TULA, Tamaulipas.- Hace más de 13 años, nadie se imaginaba que el paisaje semidesértico, donde sólo crecían cactus, plantas con espinas y monte bajo, se transformaría en un valle, que tornaría el tono grisáceo en un verde olivar en un bosque de más de 2 mil 100 hectáreas, cuyo fruto generaría empleo y cambiaría la forma de vida en cuatro comunidades rurales de la zona.
Ahora, Tula se ha convertido en el olivar de México, donde las empresas Olivares de la Sierra y Olivos de Tamaulipas están convirtiendo al estado en el mayor productor de aceite de oliva del país, cuyo mercado principal es los Estados Unidos.
Al destinar esta enorme superficie al cultivo de olivos en la región, provocó un importante beneficio para 332 ejidatarios de comunidades rurales como; Tanque Blanco, Terrones Benítez, 20 de Noviembre y Celso Huerta, quienes rentaron parte de sus parcelas.
Arturo Valdez, representante del proyecto, recuerda que en Tula el proyecto inició en julio del 2003, cuando arrancó con la siembra de los primeros árboles de olivo cubriendo las primeras mil hectáreas en terrenos del ejido Tanque Blanco y Terrones Benítez.
Aquí fueron 260 campesinos quienes firmaron un contrato por 30 años para el cultivo y explotación de los olivos, de los cuales 198 eran de Tanque Blanco y 62 de Terrones Benítez.
Recuerda que fue difícil convencer a los campesinos que dejen de sembrar maíz y frijol para el autoconsumo en estas tierras y se decidan a rentar las tierras para la siembra de árboles de olivo por 30 años.
«Antes de ser un valle, lleno de olivos, aquí solo había nopaleras y monte bajo espinoso, donde es muy difícil que se registre algún cultivo de granos».
Al año siguiente la empresa Olivares de la Sierra, donde participan empresarios del estado de México, iniciaron la segunda etapa del proyecto donde sembraron mil 100 hectáreas en terrenos de los ejidos 20 de noviembre y Celso Huerta donde les rentaron las tierras a 72 campesinos.
Actualmente cada campesino recibe un pago de 800 pesos por hectárea rentada al año, pero además muchos de ellos o sus hijos, son contratados para trabajar en el mantenimiento de este cultivo.
TULA, PARECIDO A SANTA LUCÍA
Tula, el municipio semidesértico de Tamaulipas, es uno de los lugares óptimos para la producción de olivos, por lo que al realizar un recorrido por esta región, empresarios españoles vieron que había condiciones climatológicas similares a las de Andalucía en España, comentó José Ricardo Pérez Cárdenas, secretario Técnico de la Delegación de la Sagarpa.
Para producir olivos se requiere zonas de clima con inviernos suaves, veranos cálidos y poca lluvia, ya que la planta es capaz de soportar temperatura hasta de 40 grados centígrados, con parámetros de precipitación pluvial entre los 250 a los 500 milímetros de humedad anuales y en Tula llueve en promedio entre 300 a los 600 milímetros por año.
«En este lugar había condiciones para desarrollar este cultivo, además mucha agua en el subsuelo y esto permitió instalar sistemas de riego por goteo que garantizan crecimiento a las plantaciones», señaló Pérez Cárdenas.
Dijo que actualmente se logra una producción de 7 toneladas de aceituna por hectárea y están produciendo hasta 750 mil litros de aceite de oliva al año, el cual va al mercado de Estados Unidos, principalmente.
«Hay que recordar que en 18 años más los campesinos que hoy rentan sus tierras a los inversionistas, serán dueños de estos valles y el compromiso que existe es el de venderles la cosecha a las empresas productoras de aceite, lo cual seguirá siendo muy benéfico para la los campesinos, porque aparte de fuentes de empleo, recibirán el pago de la cosecha que se obtenga».
OLIVEROS FRENARON MIGRACIÓN
Luciano Rodríguez es uno de los campesinos del ejido 20 de Noviembre que ve con muy buenos ojos la transformación del desierto en un bosque de olivos, ya que evitó que tuviera que emigrar a Estados Unidos o una ciudad grande para buscar un empleo que le permite mantener a su familia.
Afirma que en las 2 mil 100 hectáreas de olivos, la empresa contrata a 400 campesinos de las comunidades rurales, los cuales han aprendido a cosechar la aceituna, para lo cual utilizan vareadores de alta tecnología, que es un aparato que permite cortar la aceituna sin dañar el árbol, que funciona a través de aire comprimido.
Luciano platica que él se encarga de darle mantenimiento a los árboles pequeños, principalmente, los cuales poda para que crezcan de tal forma que puedan aprovecharse mejor las ramas.
“Aquí nos pagan 140 pesos por jornada laboral, de 8 de la mañana a las 5 de la tarde y son los meses de agosto y septiembre cuando más trabajo hay, porque es la temporada de la cosecha de aceituna”, señala.
Agregó que en el campo tiene trabajo casi todo el año, ya sea en la cosecha o en dar mantenimiento en las huertas.
“Si no tuviera este empleo, seguramente estuviera en el otro lado, lejos de la familia y aunque la paga no es mucha, permite llevar el sustento diario al hogar”.
José Luis Astello, es uno de los encargados de vigilar la calidad de la aceituna que es cosechada en ese instante, por parte de su grupo de cuatro campesinos, quienes con varas especiales sacuden los árboles, mientras que la aceituna cae en lonas que colocaron previamente en el piso.
“Yo soy del ejido Tanque Blanco y aquí trabajamos por temporadas, porque solo nos contratan de agosto a septiembre o noviembre, mientras que el resto del año la gente de aquí trabaja en los invernaderos en la cosecha de tomate, pepino o sandías”, comenta.
Señala que si no fuera por este tipo de proyectos, la gente de las comunidades de Tula, no tendrían forma de mantenerse, ya que la mayoría de los campesinos se dedicaban solo a sembrar maíz y frijol, para el consumo de la familia y trabajaban como jornaleros o criando cabras para subsistir.








