¡Cuatro horas, joven! ¡cuatro horas! y para que al final me dijeran que no hay medicinas! – dijo don Chucho quitándose la gorra, dejando ver su blanca cabellera. – ¿Y qué le dijo el doctor, Don Chuy? – preguntó el Caminante.
– ¿Pos qué va a decir? Nada, él ni siquiera me vio a los ojos ni me palpó la panza, solo me dió la receta y me mandó pa’fuera. – No pos, yo también estaría que echaba madres – respondió el vago reportero. El enojo del hombre estaba más que justificado, pues había perdido toda una mañana un día antes, sin poder darle tratamiento a su infección estomacal.
Y es que hacer cuatro o cinco “horas nalga” inútilmente hace encabronar a cualquiera. Don Chuy incluso mencionó que cuando va al IMSS, siente que sale más enfermo que cuando llegó. “Si ya me había pasado antes, pero bueno, ya mejor me vine aquí que a fin de cuentas es más rápido y las medicinas están a la mano, y aunque las tenga que comprar, pues al menos si las hay”, agregó.
Los demás pacientes sentados en la sala de espera de aquel consultorio de la farmacia de la botarga, asentían moviendo la cabeza en señal de confirmación al escuchar las palabras del viejo. Así como Don Jesús, muchas personas aseguran que la atención, en los consultorios anexos a las farmacias de medicamentos genéricos son más rápidas que en el IMSS.
Cada uno de los presentes tenían más de una anécdota que contar …las cuales no dejaban muy bien parado al Instituto Mexicano del Seguro Social. Y no es para menos. La desconfianza en el sistema de salud mexicano tiene raíces añejas por razones de hace muchas décadas.
La sobrecarga del sistema es evidente, pues hay una demanda que supera constantemente la capacidad disponible, lo que resulta en tiempos de espera que parecen eteeeeenos y una atención médica deficiente …y rapidito, porque somos muchos. Y esto como diría el meme de moda: “perdónenmenme todos pero no acecto”.
Además, la calidad de los servicios es otra fuente de preocupación. Continuamente se escuchan experiencias que rayan en lo tenebroso por parte de pacientes, las cuales revelan problemas gravísimos, como la falta de medicamentos, equipos obsoletos, instalaciones en mal estado y una escasez crítica de personal.
Estas cuestiones prácticamente destruyen la confianza de la población en el sistema de salud incluso para atender siquiera el llamado “primer nivel”, es decir, la consulta externa general, atención dental, estudios de laboratorio clínico básico y radiografías simples.
La falta de especialistas médicos empeora la situación. La frustración de los pacientes al tener que esperar meses para una consulta un estudio, un ultrasonido o una tomografía, los lleva incluso a “dejarse morir” en otras palabras, abandonar cualquier tratamiento o seguimiento a sus citas. Tal es el grado de descontento, que incluso personas con seguro social prefieren asistir siempre a esos consultorios.
Por ejemplo, doña Trinidad, llevó a su hija a revisión médica en un consultorio de este tipo. “Si vamos al IMSS, solo nos atienden si estamos muriéndonos.
Aquí es más rápido y económico”, dijo. Los pacientes también mencionaron que otro motivo por el que el IMSS se ha convertido en la última opción es la necesidad de llegar temprano para alcanzar una consulta, lo que provoca más complicaciones.
“Yo tengo seguro, pero como vengo de un ejido que está lejos, es imposible que llegue a tiempo, entonces allá en el Seguro si llegas tarde, pierdes tu cita, noooo mejor me vengo a acá, aquí es mucho mejor”, comentó otra paciente.
En general, la población prefiere (hasta en un 90% de acuerdo a estudios recientes) acudir a consultorios anexos a farmacias porque los atienden como (en teoría) deberían ser tratados en el IMSS: con rapidez, amabilidad y buena calidad en el servicio.
Hay que decirlo: los consultorios en farmacias como las de Similares, Guadalajara, del Ahorro y muchas más, han venido a ahorrarle chamba al IMSS y al ISSSTE.
Pero la cuestión se vuelve problema cuando el paciente necesita atención de segundo nivel, el consiste en servicios de hospitalización, urgencias, y atención médica especializada, o el tercer nivel, en el cual se atienden padecimientos de mayor complejidad como oncológicos, que requieren trasplantes de órganos o una cirugía mayor.
Más para bien que para mal, estos consultorios se ubican por toda la capital, resolviendo problemas de salud leves a bajo costo, aunque habrá un gran sector de la población que no confíe en ellos …algo que a decir verdad no hay en muchos otros países. Demasiada pata de perro por esta semana.
POR JORGE ZAMORA