19 diciembre, 2025

19 diciembre, 2025

Hándicap priista

Golpe a golpe

En la carrera interpartidista del membrete tricolor asoman dos caballos ‘punteros’: Marco Antonio Bernal Gutiérrez y Baltazar Manuel Hinojosa Ochoa, según la percepción ciudadana y las encuestas más recientes, aunque éstas deben considerarse simples fotografías del momento.

Ambos, son oriundos de Matamoros; como también lo es el corcel que se mantiene en tercera posición: Enrique Cárdenas del Avellano.

Más atrás surcan la pista (aunque solamente trotando): Mercedes del Carmen Guillén Vicente (Tampico), Ramiro Ramos Salinas (Nuevo Laredo) y Alejandro Etienne Llano (Victoria).

Luis Alejandro Guevara Cobos (Mante), por su parte, aguanta con Edgardo Melhem Salinas (Río Bravo) el llamado para entrar al ‘relevo’, si acaso el dueño de la cuadra decidiera jugar en la lid constitucional a un potro en lugar de cualquiera de los pencos más cuajados.

Y muy a la distancia, se mueven (todavía) Miguel Ángel González Salum (Victoria) y José Elías Leal (Reynosa).

Los dos primeros representan grupos de interés antagónicos (aun cuando forman parte de la misma cuadra y equipo) –la pertenencia de sus fierros así lo confirma–, que, paradójicamente, son harto cercanos al señor de Los Pinos.

Y eso es, precisamente, lo que dificulta la definición presidencial.

No por falta de bríos, alzada, estampa ni ranking de los caballos –que quede bien claro–, sino porque en la candidatura gubernamental iría implícita la propia sucesión de Enrique Peña Nieto.
Me explico más a fondo:

Si acaso el Presidente le concediera esta posición a Manlio Fabio Beltrones Rivera (el dirigente nacional priista), para que su amigo más íntimo en Tamaulipas (Marco Antonio) fuera el ungido, significaría que empezaría a cederle al sonorense el poder federal que tanto codicia.

Pero de atender la sugerencia de Luis Videgaray Caso (secretario de Hacienda y Crédito Público), de nominar a Baltazar, ofrecería quizá  un adelanto de su propio relevo sexenal.
Es una hipótesis que la pena vale tomar en cuenta.

Sobre todo cuando vivimos una sucesión presidencial adelantada.

De ahí que no debamos descartar a un tercero en discordia como serían el mismo Cárdenas, Melhem, Guevara o cualquier otro, pues el poder omnímodo presidencial le da derecho al mexiquense de mandar y si se equivoca, volver a mandar.

Es decir, Peña Nieto habrá de decidir el nombre del candidato.

Obviamente los grupos de interés enquistados en el poder federal habrán de presionarlo más todavía, acercándole encuestas amañadas y escenarios político-electorales, tratando de influir en su ánimo.
Pero de que a estas alturas no hay todavía nada para nadie es un hecho.

 Lo confirma el comportamiento de los aspirantes más inquietos y, también, la complicación partidista para imponer disciplina en los foros de consulta para diseñar la plataforma político-electoral, con el rollo de que primero es el proyecto y luego el candidato, como siempre ocurre, en todo proceso interno.

En fin, ya estamos en la recta final de este hándicap.

 
Los tiempos
Considerando que los foros de consulta partidista, para diseñar la plataforma electoral del Revolucionario Institucional (PRI) concluyeron en tiempo y forma, no habría razón para dilatar más allá del día 10 del mes próximo la emisión de sus conclusiones para, cinco días después emitir la convocatoria para la elección del candidato a la gubernatura.

Sobre todo cuando en la primera semana de enero próximo habrá de iniciar la etapa de proselitismo interpartidista –como lo establece la reglamentación electoral–, que involucra a las nueve organizaciones.

De ahí mi estimación de que los tiempos se agotan.

A menos, claro, en cuanto se refiere a la candidatura sexenal más codiciada, en el entendido de que hay otras (las del Senado) que igual se dan cada seis años.

 
La otra demora
A diferencia de otros procesos selectivos –para decidir las identidades de los candidatos priistas a los ayuntamientos y al Congreso local–, el que ahora les toca vivir al gobernador Egidio Torre Cantú y al dirigente estatal del tricolor, Rafael González Benavides, tiene la característica de no estar sujeto a que surja de un acuerdo consensuado.

Es decir, esta vez en la trascendental decisión, no tienen por qué jugar los llamados grupos de interés, cuya presencia política estatal resulta harto cuestionable porque su mosaico de influencia se circunscribe, simple y llanamente, a pequeñas cofradías que entre sí (otra vez) coinciden en buscar el poder por el poder mismo, cuando en el fondo nada significativo han aportado al desarrollo y crecimiento estatal (de los últimos años), en lo social (que se refiere ir al rescate de los más necesitados) y la cohesión poblacional, por supuesto, en torno a un proyecto con trabajo y rumbo bien definidos.

