CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.- Primero fueron los goles, luego las madrugadas sin dormir. Y entre ambos mundos, una promesa no dicha: encontrarle sentido al talento, aunque eso significara cambiar de cancha, de sueños, de lenguaje, de todo… dar un giro inesperado a su vida.
El joven victorense de 22 años, Bryan García Guerrero fue futbolista, destacó desde niño, de joven llegó a estar en fuerzas básicas de Gallos Blancos de Querétaro, y soñaba como millones: llegar a primera división, y aunque tuvo el talento, no lo logró; el corazón y el destino le llamaron a otro lado.
Y sí, hoy celebra y trabaja en otra cancha… hoy programa sistemas que detectarán va tumores. Ahora su pasión no se juega a dos tiempos… se juega a vida o muerte, a desveladas y mucho entrenamientos académico.
EL FUTBOL SU MÁS GRANDE AMOR
El fútbol no fue un pasatiempo para Bryan, fue el hogar emocional, el lugar seguro, la válvula de escape, “siempre estuve casado con el fútbol, es una pasión que tuve desde niño. Mi momento dentro de la cancha era lo más tranquilo, fue una forma para llevar todo”, detalló.
Jugó en Fantasmistas, con el profe Chon, Rayados Victoria, Titanes y Furia Azul. Desde chico supo que competir era su idioma.
“Siempre me gustaba y gusta competir, estar en finales, pelearlas. A mí el fútbol me dio mucho carácter, no me daba miedo nada cuando estaba en la cancha”, señaló.
Tenía 14 años cuando lo cambió todo: un subcampeonato nacional, pero lo más grande no fue el podio, sino lo que representaba para su tierra.
“Fuimos subcampeones con el profe Ramón, pero éramos el primer equipo de Tamaulipas que llegamos a una final varonil en nuestra categoría. Fue un momento inolvidable y de lo que más recuerdo, además creo que ahí cambió todo, porque me di cuenta que podía buscar algo más”, agregó.
MIENTRAS… DESCUBRÍAN AL ‘NIÑO GENIO’
Mientras estaba en la secundaria, Bryan García Guerrero no sólo daba de qué hablar en la cancha, pues empezaba a llamar la atención de sus profesores de la secundaria por su facilidad para las matemáticas.
“Desde niño, en la primaria creo yo tenía algo especial, yo era muy platicador, hasta la fecha (entre risas), los maestros me vivían regañando porque me paraba a platicar, no me podía estar quieto, pero a la hora de los exámenes sacaba 10, estaba en el cuadro de honor, y mi mamá ni como me regañara”, aseguró.
“En la secundaria empecé a tener una facilidad para lo que era las ciencias exactas: física, matemáticas, etcétera. Yo fui a olimpiadas de conocimiento, daba cursos a mis propios compañeros. No sé si era un genio, pero se me daba. Los profesores me pasaban para que yo entrenara para la Olimpiada de Matemáticas, me iba bien pero el futbol era lo más importante para mí”, explicó.
Y aunque el fútbol era su prioridad, en su mente de niño también habitaba otro sueño: “De niño también soñaba con ser alguien que hiciera cosas que ayudaran a la gente. A veces veía a científicos en la tele o leía cosas y pensaba ‘algún día quiero hacer algo así’. Quería ser alguien que dejara huella”.
Bryan tenia un don que Dios le dio y a la vez algo trabajado, “lograba descifrar las cosas casi con naturalidad. Pero también hubo un punto donde me interesó aprender de mi parte. Leí muchas cosas de matemáticas, aritmética. Yo digo que sumé el talento que tenía y trabajé otras. Fue mucho tiempo de trabajar mi mente. A mí me ayudaba mucho explicarle a mis amigos”. puntualizó.
Mientras en el futbol destacaba, también lo hacía en el pupitre, pero ante la juventud que tenía, en varias ocasiones prefirió el futbol, “una vez una Olimpiada Nacional de fútbol se me cruzó con la de Matemáticas, pero preferí la de fútbol, me fui con mis compañeros a Jalisco y no me arrepiento”, dijo.
SU PASO A LOS GALLOS
En la cancha daba de qué hablar; siguió con entrenamientos, compitiendo y en busca de mejorar, por lo que par de años después cayó en el radar de Querétaro. La oportunidad llegó por una visoría y, como en su vida, nada fue casual. Hubo esfuerzo, días fuera de casa, Navidad lejos de su familia.
“El profe Ramón Cedillo me invitó a las visorias. Esa vez quedamos cuatro. Fuimos a Querétaro y allá me la pasé todo diciembre para los filtros. Yo pasé Navidad allá, y pues quedé. Firmé por una temporada”.
Jugó en Sub-16, Sub-17, hizo pretemporada con la Sub-20. Incluso rozó la Primera División. Vivió cosas que muchos solo sueñan: entrenar con profesionales, marcar goles clave.
