24 abril, 2025

24 abril, 2025

Pájaros en el alambre y cocas en el refri

CRÓNICAS DE LA CALLE / RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA 

Cuando me di cuenta de la existencia de los teléfonos, éstos eran de disco y con un dedo o un lápiz se marcaba un número muy corto- total, para un escaso número de líneas- y entonces escuchabas la anhelada voz del interlocutor. En fachadas de algunos negocios de la ciudad se conserva aún la época y el número 52 o el 64, en fin, donde habría que marcar únicamente dos dígitos y que te contestaran.

Nunca supe donde estaba la central telefónica a donde llamaba y una señorita muy amable te preguntaba a qué persona o lugar deseabas hacer una llamada. Entonces conectaba tu línea con la persona en un módulo y ellas se colocaban los audífonos y escuchaban todo.

Me pregunto si alguna vez supieron lo indebido o se enteraron de cuánto dinero había recibido fulano o lo debía al banco, pues ya había comprado carro; si fulanito estaba casado y tenía su esposa en Cd. Madero. Cosa que todavía ocurre y creen que nadie se entera, la redes son más chismosas y apocalípticas si lo desean. La gente del gran Zuckerberg es como la señorita.

Por aquellos días de los 60s, años de nuestro Señor, habitaban raza, políticos o cualquiera que regalaba pastelillos a la operadora, le invitaba a cenar de a grapa claro, para ver si sacaba o se le salía con agradecimiento, no sé, un dato que le pudiese servir.

De ser así era mucha ventaja para un político que con la información podía dañar gravemente la imagen del rival y bajarlo del carro completo para subir a otro. Un tiempo más para acá los intereses llevaron a oscuros personajes a intervenir los teléfonos y con ello la vida pública y privada de los ciudadanos que utilizaran los aparatos telefónicos.

Salias a la calle y en la punta del poste, como un pájaro, encontrabas a un sujeto manipulando alambres con un pequeño aparato telefónico en las orejas. Asi nacieron las «orejas», que solían ser espías de alguna parte del multiverso. Eran los originales pájaros en el alambre, después saldrían las cocas en el refri, etc, etc, etc.

El sujeto obtenía una grabación y pagaba por ello, o mantenía un equipo completo para ese caso. Había por lo mismo cientos de camionetas clonadas de una telefónica para que todo sucediera con seguridad y con calma. Mas los tiempos cambian. Cambia el tiempo y lo cambian a uno. Todo cambia y luego se olvida, contimás una llamada que no se guarda, va derecho al Alkzhaimer o al fingimiento de demencia.

Las recientes generaciones nada saben acerca de los nostálgicos pájaros en el alambre, ya son bandita que desde el confort de un hogar de la colonia Moderna, clona un perfil, y se entera de tocho. Existen aplicaciones para que sueltes la sopa sin que abras la boca, otras aplicaciones encuentran tu clave de «X» antes Twitter, la inteligencia sabe todo de ti y sin presión de por medio, tú se lo has dicho, tú no lo recuerdas, pero ella sí.

Como dijo el poeta : Nosotros los de entonces ya no somos los mismos. Las mujeres ya no se dicen monstruosos secretos al oído, no esperas a la hora del café para proporcionar una información, ni se habla del clima, las mujeres se confiesan con el cura con datos que ya todo mundo sabe. Poco a poco se vuelve imprescindible volver a hacer los de antes, a imprimir una foto y guardarla en un refugio secreto, no andarla publicando en la nube donde cualquiera la baja.

Ser discretos para no volvernos bulnerables ante la inteligencia artificial que hoy en día podría confirmar si es que mientes con los dientes en la red social donde un millón para arriba observan tus movimientos, saben dónde andas y cuáles son tus gustos, tus fobias y enfermedades. Saben de qué pie cojeas por si se ocupa.

Volver más allá de los pájaros en los alambres, cuando no se confiaba ni en las palomas mensajeras durante la guerra.

HASTA PRONTO 

POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA 

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