Semanas antes de conocerse públicamente el nombre del precandidato a gobernador por el PRI, una percepción dominaba en esos días sobre el resto de los aspirantes al mismo puesto. Nadie dará problemas, aseguraban; nadie se rebelará, era el pronóstico.
Esa afirmación significaba una especie de destino manifiesto, porque equivocarse, como posteriormente se demostró al ser ungido Baltazar Hinojosa, resultaba prácticamente imposible. Todos se alinearon. Hasta Enrique Cárdenas.
¿Es este un escenario idílico de unidad tricolor?
Sí, sin duda. Pero al 50 por ciento.
¿Por qué?
Porque la mitad restante de esa unidad debe aportarse entre todos los que buscaron esa candidatura, en el esperado apoyo al elegido en la tarea medular de este proceso: trabajar para sumarle votos.
De los seis participantes restantes que buscaron el mismo objetivo en forma abierta –hubo quienes cobijaron esperanzas tras bastidores– nadie de ellos ha establecido un compromiso formal para meter el hombro en el propósito de fortalecer las expectativas del PRI en ese terreno.
Hay quien asegura que Alejandro Guevara ya dio los primeros pasos en ese sentido para trabajar con alcaldes, pero no se advierte aún esa aportación ni en su caso ni en el de los demás, que en los hechos significaría una especie de transfusión de capitales políticos para abonarle al candidato simpatías y apoyos identificados con otros nombres y apellidos. Esto sería el otro 50 por ciento que requiere el tricolor.
Tal vez en los días y semanas sucesivos algunos –quizás todos– de los ex aspirantes se comprometan en público y en privado su respaldo a Baltazar, no en los mensajes o en las tribunas de eventos oficiales, sino en el amarre de grupos y conciliación de intereses que le hacen falta a ese partido para llevar a buen puerto su barco en este año, una meta que no admite espera.
Porque hasta ahora esa mitad de unidad, es evidente, sigue en el aire…
COMPROMISOS OLVIDADOS
Dentro del mismo Revolucionario Institucional tamaulipeco, un aroma se percibe en el llamado “voto verde”. Y conforme a quienes lo perciben, no es agradable en lo absoluto.
Dentro de la cúpula campesina tricolor, una inquietud que poco a poco se ha convertido en abierto enojo contamina el escenario preelectoral. El motivo, en sus propias palabras y en el lenguaje popular que se utiliza en ese sector, es que “los dejaron embarcados”.
La explicación a esta reacción, apuntaron algunos personajes de la Liga de Comunidades Agrarias del Estado, es que esta central hizo compromisos preelectorales para evitar movimientos anti priístas, con organismos del mismo ramo como Antorcha Campesina, la Unión Campesina Democrática, la Triple T y otros más, para cederles espacios en el reparto de candidaturas en por lo menos dos alcaldías pequeñas y en alguna diputación local.
Pero el mundo se les vino encima. De acuerdo a lo expuesto en privado por las mismas fuentes, ninguna de las propuestas de esas organizaciones fue tomada en cuenta, por lo cual la Liga ya enfrenta reclamos por acuerdos incumplidos.
Queda claro que esas agrupaciones no aportan cada una más de 100 votos, pero todos sabemos que su importancia no radica en las urnas, sino en el ruido infernal que generan con bloqueos, marchas y tomas de áreas públicas.
Y la conclusión de los dirigentes cenecistas es por demás descriptiva:
“Nos dejaron la víbora chillando…”
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