Con el tiempo he visto pasar la verdad enfrente de mis nariz y después volverse mentira. En un amplio y amotinado vecindario la verdad se esquilma, surge el agregado cultural que desvanece la esencia y a la vuelta de año es un mito, una bolsa de mentiras.
El gran poder de la verdad mueve al mundo, está por todas partes aún en su estado de invisibilidad, en el escondite secreto, en el verbo pasado, presente y aún en el imprevisto futuro. No obstante la mentira estremece y se ha vuelto la clave del mundillo político cuando el prometer no empobrece.
La mentira por más que nos preocupe es una entidad relajada, no se molesta en agregar explicaciones. Por eso la verdad no goza de buena reputación. Se miente para complacer al cliente.
Por dentro, nadie se miente a si mismo, pero eso sí: viajamos a la isla fantástica y ahí vivimos en un castillo de arena, somos temerarios, príncipes que rescatan a su reina desde el último IPhone. En realidad hay personajes que hicieron de la mentira una vida y así vivieron. Y nadie hizo nada. Eran bien buenos para echar mentiras.
Por mentirosos ocurre que un día dicen una cosa y luego se les olvida, tienen un baúl de mascaras, farsas, dicen que son ricos, para darse el taco, aún cuando para darse el taco no se ocupe ni un varo; la raza termina por no creer ni cómo se llaman.
Con una mentira bien plantada se va la luz y al volver los personajes no son los mismos, ni el pueblo, ni un país entero, aunque se llamen igual. La mentira nubla, oscurece la atmosfera, y lo que al principio resplandece, al ser descubierto termina por oscurecer el ambiente.
El engaño es la principal estrategia de la mentira y el resultado suele ser una estafa, un delito bien planeado. Hay que reconocer que se nace o no con esa habilidad. El estafador manipula el tablero y piensa cada jugada contra quien juega limpio, y es más, antes de llegar a la casa del amigo, todavía en el automóvil, el individuo va planeando las palabras con las cuales convencer, enredar, hacer creer y finalmente engañar al amigo.
La mentira y la verdad en su estado orgánico producen, es decir en sentido utilitario agitan el agua, provocan reacciones violentas y condiciones pacíficas, ambas son el alfa y el omega de Dios y de todo lo contrario, y estás con melón o con sandia, un hombre no puede pertenecer a ambas. No siempre la verdad se queda y la mentira se marcha a veces el espacio se ensancha y por así convenir a los intereses del barrio, todos callan y hasta celebran aniversarios y les levantan estatuas.
La verdad es absoluta en la naturaleza, es ahí en donde llueve y no en las palabras, aun con eso cada cual tiene una percepción distinta. Para unos llovió bastante, para otros fue leve y un ratito. Después nadie sabe quien de los dos miente.
Se miente también por la falta de léxico para describir y para comprender. Las imágenes traducidas a palabras van de una persona a otra y en el viaje, extraviadas, crean, desvían el tren que con exactitud debió llegar a la estación local y equivocó el lugar.
Habrá aquellos que mienten pero nomás tantito, como el que roba poquito, no mucho. Y hay como en el Can Can, salvación para todos mis amigos y yo. Una noche, ponga usted una noche estrellada, en una oración sencilla Dios, el dios que usted tenga, le perdona el día que por hambre se robo una gallina.
Un vato descubre una verdad y le alcanza para comprar un rancho. Luego se acostumbra y comienza a decir mentiras de la misma, con la credibilidad le alcanza para convencer al ingenuo, hasta que es descubierto y comienza un nuevo ciclo. En la siguiente charla que elabore no será una gallina sino un gallo o por qué no, un gallinazo.
HASTA PRONTO
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA