2 junio, 2025

2 junio, 2025

La Iglesia que abre las puertas del tiempo

CRÓNICAS DE LA CALLE / RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA

Cito de memoria las paredes viejas de la Iglesia.  Iglesia de «Nuestra señora de las Nieves» que está en Palmillas, Tamaulipas. Me convocan las enormes puertas y las escaleras por donde uno se eleva del  nivel de la tierra y entra al aposento, al olor a incienso aletargado, al humo de las velas sin barco, al tema de los sagrados óleos.

Palmillas se encuentra en lo que llamaron y todavía lo hacen el cuarto Distrito. Al Este tiene un gran muro, montaña que es brincada por el sol todas las mañanas como a las once para que el frío se quite. Un día fue un pueblo importante y revolucionario, todavía lo es, y las gestas heroicas se recuerdan: duelos reglamentarios que ocuparon una parte de la historia familiar del siglo XX. 

De la iglesia cito la cúpula y la torre a un costado donde un tío trepa a desdoblar las  campanas que llaman al pueblo bonito y callado que acude solemne. Las campanas se escuchan en los pueblos vecinos, en los  cinco ejidos,  cerca de Jaumave, en los ojos de agua, en los cañones de la Sierra, tan íntima.

Construida en 1777, esta iglesia es la más antigua de Tamaulipas.  Uno se acostumbra a ver la cúpula desde la  carretera y si hacen un dibujo también saldrán los huizaches y mezquites, iguales que hace cien años.

En la  cúspide le han colocado una cruz eléctrica y en el encendido parece una enorme vela. Por ahí pasaron los españoles y aquellos que se quedaron hasta la fecha con sus cosacos. Y el tiempo con sus huesos largos.

Uno agradece la vista y al paisaje apastelado que se vislumbran por los cuatro puntos  cardinales.  Enfrente de la Iglesia la montaña casi se viene encima. En esa larga cordillera de la Sierra madre oriental,  justo donde nace el río Guayalejo, ahora seco la mayor parte del año, el agua va por abajo dicen, luego sale por El Salto, por un sitio conocido desde siempre como Las Enramadas. 

Desde la alta torre se pueden ver los columpios que han hecho los muchachos en los patios amplios. Se observa el pasado y el presente con un puente, la calle larga y algunas camionetas nuevas estacionadas. El municipio es más próspero ahora y eso se nota a simple vista, a ojo de pájaro. 

Cito de memoria las gruesas paredes, gruesísimas de sillar, las acaban de instalar para la eternidad. Los feligreses mismos que se han visto con los ojos abiertos y cerrados mientras platican  con otro.

Hace años llegó a mis manos la llave que abría la puerta antigua y gruesa, pues mide 25 cm. Llave que durante muchos años abrió la puerta de esa Iglesia. Alguien la sostuvo durante la revolución y las guerras cristeras, tal vez las olvidó alguna vez en un pequeño  casino del pueblo grande que fue Palmillas.

Antes no había barda perimetral en la Iglesia. Aunque dicen los viejos que hubo una de piedra. Hay fotografías que retratan la parte trasera del inmueble,  la espalda del frontispicio,  el silencio atroz donde no hay nadie  o casi nadie. Entonces ya diste la vuelta a la Iglesia y has vuelto al presente. Es un gran cuadro del pasado  con un hermoso marco.

Frente a esta iglesia, entre danzas religiosas y fiestas paganas se hizo la historia del pueblo. Está ahi el panteón más antiguo y los Santos intactos. Desde luego está la Patrona del pueblo  con advocación a «Nuestra señora de las Nieves», bien  custodiada por los fieles.

En el patio habrá sitio para los danzantes y para las familias, para la comida de la mayordomía. Para los turistas habrá bancas y sillas. 

Por mientras, las torres dejan pasar el aire y lo filtran con sus canciones bonitas y alegres. El viento es amable y bien fresco en la tarde, abriguese señora, señor, no le vaya a dar un aire.

Cito las calles empedrardas, por donde se llega a Roma y al  cura que oficia esta misa de memoria. Convoco a ese pequeño puerto del desierto que es Palmillas.  Con su vela y su cúpula blanca  con un copo de neblina por la mañana en este año de nuestro señor 2025.

HASTA PRONTO 

POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA

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