13 abril, 2025

13 abril, 2025

Un zapatismo vigente en todo México

columna invitada

Guste o no, la sociedad mexicana ha cambiado aunque no ha sido de forma radical, pero sí lo es gradualmente de tal manera que para algunos pareciera que siguen siendo los mismos mexicanos de siempre. Justo estamos a 90 días para que arranquen las campañas políticas en Tamaulipas, en la que sumarán a nivel nacional la renovación de 390 diputaciones locales, 903 municipios y jefaturas delegaciones, además de 300 curules federales; y créalo estimado lector, en este momento algunos partidos políticos están cocinando candidatos que tienen todos los atributos para las —ya— viejas formas de persuasión del voto. Siguen sin comprender que México cambió y que eso se reflejará en el siguiente proceso electoral por iniciar.

Hace unos días, estuve en el seno del zapatismo, en el marco de la conmemoración de su 21 aniversario cuando el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) salió a la luz pública desde Chiapas el primero de enero de 1994, con un grupo de indígenas armados que intentaron ocupar siete cabeceras municipales el mismo día en que entraba en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC), durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari; en aquél entonces, el EZLN cuestionó al sistema político mexicano sobre sus promesas de modernidad, intentando derrocar al presidente de México y establecer una democracia participativa. Ciertamente no consiguieron ninguno de sus dos objetivos a nivel nacional, pero sí lograron cristalizar esos cambios en el territorio chiapaneco.

Después de dos lustros, los mexicanos piden exactamente lo mismo a través de diversa formas de manifestarse, presencial, virtual o bajo la silente inconformidad que con probabilidad se expresará el siguiente siete de junio en las urnas. Hace 21 años el principal clamor del nuevo zapatismo mexicano era la defensa de derechos colectivos e individuales negados históricamente a los pueblos indígenas mexicanos, ahora la sociedad mexicana clama por los derechos colectivos e individuales para todos los mexicanos, claramente se amplió el clamor que estuvo confinado en las selvas chiapanecas y que en este momento está generalizado en casi todas las regiones del país.

Este cambio social deberá considerarlo todos los que participan en las administraciones públicas locales, estatales y federales. El hartazgo de la sociedad, más la presencia de las redes sociales y el aderezo que brindan los excesos que están teniendo los políticos dan como plataforma una nueva condicionante para que los mexicanos exijan una actuación diferente.

El subcomandante insurgente Moisés, quien sustituyó al subcomandante Marcos, en su discurso de esta madrugada del primero de enero en conmemoración del 21 aniversario del inicio del levantamiento zapatista lanzó una serie de posturas que difícilmente se pueden responder contra la realidad nacional; sin embargo, el subcomandante Moisés hizo siete cuestionamientos que todo estratega político, candidato y partido deben tener muy presente, diariamente, en los siguientes 154 días por decir lo menos “¿Cómo se hace para rebelarse contra el mal?  ¿Cómo se resiste para que ese mal del capitalismo no destruya?  ¿Cómo se hace para volver a construir lo destruido de modo que no quede igual sino que sea mejor?  ¿Cómo se levanta al caído?  ¿Cómo se encuentra al desaparecido? ¿Cómo viven los muertos? ¿Cómo se construyen la democracia, la justicia, la libertad?”. Preguntas difíciles de responder con responsabilidad y para quien lo haga, con seguridad podrá cautivar el voto del electorado.

Durante varios días mis propios mitos sobre el EZLN y, nuestro coterráneo tamaulipeco, el retirado subcomandante Marcos, fueron derribados al ver los logros que han obtenido durante 21 años y particularmente los cambios sociales que existen desde San Cristóbal de las Casas hasta la misma zona de la selva lacandona. Dicho por un indígena, el nuevo zapatismo también trajo su lado negativo que se refleja en la apatía de los nuevos tenedores de la tierra a quienes el gobierno federal les entregó después de la abolición de los latifundios todavía existentes en esa región para 1994, pero en suma tuvo consecuencias positivas en las que empujaron nuevas formas de hacer política en Chiapas.

Si bien, Tamaulipas no es EZLN y tampoco es Ayotzinapa, no se puede y no se debe desestimar la realidad social que en la actualidad tiene el país. Esta es una valiosa oportunidad para construir una nueva forma de hacer política para responder a las exigencias sociales, teniendo como foro a la participación ciudadana activa. Este es el momento ideal para hacer una nueva historia para cada una de las comunidades tamaulipecas.  ¿Usted qué opina?

www.daviddorantes.mx

Facebook
Twitter
WhatsApp