Durante años, en el escenario político de Tamaulipas ha habido un gran ausente: la sociedad civil. El desencanto y la desconfianza han provocado que la ciudadanía se retire. La baja participación en el pasado proceso electoral no es una cifra: es una alerta.
En su lugar, operan grupos de poder empeñados en ocupar los espacios vacíos y, en ese intento, actúan desde las redes sociales, donde han desplegado una intensa guerra sucia. Su herramienta es la mentira, y las armas que utilizan son fake news, bots, cuentas anónimas y personajes ficticios que repiten consignas con la intención de imponerlas como verdades absolutas.
Intereses regionales —como el grupo Reynosa, integrado por Maki Ortiz, Cabeza de Vaca y otras figuras menores pero con dinero— han tomado las franquicias partidistas como si fueran empresas familiares. Con financiamiento lícito e ilícito, se han propuesto imponer agendas, candidaturas y estructuras paralelas al poder formal. Lo hacen sin reglas, sin pudor; solo buscan gobernar para administrar sus negocios desde el poder.
Y lo hacen con una fórmula conocida: simular. Se presentan como redentores, prometen limpiar la casa, pero solo pretenden despejar el camino para sus ambiciones. Atacan a quien les impone límites, disfrazan sus intereses como causas populares y usan el discurso de la justicia para consolidar sus privilegios.
La elección de 2022 les cerró espacios que ahora se proponen recuperar mediante alianzas que ya operan abiertamente. Hasta el último momento intentaron revertir el mandato popular. Contaron con un Congreso sin contrapesos, un Poder Judicial dominado por incondicionales y una fiscalía que invocó su autonomía para proteger a un panismo electoralmente derrotado, pero políticamente activo, decidido a vengarse y recuperar poder.
Hoy el tablero comienza a reordenarse. La reconfiguración del Poder Judicial, el nuevo equilibrio en el Legislativo y una vigilancia más estricta sobre los gobiernos municipales ofrecen una oportunidad —quizá única— para limpiar la vida pública del estado.
En el plano nacional, el fortalecimiento del gobierno de Claudia Sheinbaum será clave. Si quiere consolidarse, deberá romper con los grupos mafiosos que, escudados en una supuesta lealtad a López Obrador, intentan controlar territorios estratégicos con fines económicos y criminales. Son los mismos que en su momento simularon confrontarse, pero que hoy han pactado entre sí, titubean ante los cárteles y se benefician de la extracción de energéticos y contratos públicos.
El futuro de Tamaulipas no puede volver a manos de quienes hicieron del poder un negocio y de la ley, un trámite. Es momento de poner límites y de convocar de nuevo a la sociedad, no solo para votar, sino para vigilar, exigir y participar.
NEGOCIOS EN LO OSCURITO
El “boom” inmobiliario en Ciudad Victoria es sorprendente. La gran avenida abierta al norte de la ciudad es un tema que genera mil suspicacias.
Vale la pena recordar un gran texto del escritor tampiqueño Juan Jesús Aguilar: hay que distinguir entre victorenses y victorianos. Los primeros son simples mortales; los segundos disfrutan de los privilegios que, en otros tiempos, les brindó el presupuesto.
Por. Pedro Alfonso García