26 abril, 2025

26 abril, 2025

Gera… historia que merece ser contada

Este personaje y su familia, son una muestra de amor y valentía frente a la vida.

CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.- Gera tiene 29 años, una sonrisa siempre lista y una energía contagiosa. Vive en el fraccionamiento San Luisito, donde muchos ya lo han visto vendiendo con entusiasmo sus “lagrimitas” afuera del Oxxo de los Almendros.

Pero detrás de su carisma y simpatía hay una historia que merece ser contada: una historia de amor, esfuerzo y resiliencia.

Gerardo vive con el síndrome de Prader-Willi, un trastorno poco común que afecta el desarrollo físico e intelectual.

Aunque su cuerpo es el de un adulto, su mente conserva la inocencia y alegría de un niño.

Esa dualidad lo ha convertido en una figura entrañable para quienes lo conocen.

Actualmente, Gera asiste a un Centro de Atención Múltiple (CAM) laboral para adultos con discapacidad.

Ahí, él y sus compañeros aprenden oficios como cocina, carpintería y elaboración de piñatas, con el objetivo de alcanzar cierta independencia. Gera eligió el taller de repostería, donde no solo encontró una habilidad, sino también una vocación.

Su proyecto de venta de lagrimitas nació gracias al impulso de una maestra, pero fue su entusiasmo el que lo consolidó.

Convenció a sus padres para emprender, y hoy, con su bolsita de productos en mano, Gera se siente feliz, útil y realizado.

Sin embargo, no todo ha sido dulzura. En más de una ocasión, personas mal informadas o insensibles han lanzado comentarios hirientes sin conocer su contexto.
Frases como “pon a tu papá a trabajar” duelen, sobre todo cuando se dirigen a una familia que lo ha dado todo por su hijo.

Y es que si alguien merece reconocimiento, es el padre de Gera.

Con casi 60 años, hipertenso y diabético, continúa trabajando con dignidad en la Universidad Autónoma de Tamaulipas, como lo ha hecho por más de tres décadas.

Pero su mayor labor ha sido formar a su hijo con amor y prepararlo para valerse por sí mismo cuando él ya no esté.

Criar a un hijo que será eternamente un niño no es sencillo. No hay manual para esa misión.

Es una tarea agotadora, pero también un acto de amor puro.

Por eso, el llamado es claro: la próxima vez que veas a Gera, no necesitas comprarle algo, solo salúdalo, regálale una sonrisa.

Esos gestos valen oro. Y si ves a su papá, unas palabras de aliento bastan. A veces, lo único que alguien necesita para seguir adelante es saber que lo está haciendo bien.

Gera y su familia nos enseñan que la discapacidad no es sinónimo de debilidad, sino de una fortaleza distinta, nacida del corazón. Y nos recuerdan que una mejor sociedad empieza con lo más básico: respeto, empatía y humanidad.

Por Raúl López García
EXPRESO-LA RAZON

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