Justo dos meses después de su noche triste del 5 de junio, el PRI en Tamaulipas no parece ser capaz, hasta ahora, de salir del estado de shock que le heredó su fallida campaña por la gubernatura de Tamaulipas.
Dos factores dejan, en la opinión de su servidor, muestras claras de un aturdimiento que a medida que avanza el tiempo, lo encamina a una postración mucho más prolongada de la que hubiera podido pensarse.
Si me permite, expondré esta percepción personal:
En sus reuniones, las cúpulas del Revolucionario Institucional estatal han tomado dos decisiones que para ellos son al parecer, claves. Una, la más reciente en hacerse pública, es apretarse el cinturón para reducir gastos en todo lo que puedan -como siempre primero es la nómina- y la otra ya conocida y aplicada desde que se formalizó su derrota, es no etiquetar a los culpables del desplome que les costó dejar casi ocho décadas de poder.
Empezaré con dejar una duda sobre la mesa:
¿Cómo piensan los priístas recuperar por lo menos parte del terreno perdido, si lo primero que hacen es aplicar una política de astringencia financiera?
En un paralelismo militar, no concibo a general alguno pensando que va a ganar una batalla dando de baja a parte de su ejército. Va contra la razón creer que se puede ganar una guerra reduciendo las municiones, el armamento o las vituallas para los combatientes. Cualquier sargento podría darles lecciones sobre eso.
Esa supuesta austeridad parece ser una aplicación partidista de la malograda e ilógica tónica baltazarista de operar una campaña con el objetivo de obtener utilidades y no de obtener resultados exitosos.
Con todo y eso, lo anterior no es lo más riesgoso para ese partido, sino esa filosofía fantasiosa de no buscar culpables del tropiezo. Es como decir, aquí no ha pasado nada cuando en realidad ha pasado todo.
Por supuesto que se deben identificar a los autores de las fallas. Es imperativo para cualquier empresa -y un partido de alguna manera lo es- saber quiénes, con nombres y apellidos, cometieron errores y determinar el origen de estos, porque es la mejor manera de no volver a sufrirlos.
Por la responsabilidad que recibieron, saltan al escaparate en forma natural quienes deberían ofrecer una explicación a su establo político:
Antonio Martínez Torres, cabeza formal de la campaña, por permitir que se le redujera a testigo de palo frente a un grupo de “snobs” y hacer evidente que lo primero para él fue conservar el puesto para tratar de asegurar otro sexenio.
Felipe Garza Narváez, por someterse con docilidad a los caprichos y soberbia de un contador que sin la menor idea del manejo electoral de medios le arrebató el respeto y confiabilidad que debe tener un jefe de prensa.
Luis Enrique Rodríguez Sánchez, por obsesionarse en acciones que le generaran dinero y olvidarse de que primero era la campaña y luego los negocios.
Bladimir Ruiz, por sentarse antes de tiempo en un trono inexistente y no percibir, como lo exigía su papel, que con su estrategia de movilización estaba ayudando a sus adversarios y no a su partido.
Sergio Martínez, por convertirse en un jefe de seguridad del dinero en lugar de un financiero electoral y pensar sólo en dejar números negros en dos meses, en lugar de apuntalar el trabajo que duraría seis años.
Jesús Collado, por no aceptar que debía actualizar su discurso y no decirle a tiempo al candidato, quien confiaba totalmente en él, que pisaba terreno pantanoso.
Y desde luego, el propio Baltazar Hinojosa, por permitir como mando supremo todos esos errores y cruzarse de brazos pensando que los simples colores del PRI bastaban para ganar.
No descubro el hilo negro con lo anterior, pero debe quedar claro que en mayor o menor medida, todos ellos son corresponsables de esa derrota y en uso del sentido común deben ser reconocidos así por la nueva jerarquía tricolor, sean quienes sean los que la formen, si es que quieren tratar de cerrarle el paso a otra experiencia similar o por lo menos reducir las probabilidades de repetirla.
Claro, si es que el poder panista les permite respirar. Porque como se ve, les va a esconder hasta el último tanque de oxígeno…
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