Vivimos, o creemos que vivimos, o pensamos que vivimos en tiempos sin nombre, en historias indescifrables, en frases cuya fragilidad son burbujas de jabón. Los tiempos mexicanos que vivimos donde no es posible encontrar una cabeza en un rehilete de palabras, de hechos y deshechos terribles y sagrados. No tenemos memoria la gente de mi generacion de una república al garete como si fuera un queso grullere flotante en una mar de tinieblas y de luces. Son tiempos indecibles, espectaculares, locos, de euforia sin sentido, sin ton ni son en todos los ámbitos desde las altas esferas hasta las bajas esferas como pompas de jabón que aparecen y desaparecen. ¿A quién le creemos? Si las palabras brotan por todos los lugares y nacen discursos que se pierden en el día y se acumulan en la noche. Discursos y más discursos, pruebas, estrategias con discursos y más discursos en una realidad sombría que brota en las noticias escondidas y en las cadenas internacionales.
Son tiempos que vienen y van. Tiempos impredecibles donde los brujos se han convertido en estatuas. Tiempos que no sabemos para dónde van en el tablero del misterio.
Somos cazafantasmas que nos andan cazando. No sabemos dónde esta la línea de la ley menos de la concordia. Discurso y más discursos, palabra y más palabras, montañas de palabras que hacen madeja con la miseria, los crímenes, la soberbia y la gran corrupción sentada tranquilamente en medio de los discursos que se repiten interminablemente ante el espejo nacional.
Dice la canción; ¿A dónde vamos a parar?
No lo sabemos, ni lo sabe nadie, lo único que sabemos es que el país es un alboroto de palabras entre mentiras y verdades donde no vemos ni una luz de amor, concordia y esperanza real. Donde abundan los caminos a la pobreza y los senderos sinuosos de la violencia y de la burla de la ley.
