Y no se trata de la memorable obra de doña Sor Juana Inés de la Cruz, sino de las casas de empeño que alteran la existencia de cientos de personas que caen en sus fauces de lobos urbanos que aniquilan quincenas hasta dejar a los muy necesitados sin un clavo en la bolsa ni en su casa.
Estos vivales que aprovechan los vacíos del capitalismo y sus leyes para medrar con las panza y costillas de los pobres y de los clasemedieros que buscan en las casas de empeño salvar sus vidas ya que carecen de las siete vidas de los gatos.
Las casas de empeño se dejaron caer con sus redes de ambición y raterías desde hace quince años, cuando las alforjas victorenses flotaban a todo vapor y la lana de borrego pedigüey abundaba por doquier.
Las casas de empeño son la glorificación de la economía de mercado que permite el lucro sin control a expensas de los poverachos, de los sacrificados del programa nacional contra el hambre, los usuarios del ocio, los padres desocupados que viven la violencia y la tragedia del desempleo.
Por eso PROFECO le ha entrado aunque sea suavecito pero con deseos de que las casas de empeño se den cuenta de que son observados y vigilados en sus trucos y componendas con el lucro.
Porque es bien sabido que las casas de empeño no hacen mas que jugar con los suspiros de los usuarios, de los consumidores de la tristeza.
Porque los necesitados empeñan no sólo el alma, sino los calzones y las truzas que con olor y todo ponen a la venta.
Manipulan las boletas de empeño, venden cara y se quedan con la parte del león, salvo rigurosas excepciones, las casas de empeño en su mayoría nos empeñan las nalgas, codos y bofe.
Magnífico que PROFECO las meta en cintura aunque sea con unas multas que les hacen cosquillas a los usureros.




