CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- Desde chico se fue de Victoria, en su mente un solo objetivo: ser portero en el futbol profesional. Se formó entre jugadores que hoy brillan en lo alto del futbol: ‘Gullit’ Peña, Alan Pulido, sólo por mencionar algunos. Es Daniel Vogel, quien en Tigres encontró el arropo para pulir su talento y desarrollarse en la difícil posición del guardavallas.
En 2012 regresó a casa, Correcaminos le recibió para buscar la oportunidad que quería: despegar.
Jornada a jornada trabajó a la sombra de hombres de jerarquía como Iván Vázquez Mellado, el chileno Miguel Pinto y la oportunidad tuvo que esperar tres años.
Sí, jugó antes uno que otro partido de Copa MX, para ser exactos, cinco, 450 minutos donde demostró que ese torneo le quedaba chico.
En plena crisis, después de haber visto desfilar en el banquillo a técnicos como ‘Chelís’, Joaquín del Olmo, Alex Aguinaga, fue Ricardo Cadena quien lo debutó en un partido de liga.
Ahí estaba, ya con 24 años de edad, emocionado, motivado, lanzando arengas: era su anhelado debut en un partido de liga.
Apenas iban cinco minutos y se le lanzó a los pies a Martínez Borja para quitarle la posibilidad de hacer daño.
Enseguida le gritaba al veterano Hugo Sánchez para ubicarlo, “regresa, está solo”, le decía al ex seleccionado nacional para indicarle que Moreno estaba mano a mano con el mulato de los Lobos BUAP.
Después del primer cuarto de hora empezó a aguantar metralla, la defensa ya la estaba pasando mal pero sus achiques eran perfectos, incluso tapó un disparo a bocajarro que rebotó y después fue por ella a la línea de meta donde compitió mano a mano con un delantero.
En una disputa del esférico entre Moreno y Martínez, tomó impulso y como un obús salió a la embestida, alargaron el balón y despejó con fuerza.
Al medio tiempo se fue con la puerta inmaculada… nadie supondría lo que venía.
Apenas iban cinco minutos y Orlando Rincón ante una marca débil le remata dentro del área; era el empate.
Dos minutos más tarde en su intención de salir por un balón al área, gana la posición pero el delantero cubre el esférico, la trayectoria del arquero provoca una aparatosa caída del adversario y el árbitro no duda en marcar penal. Tejeda tira a izquierda de Vogel, éste se lanza a su derecha y ya le habían dado la vuelta.
En la banca Cadena seguía experimentando, sacó a su mejor hombre, Morales, metió un delantero más, se perdió el medio campo, entró ‘Samba’ medio a componer las cosas, se fue Lucas Ayala y por las bandas, Correcaminos ya tenía dos libramientos.
Eduardo Pérez hizo el tercero, la gente se empezó a ir, entre ellos José Manuel Flores, un fiel aficionado de butacas, seguro ya no halló explicación para la derrota a los pequeños que le acompañaban y se fue.
Jiménez a quince minutos del final ponía el cuarto, el que ya no aguantó fue Jorge Ábrego Adame, se levantó molesto, se despidió de sus vecinos de butaca y se fue; junto con él otros 200 o 300 más que ya no podían soportar la goleada.
A un minuto del final, Carmona pone el quinto, la gente ya aplaudía en son de burla y pedía otros siete, como los que le marcaron los Leones Negros.
Qué peor momento para ser portero de Correcaminos, cuando el técnico pone de líder en la defensa a un veterano que un torneo atrás había manifestado ya no querer continuar; cuando el mismo estratega habilita un mediocampista para ser marcador en la línea defensiva; cuando el que da órdenes del banco aún después de cinco semanas de torneo, no tiene claro un cuadro base… ¡qué difícil Daniel!.
Afuera su familia lo espera, como siempre para apoyarle, para respaldarlo. Decenas de aficionados lanzan cánticos contra el técnico; uno de ellos, de algunos 30, 35 años, no más, no menos, derrama lágrimas, se acerca al reportero y confiesa: “Me tuve que pelear con mi vieja para venir… me está mandando mensajes burlándose… ¡y estos cabrones que no valen pa’ pura madre!”.
Daniel sale, triste pero sin pena, sabiendo que la derrota se reparte en porciones equitativas, aunque haya autores intelectuales.
El reto era grande: dar la cara ante la afición enardecida, sale de entre las sombras del vestidor, se hace el silencio y de repente un grito “…¡Venga Vogel, con todo!”. Los aplausos le recuerdan que los cinco goles no son su culpa, que la crisis se refleja en la cancha pero empieza en otros lugares, que su sueño de ser portero del equipo de su ciudad y de sus amores sigue intacto… “¡Sigue así Dany!”, le reiteran. Sonríe, abraza a su papá, tiene que ir a casa, a seguir soñando y despertar para construir su sueño, sabedor que hay mucho por mejorar y que la esperanza de ver a un Correcaminos triunfador, simplemente no puede morir.




