2 julio, 2025

2 julio, 2025

DESDE EL BANQUILLO

¿Tenemos el fútbol que merecemos?

DESDE EL BANQUILLO / FRANCISCO CORTEZ

El fútbol es el deporte con mayor aceptación en nuestro país. Su profesionalización ha alcanzado prácticamente todas sus áreas, pero no deja de ser una construcción colectiva en la que todos participamos.
Comencemos por los cimientos: los padres. Ellos llevan a sus hijos a entrenar, los apoyan en los partidos, invierten en torneos, en ropa deportiva y, sobre todo, en tiempo. Además, inculcan disciplina y respeto por las reglas, asegurándose de que sus hijos lleguen puntuales y cumplan con los lineamientos de su escuela de fútbol.
Por otro lado, hay quienes muestran poca disposición: llegan tarde a los entrenamientos, se molestan con los entrenadores cuando sus hijos no juegan, sin considerar que apenas asistieron a una sesión. Algunos incluso presionan para que cambien al técnico porque no les gusta su metodología. Otros inscriben a sus hijos en varios torneos solo porque los becan, rompiendo el gusto por el aprendizaje en el entrenamiento y haciendo que el niño prefiera jugar sin prepararse.
Luego están los entrenadores. Existen aquellos comprometidos con la formación, que se capacitan constantemente y ven más allá de los resultados, priorizando el desarrollo integral de los jugadores. Sin embargo, también están los que solo buscan victorias a cualquier costo, aquellos que prefieren reclutar a los mejores en lugar de formar talento y los que hablan de sistemas tácticos sin haber enseñado los fundamentos básicos del juego.
Los medios de comunicación juegan un papel importante; existen los que investigan, comparten las buenas nuevas, los que no se atreven a difamar sin tener evidencia de lo que se comparte, los que a través de sus notas motivan a los niños y a los padres de familia a seguir compitiendo y formándose en el fútbol. Pero también están los amarillistas, los que difaman sin pruebas, dañando el entorno y desalentando a jugadores y entrenadores.
Con el paso del tiempo, el niño se convierte en adolescente, reflejando lo que se sembró en él, así como sus anhelos personales.
Esta etapa es de las más críticas, ya que la mayoría de los padres sueltan a los hijos porque ya son adolescentes, dejan de invertir en su rendimiento (algunos) y los entrenadores ven que la inversión ya no está en el joven que no paga, sino en el niño cuyo padre aún invierte por él. Claro que en todos estos personajes habrá excepciones, ya que existen excelentes promotores deportivos y entrenadores de vocación que siguen apostando por los jóvenes, aunque pierdan más de lo que puedan ganar económicamente.
Al final de esta etapa o durante ella existen dos caminos: el sector amateur y el profesional. En ambos llegarán esos niños, padres, entrenadores, directivos, afición y medios de comunicación, pero en el segundo será más visible ante los ojos de la gente.
Solo hay una seguridad que tenemos todos los involucrados en el fútbol: que fuimos niños, sea cual sea nuestra profesión dentro del fútbol.
¿Será que ese medio de comunicación que se vende para llevar a cabo una campaña de desprestigio sin saber ni conocer a la persona a la que ataca fue ese niño cuyos padres obligaban al entrenador a que lo hiciera jugar sin entrenar un solo día? Aprendió que el camino corto y sin esfuerzo es el bueno.
O ese joven que entrena día con día para ganarse un lugar en el primer equipo, estudia, cuida de su alimentación y del juego limpio, ¿será ese niño que tuvo un entrenador formador, unos padres que priorizaban el aprendizaje, la disciplina y los valores antes que cualquier resultado?
Al final, todos estamos conectados al fútbol. Todos lo construimos, desde el niño que lo juega, el aficionado que paga una buena cantidad por adquirir su playera, el puesto de comida en el estadio, el policía que cuida de la seguridad del recinto, etc.
La pregunta sigue en el aire: ¿Tenemos el fútbol que merecemos?

POR FRANCISCO CORTEZ

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