“Hice pretemporada con la Sub-20, y algunos entrenamientos en primera, pero ya no seguí. Me quedó esa espinita porque tuve algunos roces en primera, pero me quedo con muchos recuerdos. En cuartos de final hice un gol a Santos Laguna, con eso ganamos… pero son cosas que guardo en mi mente y para mí esos recuerdos son los mejores”, declaró.
AHORA LE TOCÓ JUGÁRSELA CON LA ESCUELA
La decisión de bajarse del sueño de ser futbolista no fue sencilla. No fue por falta de talento, sino por una elección interior, madura, pero a la vez muy dolorosa.
“Yo le dije a mis papás que me había gustado mucho (estar en fuerzas básicas), pero ya no quise seguir. Les dije que iba a seguir en lo académico, yo tuve la opción de ir a Juárez o San Luis pero ya no quise, dejé de jugar un lapso. Pero es algo que amo, que me gusta, y aunque no sea profesional, lo disfruto… y pues lo llevo de la mano con trabajo y estudios, sigo jugando en el barrio y lo disfruto”.
Ese toque especial que tenía en la cancha, lo pasó a su cerebro y ahora sí, se abocó a trabajar y explotar lo que tenía en su mente, esa habilidad que ya desde niño lo hacía brillar con fuerza.
Las ciencias exactas eran ahora su segundo campo de juego: matemáticas, física, lógica, y n por obligación, sino por gusto, sabía que ahí estaba su futuro.
Después del fútbol vino la etapa de decisiones: aplicar a universidades en plena pandemia, aprovechar la virtualidad, vencer la falta de recursos.
“Apliqué a varias universidades: a la Universidad Autónoma de Nuevo León y una en Querétaro. En pandemia aproveché para hacerlo en línea y pasé en las dos. Pero por cuestiones de dinero, de momentos… no pude ir, y pues estuve aquí en la Universidad Politécnica. Me dieron una beca y la aproveché”.
Viene de una familia de profesionistas: ingeniero civil, informática, doctores, enfermeros, arquitectos. Él, sin embargo, tomó un camino distinto. Le encontró el gusto y el propósito a la Ingeniería Mecatronica.
“Mi papá es ingeniero civil, mi mamá es de informática, hay doctores, enfermeros, arquitectos… y nada que ver mi carrera, pero le encontré el gusto”.
Trabajó en una agencia de Mercedes Benz como parte del plan de estudios, y varios meses después consiguió un intercambio al Tecnológico de Monterrey. En Monterrey vivió uno de los retos más grandes de su vida.
“Aprendí muchas cosas, fue un reto importante porque te retan hasta en lo mental. Empecé un trabajo para publicación sobre sistemas de control, para procesadores, un dron, un carro autónomo… pero yo no sabía que había diferentes metodologías, y descubrí el control inteligente y nació en mí buscar más cosas. Todo cayó a la Inteligencia Artificial”, detalló.
Conforme pasaron los meses, descubrió que podía aplicar para un intercambio para residencias. Era en Medellín, Colombia, en el Instituto Tecnológico de aquel país, uno de los más importantes de América Latina.
Eran más de mil aspirantes de otras carreras. De perfiles incluso más preparados, en teoría, pero él tenía hambre de sobresalir y como ha sido toda su vida, estaba preparado en todas las áreas gracias a su curiosidad y por investigar o preguntar con colegas, amigos.
“Fue difícil porque los aspirantes eran de otras carreras, que están más preparadas en ese campo que yo. Pero los doctores me ayudaron mucho. Son un ejemplo. Me animaron a hacerlo”.
El proyecto era exigente: entrevistas, desarrollo, conocimiento técnico. Pero también emocional. Porque lo que estaba en juego, era real. “Fueron muchas semanas de entrevistas y me desenvolví como nunca. Presenté un prototipo sobre el tema, el campo era de la salud y era la segmentación de imágenes médicas, yo me enfoque en lo de tumores”, explicó.
Fueron semanas y semanas, noches, madrugadas, dormía poco, pero todo era por un sueño el cual al final, se consumó, lo logró.
“En las últimas 12 semanas he dormido un promedio de tres o cuatro horas. En días no dormía casi nada. Se me juntaba todo: escuela, fútbol, el proyecto… realmente en esos casos hasta 30 minutos son importantes”.
“Mi familia sabía más o menos lo que estaba aplicando y lo que hacía, porque tuve que tramitar un pasaporte, sino no hubieran sabido… pero no sabían nada del proceso, hasta que cuando me aceptaron, los junté y les dije, ‘recuerdan lo que les dije hace meses de Colombia? Pues me aceptaron’, se quedaron sin palabras, les dije: ‘digan algo’, hasta que reaccionó mi mamá y me felicitó, todos, me dijeron que siempre lo busqué, fue un momento inolvidable porque fue una alegría enorme”.
