19 abril, 2025

19 abril, 2025

El misterio de los extraños visitantes 

CRÓNICAS DE LA CALLE / RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA

Todos somos visitantes de este momento. Veo gente que ya estaba aquí cuando llegamos. Nos vieron llegar con el equipaje desgastado de muchos viajes. La gente se asombra y habla del calzado, de la forma de decir las cosas que traemos. El recinto parece pequeño en cuanto se ativorra de curiosos espectadores que ignoran a lo que vinieron. 

Es sólo un momento, una simple mirada tal vez para saber, para oler la atmósfera e instalarse en el tiempo tan enorme que nos toca vivir. Somos visitantes y anfitriones, vivimos en la tierra, vamos a la tienda y la vistamos, nosotros inventamos extraños extraterrestres, entidades que surgen de la noche. 

Con los momentos se escribe la historieta, con las constantes visitas se construye. Hay encuentros furtivos con visitas a los ojos, extranjeros ajenos a las miradas, extraordinarios compañeros de viaje en días feriados. Las visitas suelen ser divertidas mientras tanto, les mostramos la casa y la ciudad, si hay una corta salimos de compras, los llevamos al parque y a la feria local. 

Venimos a esta tierra y no pudimos evitarlo y, gorrones, ahora no queremos irnos. Aunque nos corran, dejamos un chicle pegado abajo de la mesa. Si nos vamos nos extrañarán y nos olvidan. De recuerdo quedan las selfies tomadas a la menor provocación, la cama destendida en el tiempo, las ramas calladas, el eco de una voz en el pasillo, la luz todavía encendida, el tendedero sin ropa. 

Los visitantes son amables antes de los tres días, después quien sabe. Uno igualmente podría no ser tan insoportable. Hay lugares del planeta donde los anfitriones se molestan si te hospedas poco tiempo, no obstante por algo son visitas y pronto inauguran otro sitio donde quedarse. La vida creó gente especialista en aparecer en cualquier parte. 

Somos visitantes por un tiempo y de alguna manera, nunca sabremos cómo, nos iremos. Somos infinitamente distintos uno del otro y pretendemos ser iguales sin lograrlo ¿y cómo?: Unos somos morenos y otros de holgada piel rosada, blancos como el arroz o amarillos como cerillos encendidos. En Ia boca tenemos incisivos como cerruchos, como los canes, somos feos y guapos al mismo tiempo según el sitio del escarnio, a kilometros sabemos que ahí viene otro de nosotros. 

Somos además visitantes tranquilos y guerreros, comemos raíces, plantas, y animales que se dejan depredar y domesticar por nosotros, somos buenos cuando no hacemos daño a otro. 

Por la noche bajo la enorme bóveda se ven sombras de quienes nos visitan, rumbo al refri. Otro más viejo escurre hacia el baño y el más joven está ausente. Hay un visitante que se levanta temprano a meditar en el patio. Los anfitriones no saben qué onda con ellos. 

Se ignora si los primeros seres vivientes llegaron a la tierra de otro planeta, se ignora mucho de la primera parte de nuestra historia, dicen por ejemplo que hubo un tiempo en que aquellos que se asomaban por la ventana veían dioses pasando por la calle, muy campantes. Otro tiempo, que debieron ser siglos, dicen las escrituras del libro sagrado que hubo gigantes. 

Todos somos visitantes y estaremos un tiempo juntos pero no revueltos. Aquí están las maletas con las cuales llegamos trayendo los cachibaches comunes, un par de tenis y unas pantuflas. Una toalla y calzones que no falten por favor, una jaula para el gato. Está la mujer y los chavos, cada uno listo para cumplirle al desconocido destino, y quién sabe. 

Y es más, al voltear el tiempo buscas a los visitantes que vinieron para vacaciones y no los encuentras, de todas las formas ya ni te acuerdas, todavía que estuvieron únicamente dos semanas, sientes que los extrañas. 

HASTA PRONTO 

POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA

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