1.-Alejandro González Iñárritu echó a volar al pájaro entre los entumidos aplausos de los políticos mexicanos que tuvieron pocas palabras de elogio ante la arremetida de una frase que podemos leer como lapidaria: México no tiene el gobierno que merece. González Iñárritu se fue a las cuerdas y entre aplausos calurosos en la sala calibrada por el Oscar, las redes sociales se tendieron como un manto cruzado de alegrías aún más fuertes por el festejo del Oscar y por las palabras de aliento a los migrantes mexicanos y la ironía sobre el tiempo mexicano.
Un héroe de nuestro cine, un hombre para esta realidad lacerada por los errores y entuertos que se mueve ciertamente en arenas movedizas.
Alejandro, que quiere decir el que va adelante. Es un adelantado de los tiempos críticos de México, el trazo de su arte en un mundo mexicano maniatado por el silencio y el miedo.
2.-Entre oculistas te veas. A veces los oculistas ocultan sus propios ojos para observar por el rabillo del ojo. De soslayo sobre la conciencia de un ojo que quiere mirar o de cerrar los ojos ante lo que es imposible mirar. A veces pienso que los oculistas miran con el monóculo y no con el cuarzo abierto de los 180 grados. A veces estamos ciegos para mirarnos nosotros mismos y necesitamos un lazarillo para que no lleve entre las tinieblas. Condorito, el sagaz héroe del cómic Sudamericano, acudió con el oculista para solicitarle Tres Lentes. ¿Pero cómo? se preguntó el oculista. Sí, dijo Condorito, quiero unos lentes para ver de lejos y otros para ver de cerca. Nuevamente el oculista le pregunta: ¿y el otro para qué los quiere? Y contesta Condorito: pues para buscarlos.
3.-El Papa Panchito se aventó la de ocho columnas con la frase «la mexicanización». Que obviamente causó molestia en los círculos diplomáticos de la Gran Tenochtitlan. Y está muy claro que el Papa se empapó de críticas y de aplausos a hurtadillas. Verdad o mentira todo depende del cristal con que se mira. Pero Panchito, el Papa, no la perdonó.




