18 abril, 2025

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Asesinato de Iturbide ligado a Tamaulipas

La muerte del ex emperador Agustín de Iturbide quedó siempre ligada a nuestro estado, donde fue fusilado; luego se hicieron varios intentos por reinvindicarlo, al considerársele un hombre grande, ilustre, por ser quien consumó la independencia

Para inicios de la década de 1890, la prensa católica, tolerada por el régimen de Porfirio Díaz, como el diario “El duelo de la Patria”, fijaba ya abiertamente una posición reivindicadora de la memoria del ex emperador de México Agustín de Iturbide, cuya muerte quedaría siempre ligada a Tamaulipas.

La misma línea editorial se enfrascaría en un debate con “El Monitor Republicano”, sobre la figura de don Agustín, a quien el diario católico consideraba “el hombre más grande, más ilustre, más preclaro que ha nacido entre nosotros”. Tiempo después, el diario “La Voz de México” hizo pública una visita hecha por el Dr. A. Monsiváis a la villa de Padilla, quien como declarado y ferviente católico, se dijo extasiado al afirmar que, de tal experiencia, resultó el rescate de un crucifijo de madera que acompañó a Iturbide al momento de ser fusilado, y que permanecía en manos de una familia lugareña, que gustosamente se lo entregó.

EL REPROCHE DEL CRIMEN DE ITURBIDE, CALÓ EN TAMAULIPAS

El historiador Octavio Herrera menciona que no sólo la posición católico-conservadora salió a la palestra en esa época al rememorar la figura del ex emperador.

También una indiscutible pluma de sólido prestigio liberal se hizo presente: don Guillermo Prieto, quien basado en sus “Lecciones de Historia Patria”, publicó el 7 de mayo de 1892 un artículo en El Universal, en el que calificaba de “injusto y bárbaros” los actos del Congreso de Tamaulipas por el fusilamiento de Iturbide.

Esto sí caló hondo en Tamaulipas, motivando al profesor Ernesto de Keratry, maestro de Historia Patria del Instituto Literario de Ciudad Victoria, a publicar el libro “Apuntes para la historia del Congreso Constituyente de Las Tamaulipas”, cuya aparición acabó por destapar una Caja de Pandora en el contexto de la memoria oficial de la patria.

A la visita del doctor Monsiváis, le siguió años más tarde el interés de un conservador de la ciudad de México, que pretendió adquirir el solar donde había ocurrido la ejecución de Iturbide, “para erigir allí una capilla o un monumento de carácter expiatorio”, similar al que acababa de erigirse en Querétaro en el sitio del fusilamiento del emperador Maximiliano de Habsburgo. Esto alarmó al gobernador Guadalupe Mainero, procediendo a la adquisición del terreno por cuenta del gobierno del Estado, a la vez que decidió la erección de un monumento conmemorativo en ese sitio.

AL GOBERNADOR MAINERO LE PARECIÓ BUENA IDEA EL MONUMENTO

Sabedor de las críticas a las que se enfrentaría con tal decisión, don Guadalupe Mainero solicitó al profesor Keratry la reedición de su trabajo, que acabó por convertirse en otra obra editorial: “El Monumento de Padilla”.

En este texto se trascribieron las actas del Congreso General Constituyente, que declaró proscrito a Iturbide, en donde se dejaba en claro la simple aplicación de la disposición del Congreso general; la rectificación pública que hizo Guillermo Prieto, al salvar el honor del congreso de Tamaulipas en torno a estos hechos; y la justificación para erigir el monumento y las leyendas que lo acompañarían.

Queriendo acallar cualquier alud de la prensa liberal, en la que “El Imparcial” estuvo muy atento a los pasos del gobierno de Tamaulipas, las autoridades estatales aclararon que se construiría un “humilde monumento”, mismo que sería “destinado principalmente a conmemorar un suceso histórico de importancia, y al mismo tiempo a poner las cosas en su lugar, sin ofender la memoria del consumador de la Independencia”.

Dentro de las razones presentadas por el gobernador Mainero para realizar esta obra destaca: “Volver por el honor de Tamaulipas, cuyo buen nombre se ha querido mancillar con ese motivo, no solo por los publicistas conservadores, tan inclinados a calumniar al pueblo mexicano y a sus verdaderos héroes, sino también por mal aconsejados escritores liberales.

MONUMENTO A ITURBIDE FUE TOMANDO FORMA

El gobierno de Guadalupe Mainero decía que dadas las circunstancias del erario y del sentir del pueblo tamaulipeco, se reafirmaba que se erigiría solamente: “un simple monumento conmemorativo, de humildísimas condiciones; a reserva de que más tarde el Estado, o en su caso la Nación misma, erija un monumento de mayores proporciones o de más significación, que esté en armonía con la importancia del hecho”.

