VICTORIA, Tamaulipas.- A mediados de los años cincuenta la diversión en Victoria no hubiera sido igual sin la Caravana de la Corona, era un espectáculo musical que nació en México, en el que Ernesto Vallejo, un empresario en la Ciudad de México, buscaba reunir a los artistas del momento y los llevaba de gira por todo el país meses enteros.
Se decía que los artistas no se bajaban del camión y rara vez dormían en hoteles.
Así se hicieron muchos hombres y mujeres de la farándula, entre ellos Javier Solís, quien llegó a Victoria a finales de la década de 1950 para presentarse en la Plaza de Toros.
Quienes iban a asistir a los bailes y espectáculos de entonces, esperaban con paciencia los pregoneros.
Eran unos hombres que transitaban por las calles de Victoria con un maletín vendiendo el perfume de violetas para las damas, y la Glostora para los caballeros.
El señor Lazo era famoso por su pregón: «Polvo, brillantina y loción, todo por un tostón».
Y antes de salir al baile se requería el visto bueno del espejo y no había mejor sitio para adquirirlos que en el negocio de El Indio Zaraguayo, en el mercado.
Su anuncio decía «Espejos de cristal de roca, para que se mire usted, de los pies hasta la boca».
Antes de aquellos espectáculos de la Caravana, los jóvenes de Victoria no tenían otros más que los bailes de la Normal Rural de Tamatán, de la Escuela Normal y Preparatoria de Tamaulipas y los bailes de las academias comerciales.
Los sitios de reunión eran las explanadas de las escuelas, los bailes de la Sociedad Mutualista, en la colonia Mainero y otras terrazas.
Con seguridad, para persuadir a las señoritas de entonces, algún padre debió inventar la anécdota de que Satanás aparecía en el puente de la calle 8.
Se contaba sobre un caballero vestido de negro que trataba de enamorar a las jovencitas o bien las asustaba con sus extrañas extremidades.
Durante el día y cuando aún existía el viejo Teatro Juárez, la diversión estaba en el cine, quienes lo recuerdan, narran que el cine era administrado por los hermanos Rodríguez, empresarios regiomontanos.
«En la pantalla del cine, justo arriba, decía Hermanos Rodríguez y cuando iba a haber un espectáculo, salía una camioneta por las calles que decía: «Se va a exhibir la película equis, por la pantalla de plata de su cine y Teatro Juárez», recuerda don Arturo Salazar.
En Verano o en Invierno al salir del cine Obrero, era una cita obligada llegar a los tacos Ávalos para acompañarlos con refresco Bimbo, al que le decían el refresco de lunes a domingo.
En el cine se proyectaban anuncios del jabón Palmolive, que promocionaban artistas extranjeras, y entre ellas María Félix.
Para los niños no había más parques que el Estefanía Castañeda. El estadio Marte R. Gómez, inaugurado en 1939, tenía apertura para todos, no había restricciones. Si tenías tenis o estabas descalzo, todos jugaban por igual.