En 1906, Matthew Warner, veterano de la Guerra Civil Americana y radicado en San Antonio, encabezó a un grupo de granjeros estadounidenses procedentes de diversos puntos de Texas, Illinois, Iowa, Nebraska, Oklahoma y Nuevo México, que en busca de mejores horizontes arribaron en abril de ese año al puerto de Tampico.
Todos ellos agricultores y ganaderos de experiencia, traían a sus familias y propiedades, con la intención de radicar definitivamente en Tamaulipas. Para formar una colonia americana en la hacienda del Atascador, jurisdicción de la villa de Quintero.
Los colonos que habían visitado tiempo atrás el lugar, se expresaron en términos favorables de la ganadería de la región, y coincidían que la zona eramejor para el criadero de ganado mayor, que las regiones que, a ese fin, se destinaban en las entidades estadounidenses de donde provenían.
Uno de los ranchos pertenecientes a dicha hacienda, era el llamado “Tepehuaje”, localizado cerca de la estación “Coco”, Estado de San Luis Potosí.
Ese lugar fue el escogido por Matthew Gourd para establecerse con su hija y sobrina. Indagando sobre Gourd, descubrí que nació el 25 de enero de 1858 en Cornwall, Inglaterra y que era hijo de los irlandeses Rd. Gourd y Mary A. Gourd. A corta edad, se embarcó en Liverpool con sus padres y sus hermanos pequeños William y Elizeth, arribando a Nueva York el 23 de mayo de 1867.
En su edad adulta se estableció en Corning, Iowa, casándose en 1879 con una joven de Indiana de nombre Elmyra E. Gourd. La pareja procreó el 31 de octubre de 1883 a su hija Lillie Gourd. Para el año de 1900, según un censo de Estados Unidos, vivía ya con ellos su sobrina Edna Gourd, nacida el 25 de agosto de 1893, hija de su hermano William y de Edna E. Williams.
El 14 de agosto de 1901, Mr. Matthew quedó viudo, por lo que años después, decidió venir a probar suerte a México. El señor Gourd se convirtióen uno de los miembros más honorables de la colonia americana el Atascador, y se había distinguido por su laboriosidad y por su afable trato, mientras que las señoritas tenían muchas simpatías en la comarca por su juventud y belleza, así como por otras muchas cualidades.
UNA GAVILLA DE BANDIDOS ASALTA EL RANCHO
A mediados de 1913, la vida de la familia Gourd se desliaba con la mayor tranquilidad: el padre entregado a los negocios, con los que subvenía a las necesidades de su familia, y las señoritas hacían labores domésticas y demás trabajos propios de la casa.
El 26 de julio, cerca de la media noche, cuando todos los vecinos del rancho se habían entregado al sueño, se presentó una gavilla integrada por unos cuantos bandidos que, desde luego, se dirigieron a la casa del norteamericano, haciendo pedazos una de las ventanas y penetrando al interior al son de gritos vandálicos y disparando sus armas.
El señor Gourd, todavía con ropas de noche, salió a ver lo que ocurría, por lo que fue detenido por los asaltantes, que lo condujeron a la parte de atrás de la finca y ahí lo ataron a un mezquite, sin atender a sus suplicas, las que contestaban con golpes. Dos bandidos quedaron cuidando al señor Gourd, en tanto que el resto penetró a las habitaciones, donde las infelices señoritas se habían encerrado, poseídas de verdadero pánico.
EXIGEN QUE LES ENTREGUE TODO EL DINERO
Fácil fue a los asaltantes llegar hasta el sitio donde se habían ocultado la hija y la sobrina del gringo, y amenazándolas con las carabinas, las obligaron a que hicieran entrega de todo el dinero que hubiera en la casa, reuniéndose la suma de cuarenta pesos, que quedaron en poder de los facinerosos.
No contentos estos con los anteriores atentados, cometieron los más miserables ultrajes a las indefensas mujeres, que se habían puesto de rodillas, rogando con lágrimas y sollozos que les respetara. Los feroces bandidos, sin atender a aquellas demandas, que debían haber conmovido hasta las entrañas de una fiera, se llevaron entre cuatro hombres a las señoritas y, detalle que hace estallar la indignación, delante del anciano padre, atado a un árbol y próximo a desfallecer, cometieron con ellas atroces atentados. Cuando las señoritas volvieron en sí y se dieron cuenta del monstruoso atentado del que había sido víctimas, buscaron a Gourd y lo desataron del árbol.
LOS INFAMES BANDIDOS NO FUERON MOLESTADOS
Después de los anteriores hechos, los bandidos se repartieron la suma de dinero que le habían quitado a Gourd, y se retiraron tranquilamente, sin que nadie los hubiera molestado, pues en el apartado rancho donde cometieron sus villanías, ninguno podía haber defendido a la desventurada familia norteamericana.
