7 mayo, 2025

7 mayo, 2025

Decálogo con destinatario

DETRÁS DEL DISCURSO / ERIC VALDEZ GÓMEZ

En política, como en la vida, cuando alguien te deja una nota en la mesa con diez puntos claros, es porque no está todo bien. Un decálogo no se entrega cuando reina la armonía, sino cuando urge recordar el rumbo.

Y eso fue lo que hizo Claudia Sheinbaum, presidenta de México, al enviarle una carta a su partido. No fue un mensaje más. Fue un recordatorio, una advertencia y, quizá, una brújula: Morena, no te desvíes.

El contenido del decálogo de Sheinbaum es tan claro como intencional: honestidad, humildad, rechazo al nepotismo, nada de lujos, cero vínculos con el crimen, no más actos anticipados de campaña. Todo eso, dicho en voz alta, hacia dentro del partido.
Porque cuando se dice lo obvio, es porque se ha vuelto necesario.

Pero más interesante que lo que se dice, es por qué se dice. ¿Por qué una presidenta de la República necesita recordar a su propio movimiento que no se heredan cargos, que no se deben usar helicópteros privados o que no se traicionan los principios que dieron origen al movimiento que pertenecen?

La respuesta está, precisamente, detrás del discurso.
Lo que Claudia Sheinbaum comunicó no fue solo una lista de buenas intenciones. Comunicó inconformidad, marcó límites, advirtió sobre excesos y, sobre todo, asumió el riesgo de liderar con principios en lugar de complacencias.

En el fondo, su carta tiene destinatarios con nombre y apellido, aunque no se mencionen. Es un recordatorio público para una estructura que, con el poder en la mano, puede confundirse fácilmente entre convicción y conveniencia.

Y eso, desde el punto de vista de la comunicación política, es un movimiento audaz: quien gobierna no suele enfrentarse al riesgo de incomodar a su base. Pero Sheinbaum lo hizo.
No con regaños, sino con símbolos.

Porque un decálogo no solo ordena: también desnuda.

Morena no atraviesa por una crisis externa. La oposición no ha podido hacer más que observar. Pero cuando las señales de desgaste vienen desde dentro, cuando los protagonistas olvidan que el poder es un instrumento y no un botín, entonces la narrativa empieza a debilitarse.

Y ahí es donde la carta cobra más sentido: corregir el rumbo antes de que sea el rumbo el que corrija a los protagonistas.

Lo verdaderamente poderoso de este mensaje no está en sus diez puntos, sino en su mensaje entre líneas: el liderazgo no se ejerce desde el silencio cómodo, sino desde la palabra que incomoda y alinea.

Porque gobernar también es recordar por qué se llegó. Y gobernar bien es hacerlo sin que se olvide para quién.

Como decía el expresidente de Uruguay José Mujica, que se convirtió en un referente por su estilo de vida austero y su coherencia ética:

“El poder no cambia a las personas, solo revela quiénes realmente son.”

Y como en todo proceso de transformación, la diferencia entre el discurso y la acción es lo que define si se construye un legado… o solo una anécdota.

Eric Valdez Gómez
Consultor en Comunicación Política (Compol)
Experiencia en Campañas Políticas en México y el Extranjero
Especialista en Comunicación, Medios y Marketing Digital
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Twitter: @ericvaldeztv

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