Las palabras de su papá aún lo marcan: “‘A tu edad estás cabrón. Lo que nosotros te podamos apoyar lo haremos. Es algo que mereces. Tú solito levantaste la mano y tú solito te hiciste tu camino’”.
SU OBJETIVO ES SALVAR VIDAS
Bryan sabe que ahora tiene una oportunidad única. Aprovechar su conocimiento y dominio de la Inteligencia Artificial para salvar vidas, para ayudar junto a sus compañeros a la humanidad y a los doctores.
Y su más grande motivación justamente fue un caso cercano que vivió: a una persona cercana le detectaron una posible enfermedad grave, era un tumor. Y en Ciudad Victoria no había cómo diagnosticarla con precisión ni tratarla.
“Me han dicho mucho que los equipos no funcionan. Y lo viví con una persona que aprecio mucho. A su mamá le diagnosticaron una probabilidad de un cáncer. Aquí en Victoria no había equipo, ni una persona que pudiera reparar los aparatos que estaban descompuestos. Me dolió. Se me hizo muy cabrón. Porque tuvo que viajar, salir de aquí para atenderse”.
“Entonces yo quiero hacer un cambio. Que el error humano no sea tan alto. Cuántas veces hemos visto que hay negligencia médica. Sí puede que haya errores humanos, pero también no hay maquinaria necesaria. Yo soy de las personas que piensa que en la salud no debe importar el dinero que tengas”.
“Estos proyectos… y espero hacer algo más, hay que implementarlos en clínicas, no clínicas de dinero, en cualquiera, públicas. Y que todos podamos tener ese servicio, sin que sea para alguien exclusivo. Por eso quiero trabajar, espero con ansias juntarme con mis compañeros, estoy seguro que tienen esa visión y podremos hacer cosas muy buenas”, expresó.
UN SACRIFICIO QUE VALIÓ LA PENA; TRABAJAR, ESTUDIAR Y JUGAR
Para Bryan esto no sólo se trata de desvelos. Desde joven ha trabajado, y no es la excepción ahora. Aunque es más pesado, sabe que es necesario para costear muchas cosas que ocupa, además este proceso lo llevo aún jugando futbol y cursando el cuatrimestre en la Universidad Politécnica.
Actualmente trabaja como mesero en un restaurante de la ciudad, donde pasa largas jornadas de pie, atendiendo mesas y saliendo tarde por las noches. Lo hace para apoyar sus estudios, sus proyectos, y parte de su sustento. “Trabajo en el Jalisco a quienes agradezco. A veces llego muerto, pero sé que vale la pena. Tengo claro por qué lo hago”, dijo.
“Sí sacrifiqué muchas cosas. Salidas, fútbol… como te digo, trabajo, cursaba mi cuatrimestre, así que los tiempos eran muy medidos. A veces sí decía: ‘¿me conviene jugar?, es que es una o dos horas que mejor las ponía a mi proyecto o a las tareas de la Universidad. Siempre soy el último en dormir y el primero en despertar, pero realmente todo valió la pena”, sostuvo.
Hoy, Bryan mira hacia atrás con gratitud y aunque le cuesta que lo vean frágil, se permite decirlo y agradecer a dos de sus motores en su vida: sus padres.
“Me cuesta un poco que me vean frágil pero desde aquí les quiero decir: gracias. Yo voy a agradecer esta vida y la siguiente que siempre buscaran la forma de apoyarme en el fútbol, en la escuela, en todo. Ellos batallaron en su momento, y nos pusieron el ejemplo… y hasta la fecha nunca nos reflejan los problemas”.
AL BRYAN DEL PASADO: ‘NUNCA TE RINDAS. CUMPLIMOS SUEÑOS’
Y si pudiera hablar con el Bryan del pasado, solo le diría una cosa: “Al Bryan del pasado le diría que no se rinda. Que todo lo que un día soñó, que veía en programas o leía… lo está viviendo. Que no se rinda y todo valdrá la pena al final”.
Porque incluso hoy, en su corazón, hay otro sueño latiendo. Uno que no olvida, que parece imposible, con él… nada lo es.
“Cuando estuve en el TEC, hubo una conferencia de las universidades más importantes, como el MIT. Siempre soñé con conocerla. Hablé con profesores, alumnos y todo lo de allá… Yo sueño con estar allá, en esa universidad”.
A veces, para cumplir un sueño… hay que renunciar a otro. A veces, el verdadero camino no es el que más brilla, sino el que más pesa y ello, Bryan García Guerrero lo entendió cuando cambió el balón por una computadora, los aplausos e intensidad del futbol por el silencio de una madrugada de estudio.
Sí, sigue y seguirá jugando futbol cuando tenga tiempo libre, pero esa espina de ser jugador profesional quedará para siempre, pero no todos los héroes llevan un número en la espalda, algunos escriben códigos que pueden salvar una vida y Bryan será uno de ellos.
POR DANIEL VÁZQUEZ
EXPRESO-LA RAZÓN