Varios días estuvieron los facinerosos ocultos en el puerto de Tampico, hasta donde huyeron, con ese súbito temor que se apodera de los criminales poco después que han cometido un delito; pero, después de algún tiempo, viendo que no se les perseguía ni se les molestaba, se atrevieron a regresar al rancho donde eran nativos, llamado “El Limón”, situado en la parte potosina que colindaba con la municipalidad de Quintero, y muy cercano al rancho del “Tepehuaje”, donde habían cometido el delito.
La impunidad más grande hizo que los bandidos no volvieran a acordarse de aquella negra noche en que atropellaron a las tres indefensas víctimas, ensañándose con ellas en atentados peores mil veces que la muerte.
Ni las autoridades civiles, ni las militares, no obstante que el crimen había causado la mayor indignación en los contornos, se ocuparon de esclarecer el delito, que permanecía en el misterio, pues el coronel Trías, que mandaba en aquel entonces la columna que operaba en la vía entre San Luis y Tampico, y a quien le fue consignado el hecho para hacer las averiguaciones del caso, nada hizo en ese sentido.
GOURD SE QUEJA EN LA EMBAJADA
A principios de agosto, Mr. Matthew Gourd dejó atrás la vergüenza de hacer públicos los horribles sucesos y se resolvió a poner en conocimiento a su Embajada de Tampico, las infamias que se habían cometido en el Tepehuaje la noche del 26 de julio de 1913, pidiendo que se aplicara el castigo a los criminales, tan luego como se diera con ellos.
El cónsul americano en el puerto, era en ese tiempo Mr. C. A. Miller. La Secretaria de Relaciones y la de la Guerra tomaron cartas en el asunto, y fue encomendada al coronel Ignacio M. Corona, jefe de las operaciones en aquella región, la captura de los odiosos bandidos y el inmediato esclarecimiento de los hechos. El coronel Corona, con gran actividad y empeño, nombró un juez especial para esa averiguación, recayendo la tarea en el mayor de infantería Pedro Piña M., y como secretario al subteniente del 20° Regimiento de Infantería, Luis Manríquez.
Mientras eso pasaba, las señoritas Gourd se embarcaban de Tampico a Nueva Orleans en el S. S. Seneewald, llegando a ese puerto el 9 de agosto de 1913, según consta en una lista de pasajeros consultada.
SE EMPRENDE LA PERSECUCIÓN DE LOS BANDIDOS
De Cárdenas salieron poco después de recibir los nombramientos, los señores Piña y Manríquez, al frente de una columna de caballería, dirigiéndose desde luego a la Estación Coco. No se tenía ni la más remota sospecha de quienes serían los autores del nefando crimen del Tepehuaje, pues era imposible que el señor Gourd y sus hijas, únicas personas que los vieron esa noche, pudieran tener idea del paradero de sus victimarios.
Pero la pericia del mayor Pedro Piña y su secretario el subteniente Manríquez, los llevó a internarse en la sierra y después de cuatro días de fatigas y penalidades, dieron con el extremo del ovillo. Inquiriendo aquí y allá, el mayor Piña logró la captura de un individuo llamado Daniel Cruz, sobre el cual recaían vehementes sospechas de ser uno de los autores del asalto.
Sujetado a un laborioso interrogatorio, el sospechoso acabó por confesar su crimen, delatando a los demás cómplices, los cuales, en número de ocho, fueron aprendidos pocos días después, cuando menos se lo esperaban. De esos ocho, sólo cuatro eran los que efectuaron materialmente el delito, mientras que el resto eran sus encubridores.
LOS REOS SON TRASLADADOS A SAN LUIS POTOSÍ
Los nombres de los detenidos eran: Mateo Cruz, cabecilla, que condujo a los demás a la comisión del delito; Simón Cruz, que recibió el dinero robado y fue uno de los que ultrajaron a las señoritas; Daniel Cruz, individuo que también entró a la casa y ultrajo a las damiselas, siendo el primero en confesar su atroz delito, debido a preguntas especiales que le hizo el juez; y por ultimo Dámaseno Ávila, que fue quien lazó y amarró a Gourd, negándose a confesar su delito, hasta que el juez logró arrancarle la verdad.
La Secretaria de Guerra ordenó que se turnara la causa al general jefe de las armas en San Luis Potosí, procediéndose al traslado de los reos a dicha ciudad, lo cual se llevó a efecto el día 29 de octubre de 1913. La prensa de esa época decía que era probable que el caso fuera turnado al Procurador General de la República.
POR MARVIN OSIRIS HUERTA MÁRQUEZ