Un día, lo confieso, años atrás, pensé en votar por ese hombre.
¿Y por qué no hacerlo?… si eran los tiempos oscuros del todavía reciente invierno priísta, con líderes y candidatos inaceptables y bajo sospecha. Eran también los tiempos de la galopante soberbia panista, con protagonistas insuflados y alejados de la realidad nacional.
Eran los tiempos en que el hombre hablaba un lenguaje novedoso, incisivo, sin dobleces, que en el fondo de mi conciencia madura reverdecía las pasiones justicieras y románticas de los años jóvenes.
Hoy, en lugar de esa percepción personal sobre esa figura, domina un viejo refrán: Lo que no descubre el agua, lo descubre el tiempo.
Y eso, es precisamente lo que sucede con Andrés Manuel López Obrador, ahora líder moral del partido Movimiento Regeneración Nacional; MORENA, como es conocido por la mayoría. El tiempo lo ha desnudado y lo exhibe sin misericordia.
Andrés Manuel, es evidente, no da para más. Está atrapado en el laberinto de sus obsesiones, de sus sicosis y de sus traumas. Dejó de ser la voz diferente que permitía abrigar esperanzas de un cambio real y se ha convertido en una especie de disco rayado que repite, una y otra vez, las mismas frases, el mismo mensaje, el mismo rencor.
No escribo sobre las rodillas en este tema. He seguido en el fin de semana que recién terminó, sus mítines y reuniones en varias ciudades de Tamaulipas, para defender a su nueva casa política. En todos los eventos, el balance ha sido igual:
La acusación estridente y el señalamiento incendiario, en un eco desgastado que ha llevado al hartazgo y a la huída a miles, quizás cientos de miles, de sus seguidores. Las magras concurrencias a sus convocatorias –si acaso Matamoros lo trató menos mal– confirman el declive.
No. No da para más López Obrador. Me recuerda al extinto cilindrero que decía saber de música porque repetía y repetía una melodía grabada, pero nunca se actualizaba. Hasta que dejó de interesar a sus escuchas, se volvió monótono, se cansaron de él y desapareció.
En lo particular, tengo dos sentimientos encontrados sobre lo que está sucediendo con el ex candidato presidencial.
El primero, es que soy un convencido de que México necesita de figuras como la que originalmente definió a Andrés Manuel, que equilibran fuerzas y son un dique para hegemonías indeseables en el poder. Lamento que se haya perdido de esa manera, porque tengo la seguridad de que pasarán generaciones antes de que surja una voluntad similar.
En el segundo, en forma paradójica, me alegro. Me odiarán muchos por señalar esto, pero en mi opinión ha sido una suerte que México no cayera en la trampa dialéctica que utiliza López Obrador. Queda claro con lo que muestra el presente. que no hubiera sido capaz de contener sus resentimientos y revanchismos.
Es tiempo de bajar cortinas. Fue un sueño que terminó en pesadilla. Adiós Andrés Manuel…
A MI AMIGO
Desde estas líneas, le envío, a reserva de hacerlo en forma directa, toda mi solidaridad moral a mi querido compañero de trabajo y sobre todo amigo, Paco Cuéllar.
Ayer, después de meses de pelear sin descanso contra el destino, Paco vio partir a su padre. Perdió la batalla física, pero ganó otra junto con su familia: La certeza de haber luchado como campeones por su ser querido.
Comparto Paco, tu dolor, porque lo he sufrido igual y sé también que tu padre, donde se encuentre, seguirá estando orgulloso de ustedes. Un abrazo, amigo…
Twitter: @LABERINTOS_HOY




