Toño de la Cruz fue una persona como pocas. Un hombre sencillo, enamorado de la vida y de su familia, reportero apasionado y entregado a cualquier causa cuyo destino final fuera la justicia social.
Fue un reportero entregado a las fuentes agropecuarias por mostrar uno de los lados más nobles de cualquier sociedad, y a su vez mostraba la crudeza de las inclemencias del entorno sumado a la explotación como una constante de la naturaleza humana.
Toño vivió entregado a denunciar cualquier abuso hacia los sectores más vulnerables y vulnerados de la población.
Su activismo en redes sociales es una muestra muy clara de su carácter y templanza por el bien común.
Un aspecto tan gentil y tan humano que se pierde en un mundo lleno de frivolidad y/o de supervivencia.
Y ese era al final en su trabajo el principal objetivo: que no exisitieran sectores de la sociedad desprotegidos.
Su activsimo fue además una forma de retar al poder oficial y al de los grupos fácticos que más allá de todo el clima de violencia y de terror que intentaron de imponer, había una persona que daba su cara para señalarlos y hacerles ver que el bien común siempre está por encima de todo.
Toño nunca calló, como reportero abordó los temas a su gusto y eso era lo que le daba al final esa magia literaria como un don para retratar la realidad que se presentaba ante sus ojos.
Guiado por sus compañeros y jefes que más allá de las jerarquías laborales eran amigos entrañables. Hermanos, compadres.
Toño era ese tipo de persona que con orgullo y mucho ahínco, los ímpetus obligaban a decirle compadre, el pasaporte norestense que invita a una amistad de toda la vida.
Sus hijas como su máximo orgullo y fuente de inspiración.
Y probablemente influyeron en su sed de lograr un mundo mejor.
Toño como pocas personas en este mundo, era el portavoz, el embajador oficial del sabio Pueblo, esa invocación mística y a la vez tan realista que por cierto alimenta cada línea del discurso cuatroteísta.
Pero a Toño ese romanticismo que tanto argumenta el poder en turno no eran líneas del discurso y más bien lo obligaban a retratar con exactitud la realidad y a indagar con su apetito como reportero entre testimonios y documentos.
Previo al fatídicio día de su muerte y de su hija Cinthya, indagaba un fraude millonario que condenó al sector Salud del estado por años, y cuya estela de daños no se redujo a la pandemia y afectará a generaciones.
Y ese fue tal vez el principal motivo para que un grupo de cobardes le arrebataran la vida y a su hija.
Y ese crimen tan cobarde dejó en evidencia la fragilidad de cualquier periodista.
En la lejanía de su tercer aniversario luctuoso su crimen debe de ser esclarecido por justicia para él y para su familia.
Y también para devolver al gremio tamaulipeco la certeza de que un trabajo tan vulnerado por las constantes afrentas de la delincuencia organizada, no pone en riesgo nuestras vidas cuando se trata de cuestionar al poder, y a los poderosos.
El gobierno del doctor Américo Villarreal ha logrado a marchas forzadas devolver la dignidad al gremio y defender a capa y espada la libertad de expresión.
Pero todos esos esfuerzos se deben también de aterrizar en el aparato de justicia para esclarecer el asesinato de Toño y el de Cinthya.
Y desde el gremio periodístico seguir con su ejemplo a manera de legado de siempre velar por los más desprotegidos.
Toño cuando la pasión de reportero lo inundaba y enfregaba sus trabajos reporteados y escritos con el corazón pero cribados siempre con su rigor como periodista experimentado aplicaba al final el concepto orwelliano más socorrido por los periodistas de hueso colorado.
“Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques, todo lo demás son relaciones públicas”
Por. Pedro Alfonso García Rodríguez
@pedroalfonso88