CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.- Veinte niñas y niños han sobrevivido al infierno de las quemaduras en lo que va del año gracias a la intervención urgente de la Fundación Michou y Mau en Tamaulipas. El dato no es menor: cada caso ha significado una carrera contra el tiempo, un tratamiento carísimo y una lucha desesperada por la vida… todo, sin que las familias paguen un solo peso.
Antonio Carlos Hernández Gómez, director de la delegación estatal, no se anda con rodeos: “Cuando un niño se quema, no hay tiempo que perder. Tenemos una ambulancia lista para salir al municipio que sea. Lo traemos a Ciudad Victoria y lo atendemos sin costo alguno”. Esa ambulancia, equipada para emergencias graves, ha sido clave para que estos pequeños lleguen a la Unidad de Quemados del Hospital Bienestar, donde médicos y enfermeras trabajan a contrarreloj para salvar piel, órganos, movilidad… y futuro.
Pero no todos los casos pueden resolverse aquí. Cuando la situación lo exige, la fundación gestiona el traslado al hospital Shriners Children’s Texas, donde los tratamientos superan fácilmente los 500 mil dólares. Aún así, ni un solo peso sale del bolsillo de los padres. Michou y Mau lo cubre todo.
En 2024, 60 menores pasaron por esta pesadilla. Todos salieron adelante. ¿La causa más común? Escaldaduras. Ocho de cada diez casos se deben a líquidos calientes, hervores que en un descuido cambian la vida de un niño. “Esto no es un regaño, es una alerta. Basta un segundo de distracción para que ocurra una tragedia”, advierte el director.
Y no termina ahí. La recuperación es lenta, costosa y compleja. Después del hospital, vienen meses de seguimiento, de cicatrices que hay que controlar con trajes especiales de presoterapia. Estos trajes son caros, pero indispensables para evitar secuelas permanentes. También los cubre la fundación.
La operación de Michou y Mau en Tamaulipas no se sostiene sola. Vive de donativos, de redondeos en tiendas, de manos solidarias que entienden que ayudar puede significar salvar una vida.
No se trata solo de atender quemaduras. Se trata de devolverle a un niño la posibilidad de moverse, jugar, abrazar, reír… vivir. Y eso, en un país donde los servicios públicos a veces fallan, es una hazaña que no puede pasar desapercibida.
Por Raúl López García