Me gusta tocar los temas de los personajes de la ciudad. Seres anónimos, personas de nombres propios y apropiados que llenan de color las calles, ya grises, ya coloreados por el tiempo. El Timboro, Gustavo Navarro es uno de los precursores del bullying escolar.
Espigado, aproximadamente 1.84 de estatura, era en cuarto año de primaria de la Epigmenio García, más alto que todos. Junto con Carlos Valladares, el Timboro era puro juego, sólo que Valladares era más creativo hasta convertirse en un héroe urbano del tompo, la güila o papalote, el balero y el yoyo, en este último juego lo convirtió en campeón nacional por la Compañía Coca Cola.
El Timboro, pendenciero, por su porte lo volvía alevoso y juguetón, por lo cual recibía fuertes regaños de las maestras.
Estanizlada López Anaya, y María Arriaga. El profesor Andrés Pérez Esquivel, en ocasiones le puso sus buenos coscorrones. Muy travieso, El Timboro, en cierta ocasión se metió a la dirección de la escuela y se puso el sombrero de fieltro del director Hermilo Obregón, y el apreciado docente, lo pillo y le dio una santa cachetada que tumbó al Timboro, dolido, el timboro se fue con su cachete enrojecido ante la burla de todos.
Gustaba de molestar, en cierta ocasión se metió en medio de mi novia y yo, sin que nada pudiéramos hacer por su ventaja física, nos rejunto el cabrón. Todos le temían por pendenciero. Muchos años más tarde, fue a mi taller para hacerme un trabajo de carpintería, y le dije, “Te acuerdas Timboro cuando el profesor Obregón te dio un santo chingadazo”. Sí me dijo,” pero después me vengué, cuando ya viejo, casi 90 años le pique las costillas y le dije, “mire viejito, para que se acuerde cuando me cacheteo”.
Predicador, taibolero, carpintero y mil oficios más, El Timboro fue una persona de origen humilde que sin embargo se había ganado la simpatía de muchos de nosotros.
Hace unas semanas murió El Timboro, ciertamente un personaje popular, muy apreciado por mí. Y por muchos que lo conocimos y quisimos.