Rosendo es mi amigo desde la infancia, por tanto ignoro o ya olvidé la causa de esta amistad ahora que lo pienso. No le he dado ni me ha dado nada, en medio de los dos existe esa nada. Sin motivo ahora seguimos siendo amigos, eso creo, habría qué preguntarlo también a él. Quizás esa nada le salva, esa forma de vivir con una peculiaridad espectacular: a Rosendo no le gusta trabajar y está bien.
Es como Cristian Castro, no le gusta hacer nada y eso tiene su grado de dificultad. No es fácil ver pasar el día si hacer nada, el ha pasado así la vida. Para hacerlo se debe tener cierta condición social, no sé si física, una especie de suerte, si se le puede llamar suerte.
A Rosendo, del cielo le caen las hojas y no las agarra. Ahora ya viejo sus hijas trabajan y él ocupa poco sustento, le sobra tiempo y se ahorra vida. Eso se le respeta, el hecho de gozar de cabal salud pone a pensar a muchos, eso de no preocuparse por nada no cobra factura y empobrece a las farmacias, pero no estoy muy seguro, en peligro no sea cierto, tengo para mi que el trabajo es la vida y Rosendo es la escepción de la regla, la oveja negra, el prietito en el arroz, el domingo 7.
Quizás la flojera en Rosendo también tuvo su infancia, hubo quien le sostuviese el biberón si no no comía, le daban agua en la boca, comenzaría como un divertimiento, y hallaba quien le complaciera en sus gustos. Tal vez ya lo traía en los genes.
El oficio de no hacer nada es ser flojo sin que lo parezca. Sobrevivir en un mar de gente trabajadora es complicado si se le compara con un trabajador de rompe y rasga, de ocho horas la jornada, de sol a sol como un peón en tiempos de Porfirio Díaz.
Rosendo- con las implicaciones que debe tener su caso- a diario comete el crimen perfecto, sin errores brota impune luego de estar plácidamente echado en cama. Y no cualquiera. Además digo que tuvo suerte pues se casó por todas las leyes sin exigir, después sin alarde, que lo mantengan. Si lo cuestionan, el responde «no preciso del trabajo».
El arte de no hacer nada requiere de practicas profesionales, entrenamiento diario, cerrar los ojos, no pensar en nada, trabajar la pequeña sin razón en la economía de las palabras. Si o no, serían palabras suficientes si se logra vivir de ellas y se encuentra quien las pague.
Y no es cualquier cosa no hacer nada. Inténtelo usted aún cuando sea un minuto, le entra una llamada al estómago, se le hace tarde para salir, hay que quitar la ropa pues comenzó a llover y en un minuto ya valió willson la cosa.
También es duro abstraerse de las tentaciones del mundo. Dejar los mundanos estímulos que por más flojera que traigas acudes al llamado de la selva, a salvar a la princesa caiga quien caiga. Y sin embargo Rosendo lo logra, nunca sabe qué hora es y se sordea.
Es curioso que de niño no se observan esas cosas, alguien muy meticuloso diría que Rosendo era un niño normal. Es de grande que Rosendo consagró su genialidad, si ello fuese escolarizado sería un Doctorado de Harvard.
Y esque está cabrón no hacer ni marzo, tener vacaciones eternas, levantar la mano y que el maná caiga del cielo. ¿Una cheve Rosendo?, si como no con mucho gusto y nada de ganas, pocas porque se cansa de ir al baño, eso pienso. Rosendo cumple con la obligación sanitaria de nada con exceso.
Por eso Rosendo sin mucho esfuerzo es mi amigo. Hago nada que perturbe su sagrado derecho a tirar barra. Y a veces me dan ganas de hacer lo mismo, pero hacer lo mismo es también estar haciendo algo. Rosendo debería escribir un libro, pero creo que le daría webba, en su descargo es que escribí esto.
HASTA PRONTO