En pláticas de calle, de casa, de café, o al teléfono fijo y celular, la gente charla de enfermedades. Es casi costumbre escuchar «me duele aquí, me duele acá», y la otra, en el mismo tono, «a mí también me duele acá y también aquí». Por intuición se platica de enfermedades porque al teléfono es pura adivinanza. Las amas de casa, mandil en mano y escoba, con sus chongos de glostora charlan y charlan y vuelven a charlar del mismo tema. Las enfermedades. Las de costumbre, las que recorren el cuerpo cotidianamente, no son chismes, son enfermedades, muchas veces sicosomáticas.
Ayer escuché una conversación en el atisbo de mi ventana; «Ay comadre, si usted viera lo que me duele el brazo izquierdo, decía una», y la otra le respondió, «ay comadre, si usted supiera lo que sufro con mi brazo derecho, ni lo creería».
Se sueltan al teléfono celular creyendo que les duelen los riñones y provocan a la otra en auricular, «yo creo que es la apéndice porque a mí me duele en la boca del estómago».
Semejante bocota deben tener sus estómagos porque estaban regordas. Las enfermedades al teléfono son las más socorridas, a cada enfermedad de quien habla la respuesta con otra enfermedad de la comadre o la amiga en turno. Comadrear de enfermedades es cosa de todos los días. Hay mujeres que se rebotan hasta una hora al auricular platicando de enfermedades.
El colmo de los colmos es cuando conversan en el café. Se tocan los huesos, se señalan la espalda, se agararn la barriga, se pegan en la cabeza para señalar sus múltiples enfermedades, mientras que las compañeras de mesa no se quedan atrás: ponen toda la carne roja en la parrilla para continuar con la batalla de las enfermedades.
Creo que la charla de aumento de peso ha quedado en el olvido a causa de las enfermedades del cotorreo femenil. Ya no es el aumento del dólar, ahora es el aumento de las enfermedades reales o no que las mujeres hacen y deshacen al teléfono o en la charla de banqueta. Me duele aquí, me duele acá. Como me confesaba una apreciable amiga que me dijo sin pudor; «Oye Rosales, me duele mucho la cola». Lo que me arrancó una risa total. En fin, cosas y cosas.