21 abril, 2025

21 abril, 2025

Antes referentes de salud o arte, ahora tiendas chinas y abandono

Los edificios del centro de Victoria no solo son estructuras construidas con materiales locales. Son testigos de la vida de generaciones.

CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.- Durante años, el centro de la ciudad fue un epicentro de vida, con construcciones de gran impacto. Sin embargo, con el paso del tiempo, aquellos edificios que alguna vez albergaron sueños y cultura han cedido ante el olvido. Lo que antes era un símbolo de identidad y comunidad, hoy se encuentra sepultado bajo capas de polvo y la incesante llegada del comercio asiático.

Ya no sorprende a nadie ver que algunas de las calles más emblemáticas de Victoria se han convertido en corredores de la cultura oriental, repletos de locales de comida china, tiendas de importaciones niponas y cafeterías con productos coreanos y japoneses, impulsados por la fiebre del K-pop y el anime. Sin embargo, en este auge comercial, el rescate de espacios históricos no ha sido para devolverles su esplendor original, sino para transformarlos en escaparates de mercancías baratas y artículos de consumo masivo.

El renacer de un edificio… sin alma
Un claro ejemplo de esta metamorfosis se encuentra en la esquina de 17 Ignacio Allende y Nicolás Bravo. Durante décadas, este edificio permaneció como un esqueleto urbano, testigo mudo del abandono de la sociedad, las autoridades e incluso de los empresarios locales. Lo que alguna vez fue la farmacia de ISSSTE y pudo haber sido rehabilitado como un espacio cultural o incluso una dependencia de gobierno, ahora está destinado a convertirse en una tienda de baratijas chinas. Sus paredes, antes cubiertas de escombros y grafitis, ahora reciben una nueva capa de pintura no para devolverle su dignidad, sino para adaptarlo a su nueva función: el consumismo desechable.

A pocos metros de ahí, se encuentra otro ícono de la nostalgia: el viejo Cine Alameda. Cuántas generaciones no pasaron por sus butacas rojas, esperando el inicio de una película que los transportaría a otros mundos. En su pantalla se proyectaron las hazañas de los Almada, las ocurrencias de la India María y Cantinflas, así como la inocencia de Bambi y Dumbo. También se recuerdan las noches en que el terror se apoderaba de la sala con ‘El Exorcista’, mientras los espectadores se abrazaban con miedo y emoción.

Muchos aún evocan las tardes en que sus padres los llevaban al cine, les compraban un refresco y unas palomitas, y luego los dejaban ahí para irse a jugar fútbol con los amigos. Para algunos, era un ritual de infancia; para otros, el cine era su segunda casa, donde sus familiares trabajaban tras la taquilla o en la dulcería.

A pesar de las múltiples peticiones de grupos ciudadanos y vecinos por rescatar este inmueble y devolverle su esencia artística, cada administración municipal ha prometido su restauración, pero nunca ha pasado del discurso. Ahí sigue, con su fachada desgastada y su marquesina rota, esperando un milagro que parece nunca llegar.

El abrazo nostálgico de la ciudad
En esa misma cuadra, otro edificio emblemático yace en la sombra del tiempo. Alguna vez fue una farmacia también, un punto de referencia para quienes buscaban medicinas y remedios tradicionales. Hoy, apenas quedan sus muros desgastados, cubiertos de anuncios descoloridos y grafitis que cuentan su propia historia de abandono.
Los edificios del centro de Victoria no solo son estructuras construidas con materiales locales. Son testigos de la vida de generaciones, de risas infantiles, de primeros amores en las salas de cine, de las voces de médicos que atendieron a familias enteras. Cada pared tiene su propia historia, cada rincón resguarda un recuerdo.
Pero en lugar de recuperar esos espacios para la cultura, el arte o la memoria colectiva, se les está cediendo al comercio globalizado. La nostalgia pesa, porque aunque la ciudad avanza y se transforma, algunos lugares no deberían perder su alma en el proceso.

Por Raúl López García

Facebook
Twitter
WhatsApp