CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.- Ricardo Alonso llegó a Aguascalientes con su familia cargando más sueños que pertenencias. Procedentes de El Mante, Tamaulipas, dejaron atrás su hogar para buscar una oportunidad en la ciudad hidrocálida, donde él perseguiría su anhelo de convertirse en futbolista profesional. Pero el camino no fue ni ha sido sencillo.
Con apenas lo necesario para empezar de nuevo llegaron a dicha ciudad; su padre trabajó como guardia de seguridad, mientras su madre limpiaba casas para ayudar a sostener a la familia. Ricardo, por su parte, no dudó en aportar lo suyo: vendía pulseras en las plazas del centro de la ciudad los fines de semana, “llegamos como la India María”, recuerdan entre risas, cargando cajas de cartón, maletas con ropa, y una ilusión que los mantenía firmes.
Así comenzó su historia en Aguascalientes, en la que enfrentaron un sinfín desafíos que parecían insuperables, pero que hoy se convierten en testimonio de lucha y perseverancia.
Ricardo aún no cumple su sueño, pero después de cuatro años, cada vez da pasos más firmes para conseguir ser futbolista profesional; actualmente es capitán del equipo Sub-17 de Necaxa y es campeón de la Liga Mx.
Hoy todo parecer ‘miel sobre hojuelas’, pero no siempre fue así… los sacrificios no empezaron en Aguascalientes, fueron desde antes.
Ricardo descubrió su pasión por el futbol en El Mante, cuando estaba en el kínder, ‘Rika’ fue observado por su profesor de educación física, pues empezó a patear el balón, “a mi me hablaron un día y sin decirme más detalles me dijeron que me presentara, yo pensé que Ricardo se había peleado o había hecho algo malo, pero no, fue su profe que me dijo que lo quería sí o sí en el equipo de futbol”, cuenta como anécdota curiosa su padre.
Ahí comenzó todo. Ricardo empezó a jugar futbol y militó en equipos como Border’s Melon, Rayados Mante, allí fue entrenado por su papá, Ricardo Alonso, siempre fue él quien lo guió y entrenó desde que le descubrieron el talento.
“Desde los cuatro años empecé a entrenar con mi papá, jugué en BordersMelon, Rayados Mante”, mencionó Rika Alonso, quien hasta ese momento no sabía lo que iba a conseguir.
Su padre decidió buscar nuevos horizontes y por invitación de unos amigos vino a Ciudad Victoria; aquí empezó a foguearse más, a un nivel diferente, pues el futbol de El Mante apenas despuntaba.
“Me invitaron a Victoria, allá jugué con Furia Azul, después me invitaban a Rayados Victoria y al final jugué con Reforma, en todos viví grandes experiencias”.
UN CALVARIO CADA FIN DE SEMANA
Su padre cuenta en primera persona porque él lo vivió. Nunca había venido a Ciudad Victoria tan seguido, no conocía ni las calles principales, ni mucho menos las de colonia, llegaron a perderse varias veces, caminar muchos kilómetros, y hacer mucho sacrificio todo para Rika, su hijo, tuviera más experiencias.
“Nos invitaban a jugar acá cada fin de semana, nos quedábamos en casa de un familiar, ella vivía en la colonia Estrella, entonces a veces yo nada más traía para lo de Rika, nos teníamos que ir caminando de ahí hasta la Borja o a La Cima, donde tocara. Una ocasión nos perdimos, ya era noche y recuerdo que nos hablaron y nos explicaron, como pude hice un croquis, y no daba, Rika se dio cuenta que estaba al revés (risas), ya hicimos todo al revés y llegamos para tomar el microbús”, aseguró Cisneros papá.
Una de las fotos que siempre recuerdan es una en la que los Ricardo’s aparecen caminando en la terracería, bajo un intenso sol y con rumbo a un partido de futbol, “fue allá en Victoria donde surgió esa foto”.