El monumento contendría cuatro placas en cada uno de sus costados. En dos de ellas se fijaría la mención básica del personaje y la contundencia del hecho histórico: “Agustín de Iturbide. Nació en Valladolid (hoy Morelia) el 10 de agosto de 1783”. “En este lugar fue ejecutado el 19 de Julio de 1824 a las 6 p.m”.

Las otras dos placas contendrían el mensaje político de la época, destacando sobre todo el papel de la autoridad originaria de la entidad en este trascendente hecho histórico: “Como mexicanos deploramos la ejecución del consumador de la Independencia Nacional”, mientras que otro texto diría: “Como republicanos y ciudadanos de este Estado, hacemos constar que la ejecución se debió a un decreto del Congreso Nacional”. En respuesta a las reacciones de la opinión pública, sobre todo a aquellas que alabaron el papel valiente del gobierno de Tamaulipas para hacer ese mínimo acto de justicia histórica, se llegó a plantear que en el remate del “humilde” monumento se colocara la efigie de un águila nacional rompiendo con su garra posada sobre el monumento, la espada emblemática de la guerra civil, además, se propuso variar la redacción de la última de las inscripciones, que rezaría: “El honor de los hombres públicos de Tamaulipas de aquél tiempo, consiste en haber hecho que se respetara la ley”.

LAS CRÍTICAS EN LA PRENSA NO SE HICIERON ESPERAR

En abril de 1901, meses antes de su inauguración, periódicos chilangos como “La Patria”, publicaron notas en contra de tal resolución, llamando al gobernador “el ex liberal que a última hora ha resultado amigo de los traidores”. En esas notas se decía que el coronel don Adolfo M. Obregón, amigo personal de Mainero, no quería hacerse solidario con la conducta del mandatario, a quien, si como amigo personal defendía, porque se lo imponía la lealtad, como mexicano lo atacaba porque se le imponía el patriotismo.

La noticia de la erección del monumento dio la vuelta a la república, y diversos periódicos lanzaron infinidad de críticas, como “El “Defensor del Pueblo” de Alvarado, Veracruz, que dijo: “Así pues, haciendo a un lado la defensa de los periódicos asalariados de Tamaulipas. Que no pueden tener voz ni voto en este asunto, y atendiendo la opinión de la prensa retrograda y la de uno que otro periódico liberal tibio, y comparándola con todo lo dicho por la prensa liberal y los clubs liberales, se ve que hay una mayoría abrumadora de ciudadanos que se oponen a la erección del monumento que pretenden hacer en Padilla.

Suponemos que el gobierno tamaulipeco, después de hacerse cargo de lo mal que ha sido acogida su antipatriótica idea, decidirá no ponerse en ridículo, es decir, que no erigirá el tan repetido monumento al ex emperador Iturbide, porque los traidores y malos hijos de la patria, no son dignos de veneración ni de que se les honre de ninguna manera”. En cambio, a Mainero lo respaldaba el “Periódico Oficial de Tamaulipas” y el “Espectador de Monterrey”, que, según los críticos, el gobernador debía tener cinco suscripciones pagadas por el tesoro de Tamaulipas.

EL GOBERNADOR NO VIVIÓ PARA VERLO

El licenciado Guadalupe Mainero Juárez, nacido en Matamoros, Tamaulipas, y cuya gestión se caracterizó por reorganizar la hacienda pública, la administración de justicia, la construcción de caminos para vincular las zonas productivas de la entidad y, sobre todo, por apoyar las reformas en el sistema educativo, falleció el 10 de agosto de 1901, siendo sustituido por el ex gobernador Alejandro Prieto.

Por lo tanto, no vio finalizada la obra que tantas críticas le trajeron en sus últimos días de vida. Finalmente, el monumento a Iturbide quedó listo para su inauguración el 27 de septiembre de 1901, en la primera conmemoración de la consumación de la independencia del siglo XX.

En 1904, el “Semanario Católico Ilustrado”, escribió que Tamaulipas tenía una mancha negra en las limpias páginas de la historia nacional, y ya que era imposible borrarla, cuando menos había hecho justicia con el monumento edificado en honor al hombre que “nos dio libertad, el inmortal don Agustín de Iturbide”. Añadiendo que al honrado patriota Guadalupe Mainero la muerte lo arrebató cuando hacia la felicidad al pueblo tamaulipeco con la erección del monumento, el cual, aunque sí se levantó, lo hizo sin la inscripción que se pondría, lo cual fue contra los deseos del fallecido mandatario.

POR MARVIN OSIRIS HUERTA MÁRQUEZ

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