1.-Antes los puentes eran un albur, o nos tocaban en puente con el sábado y el domingo o nos la brincamos entre un jueves y el viernes hasta llegar al martes. Cuando la semana era de 6 días, pues el sábado eran de reventón después de soltar la teta. Pero el sabadazo en ocasiones era correspondido con un puente o una ‘gueva’. Total, que no pasaba de un regaño del jefe o la jefa, pero se disfrutaba el puente en cualquier lugar de México.
Después vendría la semana inglesa, esta recortadita de ocho horas de friega pero para gozar el sabadito lindo. Si recuerdan aquella canción media griega media italiana: «siempre en domingo». Bueno la semana se gozaba de lunes a sábado. Y el domingo el remate.
Ahora con los sofisticados puentes patrios que son una consecución a la burocracia para descansar, rascarse las verijas o mirar cómo sube y sube el dólar, pues si no es un remedio, si un entretenimiento para andar de pajuelo o pajuela por los caminos del bien o del mal.
Ya se acabó la Patria y los deberes cívicos que nos enseñaron en la primaria. Ahora ya no se canta ni el Himno Nacional ni hacemos hit parade por la patria bohemios, parafraseando a Carlos Monsiváis. Ahora el puente es puente oficial y no hay patria de fondo.
2.-Pero alegra el trasplante de pene que sin pena y gloria se realizó en Stellenbosch, Sudáfrica, la tierra de los trasplantes. Donde un paciente recibió una donación fantástica; un pene nuevecito. Todo perfecto, pero su Dulcinea no aceptó el pene, porque según la nota, era de un negro marca diablo, o sea 9 desparramado. Y la Donna Inmovile se rajó. Y le dijo a su consorte que por ningún motivo se lo pusiera encima. Y ahora, el consorte anda todo cabizbajo y meditabundo porque su maravilloso pene lo tendrá que echar al Lago de los Cisnes para que se lo descabechen. Verdadera lástima, porque era un regalo del cielo en las manos de expertos cirujanos. Ni modo…