Otra anécdota que contó con un nudo en garganta es que varias ocasiones le tocó pasar hambre, “tú sabes que íbamos justos, a veces se podía que nos apoyaran, otras veces no, entonces en ocasiones íbamos al centro a los puestos a comer, Rika sí comía, a mi me decía, ‘papá tú también come’, pero si comía nos quedábamos sin transporte, yo sólo le decía que no tenía hambre”.
TODO ESO VALIÓ LA PENA
Tras ser reconocido en Ciudad Victoria, con Furia Azul se ganó un lugar y empezó a jugar a pesar que eran mayores. Tuvo su experiencia en un Nacional con ellos, el equipo de Roberto Aguilar y ‘Taku’ Santana.
“Mi primer nacional que jugué fue en Sonora con Furia Azul y fue una bonita experiencia. Recuerdo que esa vez fue mi primera vez en avión, me apoyaron muchas personas para que pudiera ir junto a mis papás y en semifinales nos eliminaron pero preguntó por mí un visor”.
Todo eso derivó que Rika Alonso soñara con ser futbolista, “siempre quería salir en la tele jugando, pero después de eso, empecé a ver futuro, cuando los visores preguntaban por mí en torneos en los que participaba”, expresó.
Y así comenzó todo, pues cuando algo le pasa por su mente, no se detiene hasta lograrlo. Trabajó, peleó, mejoró y todo dio sus frutos pues empezó el camino al sueño.
SU PASO AL NECAXA
Tras destacar en diferentes torneos fue llamado por Necaxa, hizo pruebas y gustó, pasó los diferentes filtros, aunque cuentan que les bastó un entrenamiento para echarle el ojo y proponerle firmar.
“Fue difícil dejar a mi familia, a mi ciudad, yo tenía un sueño e ilusión de estar en fuerzas básicas en busca de mi sueño, así que cuando se dio la oportunidad la aproveché”.
Tenían que dejar la zona cañera tamaulipeca, primero fue Rika junto a su madre, y se les unió meses después su padre. Vendieron todo, “malbaratamos muchas cosas, fue algo difícil dejar 40 años de vida allá en Mante, pero era algo que teníamos que hacer para que nuestro hijo estuviera bien y tranquilo”, mencionó Ricardo papá.
SIN CASA, SIN MUCHAS COSAS PERO CON MUCHAS BENDICIONES
Rika Alonso recuerda lo que fue algo nuevo para él y sus padres, pues siempre tiene en mente el momento en el que llegaron a Aguascalientes, como ya lo mencionaron, “como la India María”, pues incluso no sabían ni dónde iban a dormir.
“No teníamos dónde quedarnos, éramos uno más, yo recuerdo que yo le dije a mi papá, ‘¿ahora que hacemos?’, él y mi mamá pues se movieron, con todo y maletas buscaron algo desesperados y en Facebook encontraron una amiga de mi mamá, supieron que habíamos llegado allá, y nos dieron asilo en su casa unos días en lo que encontrábamos algo”.
“Después fuimos con otros amigos de mis papás, ellos también nos apoyaron, porque puedo decirte que son personas a los que siempre les agradeceré enormemente por lo que hicieron, no teníamos ni dónde quedarnos ni en qué movernos y ellos nos apoyaron para iniciar mi sueño”, pronunció.
VENDIÓ PULSERAS PARA AYUDAR
En los primeros meses sus padres buscaron en que trabajar, su madre además de hacer el aseo en casas de la ciudad hidrocálida, fabricó pulseras, él se animó a ayudarle, con algo de vergüenza, como él mismo contó, pero con el tiempo entendió que no era nada malo hacerlo.
“Es un parque por mi casa, en el centro, vendimos pulseras… ella aprendió a hacer manualidades, porque ahí se juntaba mucha gente, entonces yo me iba con ella a vender. Entrenaba y a veces íbamos a vender en la tarde, sobre todo los fines de semana”.
