¿Porqué hay que preguntar y para qué hay qué saber? Buena pregunta.
Con los cinco sentidos percibimos los objetos, las sensaciones y con el cerebro creamos la realidad que al fin de cuentas es nuestra realidad y no la de otros. Unos pensamos distinto a otros, cada cual con su ropa. ¿Entonces qué nos importa? No lo sé Rick.
En el concenso diario vivimos en un mundo distinto al de los demás, nuestro sentimiento crea diferentes percepciones de un mismo objeto y nace de nosotros preguntar lo que sienten los demás.
Preguntar para entender lo que vemos, para saber lo que escondemos, conocer el secreto largamente guardado por los semejantes. Preguntamos todavía sabiendo la respuesta por si el chisme tiene un agregado y hasta ofrecemos un varo por obtener la respuesta que nos deje dormir esa noche.
Sin preguntar nos enteramos por estar cerca de quien habla, no dormimos sino es que observamos por la ventana a ver quién con quién por si nos preguntasen. Sabemos más de lo que decimos pues vamos juntando el paquete de emociones fuertes en la mochila.
Sin preguntar nos enteramos, la experiencia nos muestra ante los ojos lo insólito que es algo nuevo y la curiosidad extingue al gato. Sin preguntar no llegamos a Pénjamo a menos que de lejos reconozcamos sus cúpulas. Alguien podría mentir y enviarnos a otro poblado.
Para preguntar, en Ia mano de todos nosotros, muy cristianos Ronaldos, tenemos la inteligencia artificial que todo lo sabe. Y sin embargo hay cosas que al suceder tan cerca de nosotros nos damos por enterados, o quién sabe. Da cuis cuas preguntar algo pues en peligro el encuestado vaya después con el chisme a otra parte.
Hay personas muy preguntonas y ya lo traen en los genes, preguntan tanto que lo más importante olvidan preguntarlo. Dicen que un buen periodista no hace preguntas, sólo las insinúa para que el otro vato se suelte.
Una persona silenciosa afecta la pregunta y a la respuesta, la expectativa espectacular del silencio crea otro mundo en la espera, en la esperanza en lo que llega, si es que llega. En un mundo donde todos quieren saber todo, guardar el secreto en lo más íntimo de nuestros secretos es un riesgo. Eso es mejor consultarlo con un experto, tiene un valor y a veces un precio muy alto.
En contra parte hay personas indirectas a quienes ni siquiera habría que preguntar y son de menor riesgo al no tener crédito. Ni en su casa les creen dicen en el barrio. Otros manipulan lo que saben para su interés personal, acomodan la información con determinado agregado cultura. Por causa de estos el consejo más antiguo nos indica que hay que dudar de todo lo que nos dicen y como Santo Tomás, hasta no ver no creer.
Para preguntar sin embargo debemos ser eficientes, pues de nada sirve preguntar si no entendemos, si después por no dar el contexto se nos olvida lo más importante. Una respuesta inteligente es capaz de cambiar el sentido de la pregunta, una pregunta inteligente descubre al farsante.
En este mundo no hay dos instantes que se repitan, ni existen dos objetos iguales, todo empieza y concluye y esa es la vida. Sabemos muy poco de muy poco. En países lejanos se mueven entidades que desconocemos hasta el momento en que las vemos en la red y entonces preguntamos. No hay tiempo, no vivimos suficiente ni cabe todo en el cerebro para saber todo.
Sabemos incluso un mínimo de lo necesario, sabemos miles de cosas que jamás ocupamos, nos preparamos largo tiempo para nada y el nuevo día nos toma por sorpresa a los ignorantes, a nosotros los humanos sabelotodo.
HASTA PRONTO
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA