El año se va volando y ya estamos enfrente de las refriegas paganas de las posadas, tan alejadas del calor cristiano.
Son fiestas paganas, porque ante la austeridad todos son parte de la pedidera, o sea, el moche para hacer la posada.
Hay empresas que le piden a sus propios trabajadores de piña para la niña para completar la posada.
Las posadas son así de Nicolás Paganini, o sea, de pagar.
Con las posadas se unen corazones y se voltean cachetes entre risas y llantos de manteca de puerco revuelta con los tamales de hoja de maíz o plátano.
Ya no hay posadas como las nuestras, que en verdad hacíamos procesión para adorar al Niño Jesús y después de ese regocijo de fe, nos íbamos sobres los cacahuates y pitos.
En la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, organizaban una gran posada popular.
Toda la raza del centro de la ciudad se daba cita en esa linda posada a un lado de catedral. Unas bolsas grandes con dulces y una naranja al centro entre cacahuates para los chicos.
Posada en verdad en la casa de Julita Sepúlveda en el 18 y 19 Zaragoza, en la vieja casona de los Sepúlveda. Una posada de barrio, de solidaridad cristiana y de respeto por nuestras tradiciones.
Ahora no, se trata de darle al chupe, de tronarle las nalgas a la amigas, de trotarle las verijas a los novios y de sobar de soslayo. Son posadas para herejes y matachines que sólo acuden a mover bigote o sobar las posaderas de las chicas. Posadas de ahora son pura vacilada.
Nada de acostar y cantarle al Niño Jesús, se trata de acostarse con la novia y reventar con el novio. Y ahora con la libertad de elegir padrote y madrota, pues cada quien le pone el refil que le convenga.
Posadas las de nosotros, de nuestros tiempos de niños. Muy limpiecitos, tronando carrilleras de saltapericos y cohetes desinflados. Con champurrado, avena y tamales y un refresco de cola.
Ahora no, puro chupe, puro cojer a manos libres y en público. Digo cojer el pedo y los pedorros que ya no aprietan como antes.




