Sin duda la puerta del paraíso tiene una llave maestra. Llave que tiene los prodigios de Dios. Quien la cuida, puerta y llave es una mano indisoluble. A San Pedro se le atribuye el resguardo de las llaves divinas. La pintura mural de Pietro Perugino en el Vaticano, lo representa con maestría. Perder las llaves es de la fregada. Se encabrona uno, se desalienta y todo nos lleva a que la pérdida de las llaves es como dejar que el ladrón entre por su casa.
Bien dice la canción; «Ay ay ay ay, ábreme la puerta que no encuentro las llaves… que no encuentro las llaves…» Perder las llaves, las principales es para volverse loco. Las de los autos ni se diga, hay que ir por el cerrajero que es un legionario de los dioses romanos para que nos abra la puerta y nos eche a andar el auto.
Ayer perdí las llaves de mi taller y de mi casa y anduve encandilado por un buen rato siguiendo la pista. Que las olvidé en la puerta del taller, que las tiré, que las olvidé en el auto de mi amigo el juguero del Fovissste, en fin, mil conjeturas.
Pensé que hoy muy temprano le caería a mi juguero predilecto de naranja ombligona y Valencia, Con la esperanza de que las tuviera, con el deseo de encontrarlas en los asientos traseros, porque me dio un raide ayer por la tarde.
Vino a mi mente aquel maravilloso cuento de Julio Cortázar, «La Casa Tomada», en Historias de Famas y Cronopios, Cuento que narra las peripecias de una llave que hace perder la casa. La casa que va siendo tomada una y otra vez, hasta que el dueño avienta la llave….
Perder las llaves es de la chingada, sobre todo cuando se resguardan valores, tanto en especie como humanos. El que pierde la llave puede perder el alma. Llegar y tocar a la puerta hace que el Sancho se ponga alerta y salte por la ventana. O que el perro ladre sin ton ni son. Mejor cuidar las llaves y confiar que un buen amigo como el juguero del Fovissste, nos las regrese.




