La impaciencia es una característica común en muchas personas y ha sido objeto de diversos estudios psicológicos que buscan entender sus causas y manifestaciones. La Psicología refiere que las personas impacientes tienen una baja tolerancia a la frustración y una dificultad para lidiar con la espera, la incertidumbre o el ritmo de los demás. No es una falla moral, sino un rasgo que puede tener múltiples orígenes y significados.
Según investigaciones y estudios, la impaciencia es una respuesta compleja influenciada por factores emocionales, cognitivos y contextuales. Comprender sus causas puede ser útil para desarrollar estrategias que fomenten la paciencia y mejoren la toma de decisiones en diversas áreas de la vida.
Un estudio de la Universidad de California en Riverside encontró que las personas tienden a experimentar impaciencia cuando enfrentan retrasos que consideran injustos o inapropiados, como un atasco de tráfico inesperado o una reunión que se prolonga más de lo debido. La impaciencia, en este contexto, surge como una respuesta emocional ante la percepción de que el tiempo de espera es indebido.
Si te consideras una persona impaciente o te identificas con los puntos que a continuación enlistaremos, no te preocupes, la impaciencia no es una enfermedad, y tampoco es incurable. La paciencia se trabaja y hay algunas acciones que puedes poner en práctica si quieres que tu segundo nombre sea paciencia.
¿Por qué una persona tiene poca paciencia?
Tienen baja tolerancia a la frustración: suelen querer resultados inmediatos y se frustran fácilmente cuando las cosas no suceden a su ritmo. Esto puede venir de una crianza donde no se les enseñó a esperar o gestionar emociones incómodas.
Son más propensas a la ansiedad: muchas veces, la impaciencia es una forma de ansiedad anticipatoria, quieren que las cosas ya pasen para sentirse en control. Esperar activa la incomodidad, y quieren deshacerse de ella rápido.
Tienen una necesidad alta de control: la impaciencia puede surgir cuando las cosas no salen como se planean. Querer controlar los tiempos, a las personas o los procesos puede reflejar inseguridad o miedo al desorden.
Viven con un sentido de urgencia constante: algunas personas desarrollan esta prisa por experiencias de vida donde «perder el tiempo» era mal visto o donde sentían que todo debía rendir.
Pueden tener rasgos de perfeccionismo o autoexigencia: si se exigen mucho a sí mismas, también tenderán a exigir a los demás, generando impaciencia cuando no responden igual. Les cuesta aceptar errores, pausas o caminos más lentos.
¿Cómo mejorar la impaciencia?
Según la psicología es posible mejorar la impaciencia, algo que te puede funcionar es que antes de que reacciones a una situación con frustración, haz una pausa de 5 segundos para respirar, eso entrena al cerebro a responder en vez de reaccionar. La impaciencia nace de la idea de que “esperar es perder el tiempo”, en cambio, es mejor ver la espera como una pausa valiosa o una oportunidad para observar, reflexionar o descansar.
Reduce los factores que disparan la paciencia; dormir mal, estrés acumulado, hambre, sobrecarga mental, todos vuelven más reactivo al cerebro. Mejorar hábitos de autocuidado impacta directamente en el nivel de paciencia. Practicar meditaciones, mindfulness o la lectura pueden ayudarte a ser más paciente.
¿Cómo tratar a alguien que es impaciente?
No lo tomes personal, la impaciencia rara vez es contra ti. Ayuda con empatía y no respondas de la misma forma, puedes validar sus emociones con frases como: «Sé que te frustra esperar, ¿quieres que respiremos juntos?» y luego refuerza cuando se regula «Hoy te vi esperar sin enojarte, ¡bien hecho!».
CON INFORMACIÓN DE EL HERALDO DE MÉXICO