13 mayo, 2025

13 mayo, 2025

«Todo es de a veinte, llévele, llévele» 

CRÓNICAS DE LA CALLE / RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA 

Me muevo en el silencio de las calles de Victoria hasta que llego al centro del baruyo. Ahí las personas que veo se dieron cita desde temprano para dialogar y, desde hace tantos años como años cuenta la ciudad, ahí realizan sus compras y se echan dos flautas de asado con dos gorditas de chicharrón. Como yo. 

En el 7 Hidalgo, centro neurálgico de lo que estoy hablando, se observan en realidad pocos cambios desde el nacimiento de la ciudad y su mercado principal. Y aunque ya no somos los mismos, pudiésemos serlo ¿por qué no?  El vestido de las mujeres va más a la moda que aquellas enaguas de la señora, se ha usado un pañuelo, una estola para sustituir el reboso. Hoy las más jóvenes no usan nada para lucir el cuello torneado y blanco. 

Los hombre van muy peinados y sin sombrero al trabajo. Pasó de moda la brillantina wildrot  para ceder su lugar a los fijadores de pelo, a las gorras de marca que cuestan un varo. Los más morros ni se peinan, con el pelo desvanecido no hay necesidad del cepillo. 

Hay pocas bicicletas de los cientos que fueron. Los hijos de aquella raza de bronce hoy prefieren el coche y pasan con su señora bien emperifollada al trabajo. Los más chavos traen a todo volumen el estéreo con el corrido tumbado del influencer de moda. 

Los de antes que nosotros, venían de los alrededores a surtir lo necesario y daban una vuelta por el centro, llegaban primero a dar la vuelta y muchos se quedaron a encontrar trabajo y una casa de renta. La pequeña ciudad se llenó de los Rodríguez del viejo Padilla para estudiar la Normal, llegó Juan de un ejido que se antojaba lejos y no era cierto se hizo ingeniero, Turrubistes vino de la Misión, de ellos hay quienes ahora son funcionarios. 

Cada época, según el desarrollo urbano de la ciudad tuvo su migración. Un tiempo la ciudad fue abordada por los habitantes del cuarto distrito que primero elegían Monterrey, pero terminaban aquí. En Ia Echeverría hayp gente de Jaumave y Miquihuana que escogiendo para vivir esa falda de la sierra, luego de una manifestación, crearon diversas colonias. 

En la época más reciente y hasta estos días llegan de otros estados a beber agua del Río San Marcos. De Michoacán llegaron empleados de la paletería que pronto se avecindaron y sus hijos ocupan un sitio en la escuela Primaria del barrio. De San Luis trajeron queso y crema, zacahuil. De Puebla l8s tacos Orientales. Y no es casualidad si las casualidades se dieran que todo queso es de Aldama y todo el chorizo es de Jaumave. 

Por aquí, por esta esquina que veo pasaron todos a comprar. Pasa la chava que ya nació aquí, va con prisa para cubrir a su madre que le heredó la Plaza en el Palacio Federal. La vida llenó el centro de personas de la tercera edad que realizan compras con su pensión, la señora de tacón amplio luce un peinado y se ha pintado el pelo para que case con el bolso del último grito de Louis Vuitton y la pulsera de Cartier. 

Alguien, ignoro quién es, ya sin quehacer, se topó con otro en la esquina, cuya platica  va para una hora. Como si me encargará yo del tiempo tan efímera de los miles de seres humanos que nos congregamos en esta esquina y a esta hora. 

Aquí está el mercado con productos del diario que prevalecen en la preferencia. Ahora los restaurantes y las fondas para apagar el hambre se han dispersado por toda el área urbana. Era famosa la mercería y únicas las yerberias para curar de espanto, para esquivar un embrujo y proteger la casa y para un simple dolor de estómago.

Llévele, llévele, todo es de a veinte, grita un señor que vende frutas y verduras en bolsas en la puerta de una tienda grandota que vende incluso lo que él vende. Pero él lo grita: «Aguacates, fresas, uvas, papas, limones, cebolla, todo es de a veinte, bien vara, llévele, llévele».

HASTA PRONTO 

POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA 

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