Las cifras son de alto impacto:
Mil 776 efectivos de la policía federal, 16 equipos de inteligencia, 16 binomios caninos, 15 binomios ecuestres, 2 helicópteros, dos aeronaves de reconocimiento, 6 buzos, 4 laboratorios móviles, un sistema de georadares, 4 brigadas de búsqueda y localización integradas por padres de familia, agentes del ministerio público de la Federación y policías federales.
Sume a lo anterior otra decisión oficial en curso: la compañía de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, de manera complementaria en las investigaciones, incluyendo informes a ese organismo sobre los avances de las mismas.
Después de leer lo anterior, tal vez ya sepa a qué tema me refiero: Sí, a las acciones aplicadas para definir qué sucedió con los estudiantes normalistas de Ayotzinapan secuestrados en Iguala.
Todo lo referido, fue expuesto por el presidente Enrique Peña, al entregar al Senado las respuestas a las preguntas de ese orden parlamentario.
Y pregunto:
¿Qué más se necesita para aceptar que se está haciendo todo el esfuerzo posible y se están explotando todas las posibilidades para encontrar la verdad de esta tragedia?
Por supuesto que entiendo el dolor y la desesperación de los padres y seres queridos de esos muchachos, claro que justifico la indignación de la sociedad mexicana y hasta internacional por ese brutal y repugnante crimen. Pero en medio de ese caos de dudas, desconfianza y zozobra, es claro que como nunca, un gobierno está haciendo todo –o casi todo– lo que está en sus manos para arrojar luz sobre ese drama. No recuerdo una acción similar en la historia cercana nacional, de un operativo policíaco de investigación como éste.
Me parece –es una visión personal– que la cuota de pasión y de ira de parte de quienes demandan la aparición de esos jóvenes, incluidos sus padres, ya se agotó. Ya corrió suficiente violencia que ha dañado inclusive a muchos inocentes de ese delito y ya se toleró lo suficiente a aquellos que en aras de un supuesto apoyo a las víctimas, convirtieron sus protestas en actos de barbarie que cada vez se acercan más a los cometidos por los delincuentes que tanto exigen al gobierno que encuentre y castigue.
Es hora de dejar paso a la razón y a la reflexión. Es hora de hacer a un lado el divorcio con las autoridades responsables de aclarar este crimen masivo y en lugar de eso, sumar esfuerzos con ellos para, Dios lo quiera, encontrar a esos muchachos. La verdad, por dolorosa que pueda ser, siempre será preferible sobre la ignorancia.
Ojalá que los principales dolientes, los padres de esos jovencitos, puedan tener el ánimo de reconocer que sólo en esa comunión compartida de esfuerzos, existen más posibilidades de llegar a esa verdad.
Y por favor, que echen de su lado a oportunistas buscabullas, que sólo buscan lucrar con las tragedias…
VALORES MORALES
Pocos protagonistas de la política conozco –quizás sea el único– con mayores valores morales que el médico Felipe Garza Narváez. Siempre ha sido y es encomiable que persista año tras año y campaña tras campaña con ese perfil, un romántico de esa actividad.
Lo singular de todo esto es que actuando de buena fe, tenga esa trayectoria limpia como político y servidor público. No es fácil caminar y hasta nadar entre tanto lodo, para continuar igual: como un romántico.
No hay muchos que merezcan tanto la oportunidad de seguir sirviendo a Victoria y a Tamaulipas como Felipe. Y por si fuera poco, ahí les va una tarjeta de presentación: nunca ha perdido una elección.
Se los dejo de tarea…
Twitter: @LABERINTOS_HOY