9 mayo, 2025

9 mayo, 2025

Maternidad ideal, desigualdad real

CULPA IN VIGILANDO / NOHEMI ARGÜELLO SOSA

Cada año, el 10 de mayo en México se convierte en una de las fechas más celebradas. En las escuelas se presentan festivales, las familias se movilizan para comprar flores y regalos y se escriben mensajes cargados de afecto dedicados a las mamás.
Si bien es cierto, también festejamos el día del padre, los festejos no alcanzan las mismas dimensiones. Algo que nos resulta normal y que parece un gesto de amor y gratitud diferenciado. Con justa razón, los papás se quejan de este trato diferenciado, de estas desigualdades. Ellos tienen razón, el trato es desigual.
Sin embargo, cuando se observa con una mirada crítica de género, esta efusividad revela una dimensión problemática: la celebración del Día de las Madres, tal como se vive culturalmente, perpetúa estereotipos de género profundamente arraigados y obstaculiza el camino hacia la igualdad en perjuicio de las mujeres.
El 10 de mayo exalta una imagen idealizada y romántica de la maternidad que refuerza el rol tradicional asignado a las mujeres: ser madres abnegadas, sacrificadas, amorosas, ocupadas y preocupadas por las demás personas y siempre disponibles.
Una narrativa que coloca a la maternidad como destino natural de todas las mujeres, ignorando la diversidad de experiencias, decisiones y proyectos de vida. Además, invisibiliza las múltiples dificultades que enfrentan las mujeres en contextos de pobreza, violencia o ausencia de corresponsabilidad masculina. Esto último no se le reprocha a los padres ausentes, en su lugar, se exalta el esfuerzo de ellas y se les reconoce como un triunfo femenino: la “mamá luchona” o la “súper mamá”.
Estas asimetrías no solo revelan una falta de reconocimiento hacia la paternidad, sino que reafirma un patrón cultural en el que el cuidado y la crianza se consideran responsabilidad casi exclusiva de las mujeres. Una tarea que deja exhaustas a las madres que también laboran fuera de casa.
Esta glorificación del papel de madre funciona como una trampa simbólica: bajo la apariencia de homenaje, se refuerzan las expectativas sociales que limitan a las mujeres a la esfera doméstica y del cuidado. Se les alaba por sostener a la familia, pero no se cuestiona por qué ese peso recae casi únicamente sobre ellas. Se les felicita por criar solas, pero no se exige la corresponsabilidad de los padres. Se le canta a su fortaleza, pero no se reconoce la inequidad en la asignación de las tareas domésticas y de crianza.
Sin ánimo de ser “aguafiestas”, considero que es momento de que estas celebraciones deben atemperarse; lejos de fomentar una verdadera equidad, consolidan desigualdades históricas. No se trata de eliminar el Día de las Madres, sino repensarlo desde una perspectiva más justa, que visibilice el valor de las madres sin encasillar a las mujeres en ese único rol, apoye a aquellas que maternan en condiciones adversas y se reconozca la maternidad como una elección, no como una imposición para que la maternidad ideal no se traduzca en una desigualdad real.
¿Usted qué opina?

POR NOHEMI ARGÜELLO SOSA

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