Bajo esta premisa creo, el presidente del Comité directivo Estatal (CDE) del PRI ni la Comisión del Proceso interno, no tienen por qué dudar en su determinación del método para postular candidatos –acatando en tiempo y forma los tiempos sancionados por el Instituto Electoral de Tamaulipas (Ietam)–, ya que esperarse al término de la fecha establecida podría ocasionarle dolores de cabeza innecesarios ante la intriga, calumnias, golpes bajos, rumores, intentos de madruguete y otras prácticas añejas que súbitamente reprodujeran en lo que resta a este 2015 y en los primeros meses del 2016, quienes le han jurado lealtad y disciplina, pero cuyo interés personal podría ir más allá.

Hasta el grado de estar dispuestos a la traición, si acaso consideraren que los ungidos no son afines a sus propios y mezquinos intereses.

¿Y qué necesidad hay de correr ese riesgo?

Ninguna, ¿verdad? Y menos cuando el mandatario tiene todos los hilos del poder político en la mano.

El dominio pleno de lo que ocurre en la geografía tamaulipeca.

Y, hasta donde sé, ganas de reivindicar a Tamaulipas como un nicho priista, con apetito de competir a nivel no sólo en el país sino más allá de nuestras fronteras.

 
Orden necesario
La disciplina, bien sabemos, en cualquier actividad resulta necesaria para alcanzar el éxito. Y no es jugándole las contras al jefe o navegando a la deriva como se llega a buen puerto, sino atendiendo las directrices del timonel que se supone sí sabe a dónde va y en qué aguas debe navegar el barco.

En esta travesía político-electoral 2015-16, Rafael González Benavides sabe lo importante que es reiterarle su confianza a quienes con él colaboran en los 43 municipios de la geografía tamaulipeca, pero igual convencido estaría que quienes no funcionen, simplemente tendrían que irse.

Pero no en pos de una de las candidaturas en juego, sino a la calle.

El comentario surge por la necesidad inmediata que se prevé de que algunas estructuras estatales y/o municipales sean renovadas de nueva cuenta, a fin de que el año próximo puedan implementarse estrategias más acordes a la realidad.

Por eso quienes ocupan los cargos partidistas de primero y segundo niveles harían bien en actuar con mesura e impulsar, gradualmente, esos cambios que se requieran en todo ajuste de la maquinaria.

Y no se trata de solapar yerros ni aceptar evidentes disfunciones en ninguna área, sino de llevársela tranquila y corregir lo que se requiera de manera inteligente, sin provocar innecesarias crisis y conflictos (internos) que puedan dañar la imagen partidista.

Usted como el que esto escribe sabemos que existen personajes de muy altos vuelos que podrían tener las mejores intenciones de cumplir, a cabalidad, la encomienda otorgada, pero hoy equivocan el procedimiento en tanto que apuestan a la fuerza y al autoritarismo, mucho más que al convencimiento y la toma de conciencia, para lograr las postulaciones.

Y que conste, hablo en lo general.
¿O miento?
 
Carencia de líderes
Al respecto, estudiosos de las organizaciones políticas recomiendan el cambio con responsabilidad, basado en liderazgos incluyentes y democráticos, donde la persuasión y el entendimiento sean instrumentos a utilizar más que los mecanismos de fuerza, porque de otra forma se perdería supremacía.

En el mismo sentido los actuales dirigentes priistas obligados están a actuar con responsabilidad y aplicar mucho sentido común en el ejercicio de su quehacer.

Además debe quedarles muy en claro que su presencia en el PRI es para resolver problemas y no para crearlos. Y que la línea la marca (otra vez) el señor de Los Pinos –a través de los dirigentes (nacional y estatal) del tricolor–; en tanto que ellos simplemente deben aplicar correctamente la instrucción recibida y cuanta estrategia les sea marcada llevarla a los hechos con la habilidad adecuada.

Lo consigno porque harto valdría la pena que los indisciplinados del priismo estatal abandonaran su prepotencia, altanería y petulancia, para tomar el ejemplo de los fundadores del tricolor, quienes en cada reunión y/o intervención pública sí reflejaban un conocimiento profundo de la problemática del momento; sencillez y talento.

 
Ejercicio del poder
Hay sentencia política que dice: No hay nada más embriagador que detentar el poder, pero tampoco nada más peligroso.

Y es ésta una gran verdad, porque el ejercicio del poder en una personalidad ambivalente podría obnubilar su capacidad de raciocinio, que es el instrumento por excelencia con el que se mueven las piezas del ajedrez.

De ahí la importancia de abrevar en los estudiosos de los fenómenos políticos, que recomiendan actuar con prudencia para aprender a dominar las emociones y no por el contrario, ser presa fácil de la irreflexión al momento de tomar decisiones.

Sin lugar a dudas cada situación es diferente. Y en función de ello la toma de conciencia resulta fundamental en el desarrollo de un proyecto.

