31 marzo, 2025

31 marzo, 2025

El lado por donde masca la iguana

CRÓNICAS DE LA CALLE / RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA 

Ser como la vida así de universales, sin visa para entrar y salir de la cocina, con gente de pie o que camine. Seres sentados a la orilla milimétrica de la regla. Seamos libres, seamos libros pequeños digeribles de una sola mordida.

Acomodémonos en el viento y volemos alto por si un pájaro se atraviesa. Sé que somos cautivos de una mirada, del aleteo de una mosca, pareciera que nos vamos para siempre para después volver.

En el ser cabe un poco de la nada, en la sangre se fatiga el cansancio de cada puerta que se abre y cierra miles de veces al año. Para salir de casa hay que conocer cada recorrido, contar los pasos que esperan en el suelo de la sala, conocer de qué madera esta hecha y por cuál lado masca la iguana.

Se corre el riesgo, siendo novato, de enamorarse de las cosas pasajeras junto a la ventana, del extenuante perfume de la existencia, de una hoja de plátano donde ronda una abeja, de ese tiempo en las manos dibujadas.

Por donde vagamos se acepta la evasión de otros lugares, el vacío sin nosotros, se reconoce lo que pronto será  olvido. Se desconocen los incidentes que hubo hoy en la central de autobuses y el nombre de los pasajeros que no alcanzaron boleto. Así como los ganadores destruyen el sueño de otros supongo debió ser triste.

Llevamos la mochila del soldado, cabe apenas un pasta dentífrica, dos latas de atún, la ancestral frazada, una navaja con cuchara y tenedor de la vieja guardia antes de volver a casa. Hay contacto vía WhatsApp en una tarde iluminada, con los pies a la orilla del río escribimos acerca de esta guerra fría.

De modo muy somero limpio las botas embarradas de lodo, pasa un rato por la calle, también el velador cobrando la noche, de perdido hay voz baja para leer un libro del existencialista Camus.

Aquí está toda la literatura, todo el contexto y las condiciones legales para no circular en sentido contrario a quienes van al baño y regresan el sábado. De cuajo se forma el paisaje y se hace historia sin cesar. 

En el hueco más claro de la mano creció un árbol, desde ahí se pudo descubrir América con el litro de pulque. Aquí puedo introducir un comentario, un código sin descifrar entre la vegetación que se extinguirá mañana. Seamos el museo del pensamiento en la calle, el tumulto de arroz a mediodía. Allí están las escrituras de la calle.

Vamos en Uber al encuentro de las palabras, ya llevamos varias, pregunto en las casas y nadie sabe cuál es la que conecta. Hemos sido invitados de piedra, espectadores y espectáculo, entrada y salida del sol, estrellas alineadas para una ruleta rusa. 

Con oídos pedestres escuchamos los pájaros con su instrumental de aire que a esas alturas huyen del invierno y se reúnen al fondo del pasillo donde se ubica el buzón de los fantasmas. El sabotaje fue asunto de gatos y del rumor de pisadas que pasaron a cada rato. Y ahí en ese lugar común, junto a los adornos y floresta del monte habitado, desciende por su tallo en poco de Primavera. Se antoja una fotografía antes de que el sitio envejezca. 

Y nada. En lo que se hace el viaje, uno de entre todos piensa en el operador, ¿Quién mueve el tiempo en sentido contrario a las manecillas del reloj y se construye un mar de cuestiones innecesarias? Se es como la vida en todos lados, ser la punzada de una torcedura, un consumo, la señal muy clara de auxilio emanada de la tierra. 

Ser como la vida tan pronto se vea claro, como niños diarios que abren por primera vez los ojos y ven un poema, y leen otros cuerpos y conocen los secretos. A cierta distancia un elevador sube la sombra debajo de la cortina, se escucha que no llueve, el día empieza a ser jueves antes del tren de las cuatro de la mañana.

HASTA PRONTO 

POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA 

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