La lectura del proceso interno del PRI para la gubernatura es la siguiente: la clase política del altiplano, que antaño definía con cierta anticipación al ungido, hoy parece distante y podríamos decir que hasta carente de interés por tocar el tema tamaulipeco. No le han entregado a ninguno de los suyos una plataforma desde la cual, su nominación se observe como algo contundente e ineludible. Por lo tanto, los ahijados del gabinete federal y del PRI nacional andan de aquí para allá, pepenando aplausos, entre cumpleaños y cabalgatas.
En cambio, los políticos locales que se sienten arropados por las instituciones tamaulipecas, sí navegan a todo vapor. Van con todo. Si esto sigue así, terminaremos por convencernos de que el Presidente de la república va a ceder el honroso honor al palacio del quince y dieciséis Juárez. Si Ernesto Zedillo lo hizo desde una sana distancia, el actual lo puede hacer en aras de una lozana cercanía. Para el caso es lo mismo.
EL HURACÁN DEL CAMBIO
Dejemos a un lado los cumpleaños y los triviales pasteles del priísmo sucesorio. Olvidémonos un poco de la adivinanza sexenal que trae locos a más de cuatro personajes de la farándula política y vayamos a lo esencial, lo definitorio: ¿Cuál va a ser la decisión que tomará la sociedad tamaulipeca en las urnas del año próximo?
Analicemos primero las características del tema Tamaulipas, en función de los focos urbanos, donde se dará el categórico veredicto de la voluntad ciudadana: Nuevo Laredo, Reynosa, Matamoros y la región conurbada de Tampico, Madero y Altamira. En dos de las ciudades norteñas hay gobiernos municipales panistas. En la tercera, el priísmo se encuentra fuertemente dividido en las luchas domésticas del poder. Y en el sur existe un fuerte resentimiento social.
En suma, hablamos de cientos de miles de personas sin filiación partidista definida. Muchedumbres civiles todo este tiempo silenciosas, pero que ahora no piensan quedarse en casa, y seguramente saldrán a votar. ¿Por cuál partido lo harán? ¿Y cuáles serán sus principales expectativas, al depositar el sufragio en las urnas?
A estas alturas, la gente tamaulipeca no quiere saber quién se la hizo, sino quién se la pague. Difícilmente al PRI le bastará con las estructuras ganadoras del 2015, para repetir la hazaña. Adicional al clima de descontento, agréguele usted los clásicos conflictos municipales, derivados del proceso de selección interna.
Con lo anterior, me refiero a que el candidato del PRI, sin importar de quien se trate, (local o del centro) se va a enfrentar a la mayor de las desconfianzas colectivas en la historia electoral de la entidad. Es muy probable que estalle, de una vez por todas, el hartazgo social acumulado durante todos estos años. En consecuencia, el abanderado del PRI va a tener la necesidad de asumir un discurso original y convincente, aunque para ello deba deslindarse con el presente, tal y como al final de su campaña lo hizo la candidata priísta de Nuevo León, Ivonne Alvarez. Aunque en su caso, fue ya demasiado tarde.
Los tamaulipecos quieren un cambio. ¿Cómo, a través de quien?, eso todavía no se define con claridad, pero lo que sí es un hecho, es que en su momento van a aflorar todas las inercias, así como los saldos políticos y sociales. Los opositores saben que Tamaulipas está lastimado y buscan posicionarse en esa cresta de la esperanza por mejorar la vida de sus habitantes. La clave residirá en que logren unificar el voto de castigo, latente en la víspera del 2016.
El fenómeno del cambio se percibe con vientos huracanados. Este ciclón de las urnas tocará tierra el cinco de junio del año entrante. Eso todos lo sabemos. Pero vale la pena, recordarlo de vez en cuando.
VUELVE A LANZAR FUEGO EL VOLCÁN AYOTZINAPA
Pues nada, que el gobierno de Peña Nieto sigue regido por el escándalo. Ahora resulta que el caso Ayotzinapa, donde se puso de manifiesto la podredumbre del narcotráfico encarnado al poder público, ha dado un vuelco total: los estudiantes no fueron quemados, como lo estableció en su momento la PGR de Jesús Murillo Karam. Al menos no fueron incinerados en el basurero de Cocula. Así lo acaba de establecer la comisión de expertos de la CIDH, la Comisión Interaméricana de los Derechos Humanos, dependiente de la OEA. No faltarán aquellos que definan todo esto como una cortina de humo para ocultar cosas peores como el tema del derrumbe del peso frente al dólar. O el fracaso de las reformas estructurales, para efectos de progreso social, en los próximos tres años.
Pero lo cierto es que todos los caminos conducen a un lugar común, marcado por el descrédito, la desconfianza, la corrupción y la impunidad.