29 diciembre, 2025

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Crónica urbana

Gente de casa

Crónica Urbana

Doña Chayito Álvarez. En el barrio antiguo, todavía podemos encontrar a personas que mantienen las tradiciones y las buenas costumbres de servir a los demás. Desde compartir el pan y la sal, hasta dar palabras de aliento y ser solidarios en momentos difíciles. La ciudad en la medida que crece va perdiendo la fisonomía de antaño.

El dibujo que hermanaba casa por casa y barrio por barrio. Victoria en las charlas de banqueta por las tardes y en las consejas nocturnas vigilantes de los niños y las niñas que se escabullían en las noches en la lanza de juegos. Platicar, tomar café con pan o un caliente chocolate era una mesa nocturna de sillón en las banquetas a la luz de las farolas y las caricias y cuidados de nuestros padres. Victoria, de cara de provincia, ha ido muriendo poco a poco entre las melancolías que abonan los recuerdos. Pocos son los que comparten la luz del hogar, la palabra de casa, el auxilio solidario.

Entre nosotros en este centro que ya perdió el boceto de los tiempos idos, tenemos una linda vecina que se llama doña Chayo, que desde su mecedora recorre las añoranzas y las venturas de vivir en Victoria. A sus noventa años es una mujer llena de dulzura que alienta nuestros pasos, que quiere y sonríe a sus nietos y bisnietos. Teje estambre y rafia, confecciona pequeños productos para el uso de cocina o para regalar a los vecinos.

Con su trabajo dio escuela y pan a su numerosa familia, y a sus noventa se mira tan fuerte como un roble junto a un río. Está al tanto de la vida política del país, lee los periódicos, escucha a los vecinos y da sus bendiciones a sus hijos y vecinos. Se levanta plena de fe a disfrutar de la vida, de la existencia de hogar siempre presta a recibir a sus hijos con su cauda de nietos y bisnietos que la abordan cada domingo. Siempre atenta a servir, doña Chayito, cree en la familia y en el amor a sus semejantes.

Pocas veces nos detenemos a disfrutar de las palabras de los viejos que en su generosidad nos entregan todo su ser. Se recurre a ellas, a estas mujeres de edad que han sido curtidas por el trabajo y por el amor al hogar. Verla tejer en su gran poltrona, escuchar sus palabras y consejos es una alegría para el corazón.
La ciudad tal vez haya perdido su antiguo dibujo, pero mantiene la riqueza y la humildad de su gente, de su amor a la vida y a sus semejantes.

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