El anuncio hecho público ayer no deja lugar a las dudas. El naufragio del Partido de la Revolución Democrática está escrito.
En el Pleno de su Congreso Nacional, el PRD aprobó las alianzas electorales, maquilladas como “casuísticas”, con Acción Nacional. Paradójicamente, al mismo tiempo cerró totalmente la puerta a una acción semejante con el partido que lo parió, el Revolucionario Institucional. Sólo 31 de los integrantes de ese cuerpo colegiado se opusieron.
Difícilmente puedo imaginar una mayor incongruencia en ese terreno, pero como estamos en México, todo, ya se ve, es posible.
No está descubriendo el agua tibia el perredismo con esta decisión, Ya ha cumplido el papel de comparsa del PAN en escenarios anteriores, pero es la primera vez que un Pleno nacional se abre de capa para reconocer en los hechos que ese barco navega con la línea de flotación al ras.
Esa tabla de náufrago a la cual se aferra el sol azteca, por desgracia, se basa en la realidad que vive. Su militancia se desmorona y se esfuma de una manera estremecedora para esa causa, haciéndolo perder su registro local en varios puntos del país. Se entiende su desesperación, a la luz del enorme riesgo de desaparecer como uno de los tres partidos “grandes” en México.
Lo que en mi visión resulta incomprensible, es la forma en que intenta salvar el pellejo.
Nada menos que refugiándose en su antítesis, Acción Nacional, lo cual significa sacrificar prácticamente todos los ideales y argumentos que manejaron en sus raíces al desprenderse del PRI, cuando aparecieron como un movimiento democratizador.
Esto, como se vea, es en México un adiós a la izquierda.
¿En dónde van a encontrar cobijo los simpatizantes de esa corriente?… ¿en los escombros del Partido del Trabajo, ya extinto?… ¿en un intento de resucitar al Partido Comunista que hoy es una pieza de museo o en aquel también desaparecido Partido Socialista Unificado de México?
Nunca he sido un seguidor del socialismo, ni siquiera en los tiempos románticos de la universidad, pero soy un convencido de que el mundo necesita puntos de equilibrio. Y la política no es la excepción.
Para que el PRD pueda mantenerse como un partido auténtico, no parece ser la mejor condición el uncirse a una yunta ajena. Menos a la del patrón al que tanto ha combatido.
Para que puedan encontrar un camino, lo que deben hacer, siempre en la opinión de su servidor, es cambiar de dirigentes. Dejar afuera a ese grupo de chambistas que hace mucho tiempo perdieron la brújula de la verdadera izquierda y se han convertido en eslabones de una cadena inescrupulosa de beneficios.
Hay que empezar en los municipios y en los estados. En la médula, donde están los que en verdad trabajan por esa filosofía partidista. Es ahí donde deben buscar a sus líderes.
Y hoy, la izquierda de Tamaulipas, que es el ejemplo más cercano al que podemos asomarnos, debe sufrir una añoranza.
Deben extrañar –y mucho– a los Elpidio Tovar, a los Pedro Alonso Pérez y a los Pedro Etienne. Los mismos que le dieron en el estado e inclusive en el plano nacional a esa facción, los únicos años de dignidad que han tenido en este jirón de la patria…
Porque los líderes, locales y nacionales que hoy tienen –una disculpa si ofendo susceptibilidades– los encuentran en cada esquina…
Twitter: @LABERINTOS_HOY