A falta de una tribuna, puesto de gobierno o de partido para promover sus pretensiones políticas, como es el caso de los nuevos diputados federales interesados en el cargo de Egidio Torre Cantú, el ex diputado Marco Antonio Bernal recorre lo largo y ancho de Tamaulipas para promover, a título personal y sin pretextos, su aspiración a gobernador del Estado.
Como parte de esa tarea, el fin de semana estuvo en el sur de la entidad, concretamente en Tampico, en donde, además de efectuar visitas a los principales medios de comunicación, sostuvo encuentros con jóvenes empresarios y otras agrupaciones a los que expuso sus ideas.
La que no ha sido bien recibida es la afirmación del aludido de que, a diferencia de sus contrincantes priístas, el representa el cambio en el PRI, porque, decir que no tiene compromisos, tampoco negocios ni constructoras, que es un aspirante libre, es retórica o una verdad a medias, pues es bien sabido que sin el apoyo de su principal padrino protector político, el dirigente nacional del PRI, Manlio Fabio Beltrones, tal vez ni siquiera estaría en la lista de los presuntos.
La realidad es que ostentarse como representante de un cambio en el ex invencible no sería una afirmación sino una utopía, como es la bandera del nuevo PRI enarbolada en los años recientes, porque la designación cupular de los candidatos a cargos de elección popular y la elección de los métodos de selección, indican exactamente lo contrario.
La vieja práctica de la “línea” y el dedazo continúan tan vigentes como en los días en los que el abuelo del tricolor, el Partido Nacional Revolucionario, impuso a Pascual Ortiz Rubio como candidato a la presidencia en 1929.
Quizá la única ventaja que el matamoronse tiene sobre los contrincantes de su partido, es que su apellido es homónimo del nombre de uno de los emblemas del Estado, el Cerro del Bernal.
Fuera de ello, las propuestas, como la de que hace falta mejorar la creación de empleos y la seguridad, son las mismas de todos los interesados en gobernar la entidad, incluyendo a los de los partidos de oposición.
Bernal, como el resto de los prospectos del tricolor, sabe que la decisión del candidato a la gubernatura del 2016 se tomará en Los Pinos o en Ciudad Victoria, con el visto bueno del inquilino de la residencia presidencial, y que una vez que es tomada esa decisión, tanto la militancia, como los contendientes y las agrupaciones del partido, no tendrán más remedio que obedecer y apoyarla.
El problema en el PRI es que a causa de esa costumbre o ejercicio, resulta complicado hacer política. ¿Qué caso tiene dialogar y tratar de convencer a la militancia y a los ciudadanos que es la mejor opción, cuando tanto el que toma la decisión, así sea tomando como base el posicionamiento del aspirante entre los votantes, como el que se encarga que de amarrar a los grupos y resolver las discrepancias internas y luego de persuadir a las agrupaciones de la sociedad civil a que hagan lo mismo, es una sola persona?
Con esa regla, sería muy difícil, aunque no imposible, que alguien le ganara la candidatura de alcalde de Tampico al gerente de la Comapa, Francisco Bolado Laurents, y que en Altamira
el diputado Carlos González Toral echara abajo el proyecto político de la subdelegada de la Sedesol, Griselda Carrillo Reyes.
A diferencia de Tampico y Altamira, en el municipio de Madero, en el que jefe político de los priístas no es el gobernador sino el dirigente nacional del STPRM, la designación de los candidatos del Revolucionario Institucional las definen el mandatario estatal y el jerarca petrolero.
Cabe aclarar, sin embargo, que como resultado de esta práctica las candidaturas de alcalde del municipio se alternan entre el gremio de Pemex y otros grupos. González Galván fue candidato a alcalde el 2006, Sergio Posadas Lara, en el 2008, Jaime Turrubiates Solís, en el 2010 y Esdras Romero, en el 2012.
Si se respeta la norma, el año que viene tocará la postulación a un aspirante no petrolero, aunque para compensar, seguramente se asignaría la disputa de la curul local al dirigente de la Sección Uno, Humberto Oliva Barreda.
