5 diciembre, 2025

5 diciembre, 2025

Una nalgada por la calle Hidalgo 

Crónicas de la calle /Rigoberto Hernández Guevara 

La calle es un latido, una caparazón de fuego, una mujer desnuda y muy tranquila, la calle se apodera de nosotros, nos hace sus sublimes pasajeros, su incierto destino metido en los mentideros.

Ahora la calle es un espacio de nosotros, como un abrazo, una nalgada de la suerte en al calle Hidalgo. Las mujeres se abrazan luego de 500 años de no verse, de hecho nunca se habían visto. 

Por eso es que las aves cruzan los pantanos como hoyos en los asfaltos menesterosos y presenciales. La noche cae como cae un coche en los baches, la noche se va llenando de nosotros en medio de las luces artificiales.

El sigilo de las casas una tras otra en cruel persecución, como las sonrisas sinceras van juntas con las falsas y la calle avanza entre los coches y árboles que van pasando con el tiempo.

La calle es un vaivén de personas en curso rumbo al sol. Al polo norte a la simple contemplación de un atardecer al horizonte. Llevan pequeñas encomiendas minucias para sorprender al fulano.

La calle es el olor penetrante del humo del aceite quemado del motor. Un viejo carro con un viejo adentro lo lleva manejando viendo el retrovisor a cada rato como si lo fuesen persiguiendo los años. Y una nube oscura acecha el calor vaporoso de esta historia.

Acompaña desde luego el anciano radio del año del caldo, el perro que tiene cien años, la canción, el abrazo doloroso, el fútil encuentro, el recrudecimiento de las relaciones, el encuentro o desencuentro amoroso. En la calle hay de todo. Y nadie hay. 

Habemos de todo. Desde un teléfono celular el joven que va ahí define su podrida suerte de proxeneta, se divorciará asegura la señora que va en seguida. Su triste miseria vaga ahora por los lares de lo ignoto. Es un don nadie cruzando la ciudad, un monigote arrastrando paredes, quebrando vidrios. El aire es el perfume de todos, el dren pluvial de las 12 partiendo el vidrio de la noche. 

Una sociedad de silencios se escondió tras el biombo que es la niebla al amanecer del llano. La concepción del día hace ejercicios con los primeros rayos del sol antes de que aparezca el esplendor y el invasor de otro planeta. Habrá que seguir el día con todo lo enseñado, usted sabe, los buenos modales, ir al cine con la mujer para simular una familia completa. 

En las cocinas clásicas hay sopas, cremas y puré. La preparación huele a especias, embarra la distancia, la suave armonía del alma. La casa debe ser con ventana a la calle para husmear el paso repentino de la gente. La gente debe saber el sitio donde venden buena pasta. 

En las orillas se quedan vestigios que a la larga pintan el cuadro del maestro reloj. Aspiro la calle por que sé que soy el paso que avanza en esta historia. Soy la historia de esta calle cualquiera. En los días aciagos la calle absuelve el llanto en oxidadas alcantarillas. La revuelve con veloces y cruciales aguas negras que se funden en el infinito.

La calle es también del vecino retorcido sin camiseta echando mecánica toda la vida. . El encanto de la bugambilia, la risa infame del quebranto, la lucidez de las viejitas en la parvada. La eterna noche de los chavos que toman a toda hora y por cualquier causa. Los botes de aluminio. La calle orinada.

Una sesión de preguntas sin respuesta se prende en los largos monólogos de las señoras. En la calle el precio varía según el regateo. La noche se ha llenado de farolas. Alguien conectó el juego de la ruleta y la calle comienza a escribir la suerte, la vuelta lenta que va, deja poco a poco de dar vuelta y se detiene a tiempo, en tu numen… y te detienes.

HASTA PRONTO 

Facebook
Twitter
WhatsApp

DESTACADAS