“Recién llegué y sí, la verdad me daba pena, pero maduré, estar allá, en el equipo, me ha ayudado a mirar las cosas diferentes, fui entendiendo que nada es regalado, que todo te lo tienes que ganar y buscarlo, yo veía a mi mamá haciendo las pulseras a veces hasta la madrugada. A veces a ella le tocaba irse sola, mi papá trabajaba y ella se iba, porque yo no podía ir a veces porque me tocaba jugar o viajar, entonces ver el esfuerzo que ella hacía, hizo que se me quitara la pena”, contó.
Su madre orgullosa cuenta que sintió bonito el mirar que a él no le importaba estar en la venta. Incluso lo pusieron a prueba en una ocasión, “una ocasión le dije que se metiera a vender a un lugar, que ofreciera; lo que me sorprendió fue que cuando regresó vendió varias, y el dinero que traía dijo: ‘ya tenemos dinero para la comida’, lejos de pensar en otras cosas, en comprarse cosas él o pedir, era muy consiente”, explicó.
LAS LESIONES CASI LO HACEN RENDIRSE
A pesar de tener un gran talento para el fútbol, Ricardo enfrentó varios obstáculos en el camino, siendo las lesiones una de las pruebas más duras. En un momento, llegó a pensar que su sueño se desvanecería. Sin embargo, la experiencia le enseñó a ser más resiliente y a comprender que los desafíos forman parte del camino hacia el éxito.
“Tuve varias lesiones, y una de las más difíciles fue cuando estaba en la Sub-14. Llegué a pensar en abandonar mi sueño, porque no jugaba mucho, tenía pocos minutos en el campo y me frustraba. Me costaba entender por qué no podía estar jugando más. Pero todo cambió cuando llegué a la Sub-15, cuando el entrenador confió en mí y me dio más minutos. Esa fue una etapa muy bonita porque, además de ganar varios torneos, llegamos a la final, lo cual fue una experiencia única. A veces, en los momentos más difíciles, uno no ve el futuro, pero es en esos momentos cuando más se aprende”.
Una lesión grave en la rodilla fue un golpe duro para Ricardo, justo cuando había comenzado a ganar confianza y protagonismo en su equipo ya en una categoría mayor. Sin embargo, lo que en un principio parecía ser un obstáculo insuperable, terminó por fortalecer su mentalidad y su visión sobre lo que realmente importa en la vida.
“Una de las etapas más difíciles fue cuando me lesioné el ligamento cruzado. Fue en un entrenamiento, justo antes de un torneo en Estados Unidos. Me operaron en Guadalajara, y aunque todo salió bien, la recuperación fue muy dura. Especialmente porque en mi casa, para entrar tenía que hacerlo por unas escaleras y era muy complicado. Al principio, me sentía frustrado, sentía que todo se había ido lejos, que me habían quitado la oportunidad de estar con mi equipo, de ser parte de lo que había construido. En las noches, me venían muchas dudas, me preguntaba, ‘¿por qué me pasa esto?’ Le decía a Dios por qué me quitaba esa oportunidad, pero con el tiempo entendí que todo pasa por algo. Esa lesión me ayudó a madurar, a tener una mentalidad diferente y más fuerte. Hoy, sé que esas pruebas son las que me han hecho la persona y el jugador que soy”, expuso.
SU CAMINO EL TÍTULO
Tras la lesión y regresar, mostró un nivel tremendo y empezó a ganarse la titularidad. Ya en la Sub-17, ha mostrado su mejor nivel junto a sus compañeros. El equipo en este Apertura 2024 alcanzó la gloria, y el campeonato se convirtió en un logro trascendental en su carrera.
“Fue un torneo muy bueno. Fuimos líderes, fuimos el mejor equipo y lo coronamos. Te puedo decir que en la ida no fue mi mejor partido pero me dieron la confianza de ser capitán en la final de vuelta, tenía claro lo que quería. Junté a los defensas y les dije: ‘Son los últimos minutos, vamos a prometernos algo: no vamos a dejar que nos metan un gol más, vamos a hacer lo nuestro’. Fue algo impresionante, ese partido jugué bien, el equipo logró la victoria, y conseguimos el campeonato. Fuimos los primeros en ganar ese título en Necaxa en fuerzas básicas, y lo hicimos invictos. Esa fue una alegría enorme, no sólo para mí, sino para toda mi familia. Levantar la copa fue el mejor momento de mi vida hasta ahora”.
