13 julio, 2025

13 julio, 2025

Cúspide y debacle

CLAROSCURO/ ALEJANDRO DE ANDA

“Los imperios como Roma no se mantienen con la timidez”. – Tácito

LO CLARO. La movilidad es parte esencial del crecimiento y desarrollo urbano. Del ser humano en general.

El compartir experiencias culturales con otros polos de la geografía, permite el intercambio de ideas y de enriquecimiento ideológico. Así se forma la ‘globalidad’.

Hoy lo conocemos como herramienta indispensable de manifestaciones educativas.

La academia también lo cultiva y fomenta.

La Universidad Autónoma de Tamaulipas participa a su sociedad respecto al programa de movilidad estudiantil en su Centro de Idiomas para la Niñez y la Adolescencia CeINA.

El programa de movilidad de verano en Canadá, será una magnífica oportunidad para los jóvenes estudiantes para incrementar su acervo y compartir experiencias e idioma. Un estímulo para multiplicar la globalidad estudiantil y desarrollar a Tamaulipas.

LO OSCURO. La caída del Imperio Romano entre los siglos IV y V d.C. ha fascinado a historiadores y pensadores a lo largo de los siglos. La decadencia de una de las civilizaciones más grandes de la historia además de ser un evento trágico, también significó un fenómeno lleno de matices que permitió el surgimiento de nuevas estructuras sociales, económicas y políticas. La historia de Roma ofrece lecciones valiosas que equivaldrían a similitudes visibles del hoy “Imperio estadounidense”.

El señorío Romano, en su apogeo alrededor del año 117 d.C. bajo el emperador Trajano, abarcaba más de 5 millones de kilómetros cuadrados, incluyendo gran parte de Europa, el norte de África y partes de Asia. A medida que la corrupción se infiltró en sus instituciones, la economía se debilitó y las fronteras se convirtieron en un colador; el imperio comenzó a mostrar signos de desgaste. La toma de Roma por los visigodos en 410 d.C. es a menudo vista como un punto de inflexión que marcó el inicio del debilitamiento irreversible del imperio.

Muy ‘ad hoc’, Estados Unidos -que ha sido visto como el baluarte de la democracia y el capitalismo en el mundo desde finales de la Segunda Guerra Mundial- enfrenta retos que ponen en duda su preeminencia global. Más de 333 millones de ciudadanos viven en un país que, en 2022, alcanzó una deuda nacional de aproximadamente 31 billones de dólares. La polarización política ha llevado a un aumento de la desconfianza en el gobierno, que se manifestaron en unas elecciones marcadas repetitivamente por disturbios y protestas (al menos en dos contiendas presidenciales).

Una de las similitudes más notables entre ambos imperios es la creciente desconexión entre el gobierno y el pueblo. En Roma, la pérdida de confianza en las instituciones llevó a una ciudadanía desencantada y pasiva. La corrupción, la ineptitud y la manipulación política contribuyeron a un estado en crisis, donde el número de senadores se redujo de unos 900 en el apogeo de la República a apenas 200 en el año 200 d.C.

En Estados Unidos, la desconfianza en el gobierno alcanza niveles alarmantes, con solo un 20 % de los estadounidenses indicando confianza en el Congreso, según el Pew Research Center. La ciudadanía siente que sus voces no son escuchadas y que las decisiones se toman lejos de sus intereses. Esta desconexión fomenta un caldo de cultivo para el descontento, lo que a su vez socava la estabilidad.

Los problemas económicos son otro hilo común en esta narrativa histórica. El Imperio Romano sufrió inflaciones y devaluaciones de su moneda a partir del siglo III d.C., cuando el denario pasó a valer solo una sexta parte de su valor anterior. La crisis del siglo III, que se caracterizó por la ruptura del comercio y un sistema tributario ineficaz, llevó al colapso de varias regiones del imperio.

Hoy en día, Estados Unidos enfrenta los mismos retos: la deuda nacional continúa en aumento y el costo de vida se ha incrementado significativamente. Una reciente encuesta indica que el 64 % de los estadounidenses se sienten agobiados por la inflación. La evidencia de la creciente desigualdad sugiere que el país podría estar caminando por un sendero familiar que llevó a Roma a su caída.

A pesar de su declive, el final del Imperio Romano no fue solo caos y desorden. Después de la caída -entre los siglos V y VIII- surgieron nuevos reinos. Y con ellos, florecieron conceptos culturales y sociales que sentaron las bases para la Europa moderna. La formación del Sacro Imperio Romano Germánico en el año 800 d.C. es un ejemplo de cómo la descomposición de un imperio puede dar pie a nuevas estructuras.

Del mismo modo, en el contexto ‘gringo’ la crisis actual también puede dar lugar a un florecimiento renovado. Movimientos sociales como Black Lives Matter y la lucha por el cambio climático han ganado fuerza y visibilidad. En los últimos años, el 75 % de los jóvenes estadounidenses se mostraron preocupados por el cambio climático, lo que indica una generación lista para liderar un cambio muy significativo.

La historia del Imperio Romano ofrece una lección sobre la resiliencia y la adaptación. La caída de un imperio no siempre es el final; puede ser el comienzo de algo nuevo. Para Estados Unidos el reto radica en aprender de sus propias debilidades y redirigir su curso hacia un futuro más inclusivo y sostenible.

Si bien la historia puede advertirnos sobre los peligros de la decadencia, también nos inspira con historias de renacimiento y nuevas oportunidades.

Todo reino nace, florece y en su decadencia se transforma en otros… y muere.

¿El problema?

¡Somos los vecinos!

COLOFÓN: Gran oportunidad para los que podemos observar y aprender de sus culturas. Nuestro país continúa en florecimiento. Esperemos no tarde nuestra grandeza ‘romana’.

¡No vaya siendo que ya sucedió con los antepasados aztecas!

Por. Alejandro de Anda

HYPERLINK «mailto:alejandrodeanda@hotmail.com» alejandrodeanda@hotmail.com

@deandaalejandro

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