CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.- Cada Domingo de Ramos, en pleno centro de Ciudad Victoria, entre el ir y venir de los fieles que acuden con devoción a iniciar la Semana Santa, hay una figura que se mantiene firme desde hace cuatro décadas: doña Sandra de la Cruz y su tradicional puesto de ramos.
Desde hace 40 años, esta mujer victorense forma parte del paisaje espiritual y comercial de la ciudad en esta fecha tan significativa para la comunidad católica.
Su historia comenzó siendo apenas una jovencita, cuando acompañaba a sus padres a vender palmas tejidas, cruces y adornos que simbolizan la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén.
“Mis papás fueron quienes empezaron con esto, y desde entonces aquí seguimos. Ya vamos en la segunda generación y mis hijas son la tercera.
Gracias a Dios seguimos con esta tradición”, comparte doña Sandra, mientras atiende con calidez a los fieles que llegan por su ramo antes de la bendición.
Cada año, fiel a la costumbre, se instala en la explanada de la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús, en la intersección de las calles 15 Juárez e Hidalgo, justo donde convergen la fe, la historia y la vida religiosa de la capital.
Este año, ella y sus hijas llegaron desde las 6 de la mañana, aunque recuerda que antes lo hacían desde las 5.
“Cuando las misas eran más temprano y había más movimiento”, dice con una sonrisa que refleja años de experiencia.
La preparación comienza tres días antes: compran las palmas, cortan flores, tejen cruces y ensartan adornos con esmero. Saben que no solo venden un producto, sino un símbolo de fe que será llevado a bendecir por miles de personas.
Aunque el sol castiga y las horas pasan, doña Sandra no se queja.
Sabe que su labor, más allá de ser un sustento, representa un legado vivo de fe, familia y tradición que se transmite de generación en generación.
Por Antonio H. Mandujano
EXPRESO-LA RAZON