LYON, 18 de agosto.– Maxence, de 6 años de edad y quien nació sin su mano derecha, se convirtió ayer en el primer niño francés con una prótesis fabricada en una impresora 3D, una tecnología barata y lúdica, aunque no cuenta con ningún aval médico.
Desde 2013, la fundación estadunidense Enabling the Future lanzó una red filantrópica que pone en contacto a personas que poseeen impresoras 3D con familias con hijos a los que les falta algún dedo o una mano.
“Es así cómo nos pusimos en contacto con Thierry Oquidam. Ya había producido benévolamente este tipo de prótesis para niños en el extranjero y quería beneficiar a un niño en Francia”, cuenta el padre de Maxence, Eric Contegal.
Maxence forma parte del centenar de pequeños que nacen cada año en Francia con una malformación en uno o varios miembros. En su caso se trata de agenesia, ausencia de formación de un miembro durante el desarrollo embrionario.
Desde que nació, este pequeño de la localidad de Cessieu, entre Lyon y Grenoble, ha logrado “encontrar soluciones solo” para vivir sin la mano derecha. Sus padres decidieron, cuando nació, “no ponerle ninguna prótesis médica”.
Por lo tanto, esta prótesis 3D le permitirá experimentar nuevas cosas, sobre todo, porque es muy fácil de usar. No se necesita ninguna operación. La prótesis se acopla con un velcro y se utiliza tan fácilmente como un guante.
“Ahora tendrá una mano del color que le gusta, de super héroe (con una gran “M” de superMax), que podrá quitar o poner cuando lo desee. Va a ser divertido durante el recreo con los compañeros”, asegura la mamá, Virginie.
“Es un aparato que se ajusta en el brazo con velcro y está destinado a aquellos que tienen una muñeca y una palma. La flexión de la muñeca es la que hará que la mano y los dedos se doblen al tirar de los tendones. Este mecanismo, muy simple, no permite hacer cosas con mucha precisión como anudar los cordones de los zapatos, pero permite hacer cosas complicadas de hacer cuando te faltan los dedos como el columpio o atrapar un balón”, explicó el fabricante Thierry Oquidam.
Para este ingeniero, el mayor interés radica en lo “divertido” que puede resultar para los niños, ya que les puede dar la impresión de disfrazarse, algo que no les produciría una prótesis “fea” como las que proporciona el circuito médico tradicional.
Además del costo de fabricación, de entre 50 y 200 euros. Algo fundamental para un niño que tendrá que cambiar de prótesis varias veces a lo largo de su crecimiento. Además, si se rompe, se puede reparar con una impresora disponible localmente.
Con información de Excélsior.