20 abril, 2025

20 abril, 2025

Trump y el Plan México

FALJORITMO/JORGE FALJO

Donald Trump nació magnate por herencia y ha incursionado en todo tipo de emprendimientos; el negocio inmobiliario, incluyendo hotelería, casinos, campos de golf, siguiendo los pasos, y la herencia, de su padre. Además probó suerte con la venta de vinos, chocolates, corbatas, perfumes; en pocos de ellos fue realmente exitoso; en varios casos llevó a la quiebra estas empresas, pero siempre salió indemne en cuanto a su fortuna personal.

Trump buscó insistentemente la fama. Tuvo apariciones mínimas no realmente como actor sino para promocionarse. Se convirtió en la estrella de un reality show de concurso en el que se interpretaba a sí mismo como el empresario exitoso e implacable que descalificaba sin piedad a los concursantes que fallaban; hizo famoso su grito “estás despedido”. Fundó una universidad de negocios que más tarde fue demandada por fraude. Quebró en varias ocasiones y manejaba el monto de su fortuna inmobiliaria de manera muy volátil, con propiedades de muy alto valor cuando quería obtener un préstamo y de menor valor cuando había que pagar impuestos; lo que lo llevó a conflictos con la ley. Su equipo de abogados con miles de litigios a cuestas, contra socios, clientes, proveedores y agencias públicas, es parte fundamental de su éxito.

Trump consiguió convertir su apellido, es decir a sí mismo, como exponente del lujo, la exclusividad y el acceso al exclusivo mundo de los milmillonarios.

Triunfó en la política de manera inesperada para todos, incluso para el mismo. Con su imagen de empresario exitoso e implacable ofreció “limpiar el pantano” de la política y los negocios corruptos. Se presentó como el candidato que venía de fuera de la política y que por lo tanto no estaba manchado por sus vicios.

Su estilo fuerte y peleonero encontró un campo fértil en la rabia de millones de norteamericanos cuyos salarios, oportunidades de empleo y nivel de vida se ha deteriorado. Paradójicamente se convirtió en adalid de la clase trabajadora ofreciendo el regreso a los buenos tiempos previos a la globalización en que la población blanca sin estudios universitarios tenía buenos empleos en la manufactura y llevaba una vida cómoda de clase media.

El primer término presidencial de Donald Trump pasó sin pena ni gloria y la prueba es que perdió la reelección. Pero pasaron cuatro años de desatinos con Joe Biden y los demócratas en el poder. Estos no sintonizaban con las inquietudes e intereses de una población que sufría el impacto de la desindustrialización, el incremento de las muertes por desesperación (alcoholismo, drogadicción, suicidios) y para la que los temas de orientación e identidad sexual, integración racial y promoción de la diversidad no eran su prioridad. Tampoco lo era el belicismo demócrata y el gasto militar en apoyo a la guerra en Ucrania.
Entre su primer y segundo periodo presidencial Trump afrontó diversos juicios de alto riesgo para su persona y su fortuna. Estuvo a pocos pasos de ir a la cárcel.

Así que en otra oleada de descontento Trump llegó a la Casa Blanca por segunda ocasión, con la experiencia de un primer periodo en el que se sintió acotado por la burocracia establecida y las inercias. Llegó con el aire del triunfador que ha conseguido escapar peligrosos escollos y, además un espíritu mesiánico. El mismísimo Dios al salvarlo del atentado que le hirió una oreja lo colocó en la senda del triunfo a toda costa. Y aquí es clave repetir, a toda costa, sea como sea y contra viento y marea.

Trump llega dispuesto a salvar a Estados Unidos del declive en que se encuentra. Las capacidades económicas y militares de los Estados Unidos ya no son las del fin de la segunda guerra mundial y el fin de la guerra fría tras el colapso de Rusia. Su país se ve afrontado incluso por la milicia de uno de los países más pobres y pequeños del planeta, Yemen. La guerra en Ucrania ya la perdió y ahora solo se trata de salvar la dignidad. China es el principal desafío global; es la primera potencia manufacturera del planeta y está a punto de ser, si no lo es ya, la puntera tecnológica.

Al interior norteamericano cunde el desánimo; decenas de millones requieren ayuda alimentaria, la población sufre de obesidad y enfermedades cardiovasculares y el acceso a la salud es excesivamente caro. Millones perdieron sus casas en la crisis del 2008. Los hogares tienen que trabajar mucho más que antes, hombres y mujeres con horarios laborales extendidos.

Trump está desesperado; promete regresar los Estados Unidos a los buenos tiempos del pasado, antes del crecimiento de la inequidad extrema, protegiendo los privilegios de los milmillonarios. En ausencia de una propuesta en favor de la equidad, buenos empleos, salud y educación, Trump tiene un diagnóstico limitado.

Al exterior, la imposición de la fuerza militar y/o económica en los espacios del planeta en que aún puede hacerlo; así sea rompiendo tratados, alianzas comerciales y amistades. Al interior gobierna con decretos ejecutivos demostrando que no requiere mayores consensos, ni en el partido que conquistó, el republicano, ni en el Congreso. Esta desmantelando al sector público, despidió a decenas de miles de empleados públicos, y le quita recursos a programas sociales. Lo peor es que avanza en eliminar impuestos y regulaciones a los más ricos. Lo que instaura es un capitalismo salvaje con un gobierno autoritario y represor de toda disidencia, así sea que se comporten dentro de parámetros legales y democráticos.

La caótica guerra arancelaria que lleva a cabo, con los altibajos en la bolsa de valores, ha enriquecido, según declaró, a sus allegados con miles de millones de dólares.

Desafía a la Suprema Corte de Justicia en el caso de una deportación a una cárcel en El Salvador que a pesar de reconocer que fue un error administrativo se niega a dar marcha atrás. Esta cercano a crear una crisis constitucional de graves consecuencias.
La toma de poder que Trump lleva a cabo en Estados Unidos crea una gran volatilidad e incertidumbre. Es posible que esto sea solo el inicio de cuatro años en el que estaremos sujetos a cambios de opinión, halagos seguidos de amenazas, medidas económicas y políticas extremas.

Estamos ante un panorama muy escabroso que cuestiona al modelo de desarrollo basado en una globalización que no nos ha sido favorable pero que al menos parecía operar con base en reglas fija. Eso ya no existe más.

Algunos objetivos del Plan México, digamos autosuficiencia alimentaria y substitución de importaciones por ejemplo, son los correctos. Pero no con una instrumentación que sigue la misma inercia con otro discurso en un gobierno sin recursos. Buenos propósitos ya los hubo desde el sexenio pasado, ahora con menos recursos sigue el retroceso.

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