Mirando hacia atrás, Ricardo no puede evitar sentirse orgulloso de todo lo que ha logrado, pero también sabe que el camino no ha sido fácil. Cada paso que ha dado ha sido el resultado de trabajo, sacrificio y una mentalidad de nunca rendirse, aunque las circunstancias fueran difíciles.
“Hoy, cuando veo las fotos de mi tiempo en El Mante, me siento muy orgulloso de lo que he logrado. Todo lo que ha pasado en mi vida tiene un propósito, y de cada experiencia he aprendido algo. No solo en el fútbol, sino también en la vida. Mi sueño ahora es llegar a la selección mexicana, y ojalá algún día poder jugar en la selección mayor. Mi objetivo es seguir creciendo en el fútbol, y si lo logro, quiero darle todo el apoyo a mis papás, porque son ellos quienes han hecho posible que yo esté aquí”, dijo.
SUS PADRES Y EL APOYO INCONDICIONAL
Para Ricardo, sus padres han sido su mayor fuente de inspiración. Desde el principio, su papá fue su primer entrenador, y su mamá ha sido su apoyo constante. El sacrificio de ellos no sólo le dio la oportunidad de soñar, sino que también lo impulsó a seguir adelante cuando las cosas no parecían fáciles.
“Mi mamá y mi papá siempre se esfuerzan, pero nunca se quejan. Ellos son mi mayor motivación. Ellos me enseñaron que la vida no es fácil, pero que siempre hay que seguir adelante, sin importar las dificultades. Mi mamá siempre está para mi hermana y para mí, ha dado más de lo que tiene a veces, y mi papá fue el primero que creyó en mí. Siempre será especial para mí porque fue mi primer entrenador, y gracias a su apoyo, hoy puedo estar donde estoy. Para mí, ellos son todo, y mi familia también es mi mayor fortaleza”.
LA META ES SER DE PRIMERA
Ahora, con la mirada puesta en el futuro, Ricardo tiene claro que su sueño es debutar en la liga profesional y seguir alcanzando metas en su carrera. Quiere hacerlo por él, pero sobre todo, por su familia.
“Mi gran meta ahora es debutar en la liga profesional. Quiero demostrarles a mis papás que todo su esfuerzo ha valido la pena. Ellos siempre han estado ahí para mí, y quiero darles algo grande a cambio. Si logro debutar, quiero seguir creciendo y seguir luchando por ser alguien importante en el fútbol. Mi sueño es poder llegar lejos. Y si Dios me lo permite, algún día llegaré a la selección mexicana.”
La historia de Ricardo Alonso es un claro ejemplo de que los sueños no se alcanzan de la noche a la mañana, pero con esfuerzo, sacrificio y un corazón lleno de determinación, todo es posible.
Desde su niñez y las calles en El Mante y Ciudad Victoria, hasta su presente como capitán en fuerzas básicas en los Rayos del Necaxa, Ricardo ha demostrado que, más allá de los obstáculos, lo que realmente importa es la perseverancia y la capacidad de reinventarse ante las adversidades.
Su camino, marcado por sacrificios personales y familiares, es testimonio de que el éxito se construye desde las bases de la humildad, la constancia y el trabajo en familia.
Y sin duda, más allá de ser jugador profesional, terminará por ser un ejemplo de lucha para su familia, para su ciudad y para todos aquellos que sueñan con alcanzar lo imposible.
Con los ojos puestos en el futuro, Ricardo Alonso sigue demostrando que, cuando el sueño es más grande que las dificultades, no hay obstáculo que lo frene. Y como él mismo lo dice: “todo lo que ha pasado en mi vida es por algo, de todo he aprendido, y sé que si sigo luchando, lo mejor está por venir”, concluyó.
POR DANIEL VÁZQUEZ
EXPRESO-LA RAZÓN