7 diciembre, 2025

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Molinos para nixtamal; fueron reyes…y hoy sólo sobreviven

Lupita Tovías se aferra en la colonia Mainero a un pasado al que ya pocos rinden honores, pero ella misma acepta la realidad: “cada vez hay menos clientes…”

CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- María Guadalupe Tovías Hernández sobrevive en la colonia Mainero como la propietaria del molino de nixtamal más antiguo en Victoria.

Se elaboró en Monterrey en la década de los años 40, ha sobrevivido por tres generaciones en la familia y en el costado de su soporte dice “Monterrey 1947”.

Lupita, su propietaria, no se queja, aunque confiesa que en ocasiones ya no quiere abrir. Cada vez hay menos clientes en busca del nixtamal.

Y hoy todos trabajan…

Nadie está en casa para hacer los antojos, para preparar los bocoles, las gorditas, los tamales, el atole, las migadas…

“La gente viene nada más en los días fuertes, el día último, la Navidad. Y últimamente ni en esas fechas, porque  hacer tamales lleva mucho tiempo y ya prefieren hacer carne asada, este año como que todos cenaron eso”.

En los años veinte, los tradicionales molinos de nixtamal, rumbo al barrio del Pitahayal, eran el de don Antonio Soto, el del 19 Anaya; en la misma calle, pero esquina con Anaya, don Abraham Salazar, su hijo Francisco, lo trasladó al 19 Veracruz y Nuevo León.

Y don Pedro Jaramillo en el 19 Alejandro Prieto.

Con el tiempo llegó el molino de las religiosas del Refugio en el 20 Aldama; el de la colonia Obrera, el del 11 y 12 Canales y hoy día el 30 Juárez y doña Mary en el 6 y 7 Mutualismo y Juan José de la Garza, en la colonia Mainero.

Lupita comenzó a ayudar en el molino desde los 7 años de edad. El negocio del molino de nixtamal en la familia lo habían iniciado sus abuelos maternos don Bernabé y Carmelita en el 5 Bravo.

Moler una cubeta de 10 kilos costaba entonces 60 centavos. Las filas se hacían en los molinos como en la década de los 80, se soportaban las filas de las tortillas.

Pero acá el tiempo de espera era mayor, las filas se extendían por dos cuadras y cada uno de los clientes llevaba a un lado la cubeta de lámina tiznada, porque en aquel tiempo cada familia cocía el maíz en casa con cal y leña.

En la década de los cincuenta, cuando el molino de don Eustaquio Tovías y Manuela Hernández  llegó a la Mainero, existían en el sector cinco molinos.

La industria de la tortilla se generaba ahí y existía el Sindicato de Molineros, tal como hoy se reúnen los propietarios de una tortillería.

“En la época de la tamaliza todo el mundo venía  para hacer sus tamales y hacían buñuelos, antes hacíamos bastantes para toda la familia, todo el mundo se juntaba y se llevaban el trastecito, porque esa es la tradición, el recalentado del 25 de diciembre».

No faltaba entonces quien  requería más masa de la que había presupuestado, así que don Eustaquio se preparaba con unos cuatro bañitos de nixtamal para  auxiliar a sus clientes, con el tiempo y la modernidad de los  horarios actuales, es raro encontrar a alguna familia que ponga su propio nixtamal y los molinos retomaron la tarea de cocer el maíz y vender ahora hasta la masa.

En la actualidad las filas son menos cansadas porque ya no hay que cuidar la cubeta y  con ello se acabaron las historias del tropezón en la calle y el nixtamal esparcido en la tierra.

Explica: «El nixtamal lo hacemos en un baño, le echamos un kilo de cal, el agua y el maíz, hay que hacerlo en leña, de lo contrario el maíz se revienta y así no sirve  para la masa, ni queda bien cocido, debe quedar entero y la leña lo cuece lentamente, nosotros nos levantamos desde las dos de la mañana para poder lavarlo y molerlo. Lo hacemos a esa hora porque de lo contrario a las seis de la mañana la gente ya está haciendo fila y nosotros debemos ganarle tiempo al tiempo. Como quiera nos traen maíz blanco, amarillo, morado y lila, es lo mismo nada más se pinta la masa. Pero quien sabe  poner el nixtamal aún manda su cubetita».

En aquel tiempo las posadas del Santuario eran la reunión diaria de los niños, los cayales y los dulces eran parte de ese ritual y desde el día 16 de diciembre,  en todas partes iban y venían los tamales de puerco, porque en aquel tiempo poco se cuidaba la salud y los tamales de pollo no aparecían en el menú.

Al molino de doña Mary sólo se le han cambiado el motor una vez. En un principio era mecánico y ahora es  eléctrico,  adecuándolo a la vida moderna.

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