Se lo comento porque en Tamaulipas el futuro político implica nuevas y distintas empresas, que es menester abordar con los enfoques y la dinámica que el momento y la circunstancia demandan, si acaso el propósito es caminar hacia delante.

Esto quiere decir que los hombres del poder deben saber dónde hay que detenerse, qué cambios graduales impulsar, con qué amigos o enemigos jugar y cuándo consolidar lo alcanzado.

También resulta pertinente reconocer que el poder tiene sus ritmos y pautas, y, a partir de esta base, colocar a cada funcionario en su justa y real dimensión, a efecto de estar en capacidad de utilizarlos a favor de la misma causa.

Quien en verdad ejerce el poder no debe perder de vista que la esencia de la estrategia consiste en controlar los pasos subsecuentes, ya que la euforia podría alterar su facultad de interpretar y dirigir hacia buen puerto los acontecimientos que se avecinan.

Lo más común entre los subordinados es que el influyentismo se les trepe a la cabeza y actúen más emocionalmente que con razón, al tiempo que muestra proclividad de quedarse en lo establecido y, en el peor de los escenarios, vivir de la fama ajena, pues eso les resulta más cómodo que trabajar.

Este tipo de actitudes relajan la capacidad de análisis objetivo y llevan al conformismo, al considerar en forma errónea que todo se encuentra bajo control.

De lo anterior se desprende una lección, que no por sencilla carece de importancia.

Los hombres y mujeres que conocen y manejan con efectividad el poder, varían sus ritmos y pautas; cambian, se adaptan a la circunstancia y responden en lo inmediato a las contingencias, pero también prevén todo tipo de escenarios. Es decir, jamás pierden la dimensión del lugar que ocupan y menos se marean.

El símil del manejo del poder, bien podríamos encontrarlo en una de las primeras recomendaciones que hacen los instructores de equitación a sus discípulos: “Antes de domar el caballo, hay que domarse uno mismo”.
 
Suerte y poder
Le hago este comentario porque según Nicolás Maquiavelo, lo que hundió a Cesar Borgia fue que logró muchos triunfos y era un hábil estratega, pero tuvo la mala suerte de tener buena suerte.

Su padre era nada menos que un papa. Luego, cuando tuvo mala suerte de verdad, no se hallaba preparado y entre voraces amigos y feroces enemigos se lo acabaron.

Dicha cita bien podría adaptarse a la situación política del momento, ya que está visto que el Partido Revolucionario Institucional (PR) ha tropezado con la misma piedra en distintas ocasiones y, lo mismo, ha ocurrido con todas las organizaciones políticas que desde ahora codician gubernatura de Tamaulipas.

Sin embargo, hasta hoy, ninguno de los aspirantes priistas ha sido capaz de admitir públicamente la crisis sociopolítica que se vive en todo el país y Tamaulipas (en lo particular) por temor a ser
satanizado.

En fin, ya habrá tiempo de comentar holgadamente el desarrollo  del proceso comicial –llegado el momento, desde luego–, pues por ahora lo más interesante son los procesos internos para seleccionar candidatos.
 
Los ‘chaqueteros’
Sería deshonesto, desde cualquier punto de vista, que en el proceso electoral 2015-16, siete de los nueve partidos políticos (con registro oficial) buscaran completar las fórmulas de sus candidatos a los 43 ayuntamientos y al Congreso local con la pepena de priistas resentidos –‘chaqueteros’, se les llama–, como lo han hecho en justas anteriores.

Es decir, con los escurrimientos que pudieran emanar del tricolor, merced a la frustración de quienes fracasen en su intentona de lograr las nominaciones codiciadas, ya sea por el camino de unidad o de consulta a la base.

Obviamente hablo de los partidos Movimiento Ciudadano (MC), de la Revolución Democrática (PRD), Verde Ecologista de México (PVEM), Nueva Alianza (Panal), Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y Encuentro Social (PES).

En el caso de quienes usufructúan efectivamente las dirigencias de estos membretes y hacia el exterior ya ofertan candidaturas, no podía esperarse menos. Y no porque bajo su mandato las estructuras de esos partidos que integran la mentada ‘chiquillada’ han adolecido de trabajo político y sólo aparecen en la palestra en toda época electoral.

Usted lo ha visto.

Fuera de esa coyuntura se la pasan en la güeva sin desarrollar ninguna otra actividad digna de tomarse en cuenta –aunque legal y moralmente estén obligados a mantener presencia constante con las bases que dicen representar–, hasta la víspera de otro proceso comicial.

Incluso, mientras llega el momento de animar la causa ciudadana con el propósito de capitalizar su participación en las urnas, los jerarcas y los escasos cuadros de esas organizaciones tampoco intentan arraigarse en el conglomerado social con acciones de lucha permanente.

Duermen el sueño de los benditos. Y si acaso realizan alguna gestión de beneficio colectivo, es porque los grupos que se echaron en sus manos los presionan hasta obligarlos a cumplir algo de lo que tanto prometieron cuando mendigaban su apoyo.

E-m@il: jusam_gg@hotmail.com

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