que estaba de por medio no le sabían los pasos, y al lugar lo cercaban muchos piélagos.
En la ranchería de Tetillas, José de Escajadillo logró acorralarlos y recuperó otra parte del botín, capturando a varios janambres, quienes, según José de Escandón, eran apóstatas de la misión de Tula.
Uno de los presos confesó sus delitos, y como era apóstata, era considerado un desertor, por los que Escandón no dudó en despacharlo a una cárcel de Querétaro, donde purgaría sus delitos junto con otros tres.
Pero antes, debía decirle al colonizador como llegar a la isla de Tamatán y acabar con sus compañeros.
Aunque el indio preso los guío bien, respecto con dar con el agua a media coraza y estar breñosa la salida, al primer descuido dio aviso a sus ex compañeros a través de “tizonazo”. Por tal motivo, José de Escajadillo no pudo desarrollar su plan con la debida eficacia.
Pese a que estaban dormidos los hombres de Baltasar, el oportuno aviso hizo que se despertaran, y tras un duro combate, al verse perdidos optaron por tirarse a nado a las aguas del río Guayalejo, dejando seis muertos.
Según el fraile Fidel de Lejarza, los prófugos al reconocer a su ex compañero traidor, le gritaban desde la otra banda del río, amenazándolo que iban a ir a quemar su pueblo; mientras que a los soldados le decían que entrando al agua se atascarían y ellos los irían matando poco a poco.
A los janambres en fuga se les recogieron catorce caballos, algunas armas españolas, sillas, bastimentos y otras cosas que se repartieron entre los indios amigos.
Se hallaron también muchas zaleas de los carneros robados en Tetillas y otras alhajas conocidas, que evidenciaron más sus delitos.
La campaña resultó en un fracaso, el indio guía y dos compañeros fueron enviados a los obrajes de Querétaro.
El 19 de mayo de 1749 tuvo lugar la fundación de la villa de Santa Bárbara.
Pronto los apóstatas dispersos de Baltasar ofrecieron congregarse ahí y no volver a dar más perjuicio.
Pero su hostilidad regresó tras la muerte de los capitanes janambres Guardado y Pachón en 1751, retirándose a zonas de refugio.
Como medida para frenar a este jefe y a otros más, fue fundada el 15 de marzo de 1751, la villa de Escandón (Xicoténcatl).
Baltasar, después de tener azolada la villa de Escandón, volvió a pactar una tregua para conocer el número de pobladores y puntos vulnerables, sin embargo, en 1753 dio un golpe certero contra los españoles.
Poco se sabe del final de su existencia, pero a partir de la segunda mitad del siglo XVIII a la región de Antiguo Morelos ya se le conocía como el Charco Baltasar, en alusión a un venero de agua que servía de sustento para el líder janambre.
En 1789 un indio de nombre Baltasar de la Cruz, de la misión de Igollo de SANTA Bárbara, remitió una carta al virrey de Nueva España, ignorando si esta persona se tratara del mismo líder janambre, que de ser él, ya era un hombre entrado en años.
Por esa época ya era una ranchería grande el llamado Charco Baltasar, y para 1816 ya se tenía en mente convertirlo en villa, debido al gran número de personas que ahí vivían. No fue hasta 1821, cuando recibe la categoría de pueblo, sin embargo, para 1828 cambia el nombre a villa de Morelos.
Durante toda la mitad del siglo XIX, la gente de la región conoce a la villa como de Baltasar Morelos, cambiando esto en 1862 con el nacimiento del municipio de Nuevo Morelos, pues la gente comenzó a llamar al lugar Antiguo Morelos.G
POR MARVIN OSIRIS HUERTA MÁRQUEZ